Ciudad de México. Desde niño tuvo una temprana vocación por la historia, pero una maestra en la prepa lo convenció de estudiar Economía para poder entender mejor la problemática del país
. Finalmente, Leonardo Lomelí Vanegas, hoy candidato a Rector de la UNAM, decidió ser las dos cosas: economista e historiador.
Director de la Facultad de Economía durante más de cinco años y secretario general de la máxima casa de estudios a lo largo de otros ocho, considera que esas experiencias le han dado una visión de la universidad en su conjunto. Servirla le proporcionó la oportunidad de conocerla mejor.
Discípulo de Arnaldo Córdova, el doctor Lomelí considera que como universidad pública nos debemos al pueblo, que es el que hace posible que existamos
. En el piso 7 del edificio de Rectoría, con las banderas de México y la UNAM a sus espaldas, además de una imponente vista del campus, conversó con La Jornada sobre estas ideas, la problemática y su proyecto para la institución. A continuación, partes de esta entrevista.
–La relación entre la 4T y la UNAM no ha sido fácil. ¿Cómo mejorarla?
–Con más comunicación. Hay momentos en los cuales nos ha faltado comunicación. Pero, al final, la universidad nunca ha dejado de colaborar con el gobierno federal y eso no siempre se conoce.
–Pero ha habido desencuentros. Por ejemplo, durante la pandemia, cuando la universidad retiró a los médicos pasantes de los hospitales.
–Ese es un buen ejemplo de falta de comunicación. En un primer momento, la UNAM retiró a los médicos porque no tenían los equipos de protección necesarios para atender el virus; sin embargo, la propia universidad hizo un esfuerzo con recursos propios y con apoyos de la Fundación UNAM para adquirirlos. A partir de ahí regresaron a los hospitales.
–Se le asocia con una corriente política que tuvo presencia en el INE, en la Comisión de Derechos Humanos y la universidad. ¿Es cierto?
–No. No pertenezco a ningún grupo político. Tengo maestros, amigos y colegas, con los cuales tengo afinidades intelectuales y he tenido proyectos académicos. Como director de la facultad y como secretario he estado convencido de que estas posiciones son de servicio a la comunidad, no para hacer política de facción. Al contrario, hay que estar abierto a hablar con todas las tendencias, porque sólo así se puede ser útil en una institución tan plural.
–El rector ha advertido del riesgo de injerencias externas en la sucesión. ¿A qué cree que se refiere?
–En la historia de la universidad siempre ha habido esta posibilidad. Más aun, a veces se ha llegado a presentar. Lo que el rector está haciendo es un llamado a que dejen a la comunidad universitaria resolver su propio gobierno, que dejen que se exprese libremente sin favorecer a ningún candidato.
–¿Está la autonomía en riesgo?
–Espero que no. Es un valor muy arraigado en la sociedad y las universidades. Sobran argumentos para defenderla. Ya lo hemos hecho muchas otras veces. Para nosotros la autonomía es una responsabilidad, porque implica gobernarnos bien y rendir cuentas a la sociedad.
Escapar de la lógica dominante del mercado
–En 2001, el doctor González Casanova escribió sobre la universidad necesaria en el siglo XXI. ¿Cuál sería hoy esa universidad?
–Don Pablo lo escribió preocupado por lo que eran las tendencias de la globalización neoliberal. Él, desde que fue rector, estaba convencido de que la universidad juega un papel estratégico en proponer otro tipo de desarrollo, más incluyente y humano. Fue de los primeros en incluir la dimensión ambiental y la multiculturalidad. Esto escapa de la lógica dominante de mercado.
La universidad necesita un compromiso con el desarrollo en el sentido más amplio del término. Eso pasa por ampliar las libertades y capacidades de las personas, pero también por fortalecer el sentido de comunidad.
Hay un problema de sustentabilidad social del modelo económico dominante en el mundo. Ahí es donde reside la pertinencia del llamado del doctor González Casanova: si hay un mundo mejor posible, si hay un mejor México, las universidades tenemos que construir las alternativas.
–En su proyecto habla de refrendar el liderazgo de la universidad. ¿Cómo hacerlo?
