Ciudad de México. América jugó el clásico nacional femenil ante el Guadalajara bajo una lógica de sacrificio que muchas veces se traduce en sufrimiento: caer primero, para sonreír después. En un partido de tal trascendencia en la historia de ambos clubes, eso lograron las Águilas ante más de 14 mil 200 espectadores con un 2-1 en el estadio Azteca.
Lejos de oponerse a un encuentro abierto, marcado por la velocidad y la determinación de los ataques, las Águilas dejaron una nube de ilusión suspendida mientras el Rebaño atravesaba su mejor momento. Como lo hacen los grandes equipos, buena parte de esa labor estuvo sostenida por un par de ases bajo la manga de su entrenador.
Por varios momentos el engranaje del ataque americanista pareció funcionar, pero, como ninguna de sus rivales era ajena a la misma lucha, el gol de Chivas produjo la peor de las pesadillas.
A los 36 minutos, leyendo de memoria los movimientos de Caro Jaramillo, Alicia Cervantes ganó las espaldas de las zagueras americanistas y definió por un costado de la portera Itzel González para celebrar el 1-0. El golpe parecía ser demoledor, un castigo lo suficientemente fuerte para que el Azteca se transformara en la segunda casa del Rebaño al grito de "¡Chivas, Chivas!".
Con la presión del tiempo en contra, el técnico Ángel Villacampa movió sus piezas en la banca. Eso produjo que Kiana Palacios, un reemplazo de lujo en lugar de Katty Martínez, marcara el gol del empate casi tocando por primera vez la pelota (75).
En busca de una noche redonda, los minutos finales ofrecían un último aperitivo, acaso la aparición de una heroína inesperada.
Y esa fue Miah Zuazua, quien salió de la banca para hacer el 2-1 con un remate de cabeza (89). Así las Águilas, que habían presentado antes del duelo a la francesa Kheira Hamraoui como nuevo refuerzo, sonrieron en un clásico de mucho sufrimiento.