Yo sueño un México que le permita a Dios ser el centro de nuestra nación. Es una afirmación provocadora, más cuando proviene de un potencial candidato a la Presidencia, porque transgrede el carácter laico del Estado. Desde el siglo XIX el país ha luchado por que prevalezca la separación histórica entre el Estado y las iglesias. El ultraderechista religioso de un plumazo nos regresa a la Colonia, donde la Iglesia y la fe eran centrales en la sociedad. Su sentencia es preocupante, pues quiere regresar a la Edad Media, en la que Dios era la fuente de legitimidad del poder y no el voto popular de la población.
Bajo el efecto Javier Milei, de Argentina, Verástegui emprende la aventura de presentar su candidatura independiente. Verátegui renueva el rostro de la ultraderecha en México. Quedan atrás los amargados semblantes de los Serrano Limón, los Abascal Carranza, Ardavín, Arzac y Aranda. Verástegui emerge no sólo como un colaborador latino de Trump sino como un delfín político de la ultraderecha internacional. En el evento de la Conferencia Política de Acción Conservadora(CPAC), en noviembre pasado, fue adulado y alentado para formar un movimiento alternativo de la derecha en México. El PAN es una decepción para la ultraderecha, Verástegui ahí lo calificó de partidito
vergonzante que se ha corrido al centro. Los personajes como Santiago Abascal, Lech Walesa, Eduardo Bolsonaro, Steve Bannon, Ted Cruz, Javier Milei y Donald Trump en video animaron públicamente para que Verástegui tomara la iniciativa de crear una alternativa ultraconservadora para México.
Pero, ¿quién es Eduardo Verástegui? Nació en Ciudad Mante, Tamaulipas, en 1974. Hijo de un agricultor, desde muy joven se fue a la Ciudad de México para incorporarse al circuito de Televisa de jóvenes actores. Conformó el grupo musical Kairo y en los 90, intervino en telenovelas. Verástegui forma parte de una generación de jóvenes actores que vivieron momentos farragosos. Sufrieron situaciones de acoso y violaciones. Ahí están registradas las denuncias de Sasha Sokol contra el productor Luis de Llano. Y sobresale Antonio Berumen, ex mánager musical de grupos juveniles como Magneto, Mercurio, M5, Kairo, además de ser promotor de artistas como Fey y Lucero. Berumen se hizo un hombre muy piadoso, querido por la curia romana, a la cual se granjeaba con regalos de artesanías mexicanas. Él trajo a México la réplica de la Capilla Sixtina, ahora está oculto en Europa debido a que enfrenta 10 demandas por acoso y abuso sexual. Verástegui ha defendido a su amigo Toño Berumen en diferentes oportunidades. Y la prensa de la farándula liga a Verástegui con amoríos con el también cantante Ricky Martin.
En lo personal, y disculpe que hable en primera persona, me causan estupor los personajes que se quieren hacer pasar como santos. Verástegui ha destacado desde hace tiempo su celibato. Dice tener 18 años de abstinencia sexual. Recuerdo de inmediato a Marcial Maciel que se ungía con aires de santidad. El sacerdote Fernando Karadima, en Chile, se daba baños de pureza y resultó un violador de centenas de niños en Santiago. Puedo citar a decenas de clérigos que se hacían pasar como puros y castos, resultando con siniestras patologías y aberraciones sexuales.
Desde inicios del siglo XXI, Verástegui incursiona en producciones estadunidenses primero como actor y después como productor de documentales y películas con alto signo moral y religioso. Se convierte en experto procurador de fondos y relacionista con grupos ultraconservadores de la sociedad civil, Iglesias evangélicas y católicas supremacistas, partidos y políticos conservadores. Su conversión de la vida mundana se la debe al sacerdote legionario Juan Riva, también muy cercano al Opus Dei. Funda en Los Ángeles su productora Metanoia que significa conversión. Verástegui, vía Vox, ha tenido importantes acercamientos con el Yunque, Tecos y diferentes obispos ultraderechechsitas. Tendría estructura con estos actores para obtener las firmas que exige el INE.
El camino aun es largo. Verástegui tiene el reto de obtener cerca de un millón de firmas distribuidas en al menos 17 entidades, además de sortear lo que algunos llaman los límites de una doble nacionalidad. Y sobre todo, la restricción que impone el artículo 82 de la Constitución para ser Presidente: “1. Ser ciudadano mexicano por nacimiento, en pleno goce de sus derechos, hijo de padre o madre mexicanos y haber residido en el país al menos durante 20 años […] III. Haber residido en el país durante todo el año anterior al día de la elección. La ausencia del país hasta por 30 días no interrumpe la residencia”. Ahí la cancillería tiene la última palabra para que el INE le extienda la constancia.
La nueva ultraderecha se beneficia de la gran decepción de los partidos tradicionales, de las crisis institucionales y de la visión pesimista del futuro. Una tendencia recesiva de las economías, crisis financieras y los efectos de la pandemia conforman una densa atmósfera social de desconfianza. Allí emergen los partidos populistas de ultraderecha con propuestas simplistas ante problemas complejos, es decir, llaman a reconstruir un pasado idílico y seguro. Contra las amenazas externas, como la inmigración, en caso de los países noratlánticos, prometen soluciones radicales y un neopatriotismo conservador. La ultraderecha reivindica la familia tradicional, impugnan a las teorías de género, repudian las minorías indígenas y sexuales, así como rechazan el lenguaje inclusivo. En suma, las ultraderechas son favorecidas por la actual crisis cultural que ha provocado pánico social.