Para unos rusos, son poco menos que traidores a la patria; para otros, no cometen ningún delito y se ven obligados a tomar esa decisión porque es la única forma de salvar años de esfuerzo en una trayectoria profesional de por sí corta; y para las autoridades, al menos así lo dijo esta semana el viceministro ruso del deporte, Aleksei Morozov, cada quién debe proceder como mejor le parezca, aunque es una lástima que no quieran representar a su país y una sensible pérdida, que requiere el pago de una compensación, por lo que durante años gastó Rusia en su preparación.
La polémica estalló en el segmento ruso de las redes sociales en el momento en que el mismo Morozov reveló que en los siguientes Juegos Olímpicos, a celebrarse en París el verano del año próximo, 55 deportistas rusos, al adquirir otra ciudadanía, competirán como nacionales de otros países, sin las restricciones que, en marzo anterior, recomendó el Comité Olímpico Internacional a las federaciones: que los rusos y bielorrusos participen a título personal, no como parte de un equipo en deportes colectivos, como a-tletas neutrales, siempre y cuando no hayan apoyado públicamente la intervención militar en Ucrania ni tengan relación alguna con el Ministerio de Defensa o las dependencias de seguridad del Estado.
A partir de comienzos de 2022, de acuerdo con el citado funcionario, 67 deportistas rusos cambiaron de nacionalidad y, tomando en cuenta las modalidades no olímpicas, cerca de 100 deportistas representan ahora a otros países. Sin embargo, un grupo de reporteros se tomó la molestia de buscar en la prensa internacional y encontró los nombres de 204 deportistas rusos que adquirieron otra ciudadanía, en el mismo periodo y en 38 países, siendo los más beneficiados Israel, con 25; Serbia, 19; Francia, 12; Polonia, 11; Kazajistán con 10 y Gran Bretaña con nueve.
La fuga de deportistas de élite es otro de los efectos colaterales –incomparable con los daños directos de la guerra– de la operación militar especial
, que lanzó el Kremlin hace más de año y medio en Ucrania.
Muchos tendrán vetado asistir y otros, en calidad de naturalizados o neutrales, si ganan medalla en la cita olímpica de París cuando suban al podio, orgullosos de estar entre los mejores del mundo, verán una bandera y escucharán un himno que no son los suyos.