–El proyecto que entregué a la Junta de Gobierno reconoce el legado de multitud de universitarios, especialmente de quienes han estado al frente de la UNAM. A la vez, reclama la originalidad e independencia de su propuesta.
Es un plan por cuatro años. En este tiempo se puede avanzar en varias direcciones. Hay que atender la problemática del personal académico. Es importante revisar su estatuto, también los planes de estudios. Tenemos la oportunidad para introducir materias transversales, como las de igualdad de género. Hay que fortalecer la investigación.
–En su proyecto menciona que quiere construir una identidad pertinente a la nueva circunstancia que rodea a la UNAM. ¿Qué significa esto?
–Significa que los universitarios estén convencidos de que la universidad no es nada más CU. No se trata sólo de identificarse con los símbolos de la UNAM. Pasa por identificarse con su proyecto académico y cultural que, desde su fundación, pero de manera más destacada a partir del rectorado de José Vasconcelos, está muy vinculado con el servicio a la nación.
–¿Es una identidad en reconstrucción?
–Sí. Significa que en una época en la que ha permeado el individualismo, se recupere la idea de que la universidad debe estar al servicio de la nación. Como universidad pública nos debemos al pueblo, que es el que hace posible que existamos. La principal fuente de financiamiento de la universidad es el subsidio del gobierno federal, que viene de los impuestos de los mexicanos.
–¿Tiene que ver con ideologías?
–No. Tiene que ver con refrendar nuestra autonomía, entendida como la posibilidad de garantizar la libertad de cátedra, la investigación y la difusión de la cultura, así como con refrendar que aquí cabemos todos y todas las ideologías, pero que debe haber un compromiso social.
–¿Cómo se puede democratizar a la universidad?
–Tengo presente una conferencia que dio don Pablo González Casanova en 1990, antes del Congreso Universitario, en la que decía que había el margen para llevar a cabo una interpretación más democrática de la Ley Orgánica, propiciar una mayor participación de la comunidad dentro de las estructuras que provee la propia Ley Orgánica
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La institución ha venido cambiando. Es lo que está haciendo la Junta de Gobierno en este proceso: abrirse mucho más a la posibilidad de escuchar primero a los grupos colegiados, dar más tiempo para la auscultación y que la comunidad se exprese.
–¿Qué hacer ante el alto número de rechazados?
–La demanda ha crecido y no ha crecido en la misma proporción la oferta. Y estamos hablando no solamente de la universidad. La matrícula de la UNAM ha crecido en 55 por ciento en los últimos 22 años. La propia universidad sigue creciendo, pero no puede enfrentar sola toda esta demanda. Se necesitan otras instituciones. Podríamos acompañar un esfuerzo del gobierno federal para crear nuevas instituciones.
–¿Son los funcionarios universitarios un grupo privilegiado?
–En los últimos años ha habido una política de austeridad. El propio rector se bajó el sueldo y se congelaron los salarios de los altos funcionarios. Es una medida. Hay que mejorar las condiciones del profesorado y hacer un sacrificio por parte de los funcionarios, para que los sueldos no crezcan y se reduzca esa brecha.
–Hay malestar entre los maestros por asignatura.
–Históricamente, la figura de profesor por asignatura fue pensada para profesionales que tienen una actividad principal en otro lado y vienen a dar unas cuantas horas de clase. Pero, ahora, hay un porcentaje relevante que han hecho de la docencia su actividad principal. Son casi 25 mil.
Es importante revisar su situación. Hay un porcentaje muy alto que, al no tener definitividad, son el sector más vulnerable. Se requiere revisar, en la medida de lo posible, sus condiciones salariales. Hay que crear una carrera académica para ellos. Por ejemplo, ampliar un programa, que ya se instrumentó en esta administración, de medios tiempos en el bachillerato y las licenciaturas.
–¿Qué hacer con la violencia de género?
–Es muy importante insistir en la cultura de la denuncia. Es lo que nos permite actuar. Si no tienen confianza y no denuncian se vuelve un círculo vicioso. Pero, sobre todo, hay que hacer un esfuerzo de prevención que pasa por la educación. Esta temática debe estar presente en los planes y programas de estudio.