La hija de Frei Montalva, Carmen Frei Ruiz-Tagle, declaró en 2013: “Nunca un general de esa época acusó a la democracia cristiana de haberlo impulsado al golpe y después de haberlos traicionado. Nosotros no conspiramos contra el gobierno constitucional […]. Las causas del golpe hay que buscarlas en el partido socialista y en la ultraizquierda”. Y en 2010, Sebastián Piñera, achaca a la UP el desenlace dado la “larga y penosa agonía de los valores de la sociedad chilena –donde– el gobierno de la UP reiteradamente quebrantó la legalidad y el estado de derecho en Chile […]”. Ideólogos de todos los colores afirman que la UP fracasó y fue derrotada ideológica y políticamente, por su carencia de convicciones democráticas. El 11 de septiembre de 1973, los golpistas circularon un apócrifo Plan Z de autogolpe que “comenzaría con la eliminación física, por comandos terroristas, de altos oficiales de las fuerzas armadas, y de Carabineros, así como de dirigentes políticos y gremiales opositores […]”.
Pese a la verdad histórica, la UP ni fracasó ni fue derrotada. El 4 de septiembre de 1970 obtuvo 36.4 por ciento de los votos y en las parlamentarias de 1973, con un proceso desestabilizador en marcha, llegó a 44. La UP tenía el respaldo popular; Allende, legitimidad y su liderazgo se agigantaba a escala internacional. Científicos sociales, socialdemócratas, democristianos, ex marxistas, ex comunistas, defensores del gobierno de Boric, unen esfuerzos para mantener la verdad histórica. A Boric le vendría bien recordar a Allende: En 1938, luchábamos por ser la izquierda de un régimen y de un sistema. En 1970 no luchamos por ser la izquierda de un régimen capitalista, luchamos por sustituir el régimen capitalista
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A 50 años del golpe, los gobiernos posdictadura han mantenido el discurso de la reconciliación. Sebastián Piñera: “El pasado ya está escrito. Podemos recordarlo, estudiarlo y discutirlo, pero ya no podemos cambiarlo. […] Invito a mis compatriotas a recordar y conmemorar en forma pacífica y reflexiva este cuadragésimo aniversario del golpe militar de 1973, con un verdadero sentido de unidad, nación y futuro”. En 2003, Ricardo Lagos declaraba: “Las últimas palabras del presidente Allende no fueron expresiones de cólera, menos de resentimiento. […] Los chilenos debemos hacerlas nuestras para construir ese futuro”. Y Aylwin, en 1990, ante la tumba de Allende: “Al rendir juntos homenaje póstumo al gobernante de quienes unos fueron seguidores y otros fuimos adversarios, reconocemos nuestra común identidad y expresamos nuestra voluntad de privilegiar el futuro de la patria, que nos exige unirnos por sobre las disputas que en el pasado nos separaron […]. Debo decirlo con franqueza: si se repitieran las mismas circunstancias, volvería a ser decidido opositor. [...] Muchas fueron las causas de la crisis que sufrimos. Pero, así como ayer nos culpábamos de ella unos a otros, hoy hemos asumido –cual más cual menos– las responsabilidades que nos corresponden y, sobre todo, hemos aprendido de los errores que todos cometimos, para encaminarnos, con firme decisión, a superar el pasado doloroso, reconciliarnos y construir en conjunto el porvenir”. Y ¿cuáles serían esas circunstancias? Dejemos la palabra a Aylwin (24 de septiembre de 1973): “Tenemos el convencimiento –se refiere a la democracia cristiana– de que la llamada vía chilena al socialismo, que empujó y enarboló como bandera la UP estaba rotundamente fracasada, y eso lo sabían la UP y Allende, y por eso ellos se aprestaban a través de la organización de milicias armadas, muy fuertemente equipadas que constituían un verdadero ejército paralelo, para dar un autogolpe y asumir por la violencia la totalidad del poder, en esas circunstancias, pensamos que la acción de las fuerzas armadas simplemente se anticipó a ese riesgo para salvar el país de caer en una guerra civil o tiranía comunista”.
La verdad histórica fue la puerta de entrada para limpiar de sangre las manos de los verdaderos responsables: la derecha, la democracia cristiana, los militares traidores y la dupla Nixon-Kissinger. Desde Aylwin hasta Boric, todos los presidentes viven una mentira para justificar la traición y su apego a la economía de mercado.