Buenos Aires. Cada viernes por la noche y aunque el bolsillo cruja, Andrea va a bailar tango en Buenos Aires, una pasión irrefrenable que da vida a las milongas donde la música típica porteña, hoy como ayer, canta al amor y a las penurias económicas.
En la milonga se siente un abrazo de tango, una conexión con uno y con los demás. Es una inversión para el corazón y el espíritu
, declaró a Afp Andrea Censabella, de 36 años, habitué de La tierra invisible, una pequeña milonga del barrio de Parque Chacabuco que abrió hace un año desafiando una inflación que rebasa 100 por ciento anual.
Por una entrada de 400 pesos (poco más de un dólar al cambio oficial) en el modesto espacio de piso de baldosa, no hay arañas de cristal ni decoración, pero se baila al ritmo del piano y bandoneón del dúo Tango Cañón, que regentea el lugar. La música en vivo es un lujo que no pueden darse otras milongas obligadas a despedir músicos y bailarines por los costos que no paran de aumentar.
La milonga sobrevive porque es una necesidad. Crisis hubo y habrá siempre
, sostuvo Nicolás Di Lorenzo, pianista del dúo.
Esa necesidad también se explica en el valor del tango que tanto cantó al amor como a las dificultades de la gente de su tiempo.
En sus letras el tango siempre reflejó las crisis y el sufrimiento de la clase trabajadora
, dijo a Afp el historiador Felipe Pigna.
Cuando no tengas ni fe / Ni yerba de ayer secándose al sol / Cuando rajes los tamangos (zapatos) / Buscando ese mango (peso) Que te haga morfar (comer)
, escribió en 1929 Enrique Santos Discépolo en su tango Yira-Yira, el nombre que lleva una de las más tradicionales milongas de Buenos Aires.
Los tangos sociales de Discépolo se van actualizando con cada crisis. Uno escucha tangos de hace casi 100 años que lamentablemente cobran vigencia
, apuntó Pigna.
Corazón del tango
La milonga es el corazón del tango porque es el lugar donde éste respira, vive y late todos los días
, definió Ana Bocutti, vicepresidenta de la Asociación de Organizadores de Milonga.
En Buenos Aires hay un promedio de 30 milongas por noche, los siete días de la semana.
Las hay lujosas, informales, tradicionales y queers, adaptadas a estilos y bolsillos, incluso gratuitas como La otra, una milonga que funciona en una plaza frente al Congreso Nacional en cuyos recovecos se cobijan indigentes para pasar las noches.
Allí Valentín Rivetti, un bailarín de tango de 24 años, se gana la vida dando clases a cambio del dinero que el alumno pueda o quiera aportar.
Frecuentan el lugar milongueros de bolsillos flacos, aunque algunas noches también extranjeros que dejan buenas propinas, indicó Rivetti.
Estamos aquí para brindar un espacio libre, inclusivo, en donde podemos bailar tango sin necesidad de hacer una gran inversión
, expuso.
El milonguero, si puede, sale todos los días, pero cuando el poder adquisitivo aprieta es más fácil llenar las milongas chicas, a las grandes hoy les cuesta juntar 300 personas, han cerrado muchos espacios por la crisis. Hacer milongas no es redituable
, afirmó Bocutti.
Una vez a la semana organiza la milonga Yira-Yira en el club El Nuevo Gricel, de los más tradicionales de la ciudad, con pista para 200 parejas. Aunque la entrada cuesta 2 mil pesos (unos cinco dólares al cambio oficial), gran parte abona la mitad como cliente frecuente, otros entran gratis. A veces se ve lleno, pero no todos pagan, es para mantener vivo el ambiente
, explicó.
En algunas mesas hay botellas de champán o buen vino. En cambio, las que abundan son la de gaseosa y agua mineral.
Las bandejas ya no corren como antes, el milonguero cuida el bolsillo con tal de seguir viniendo
, señaló.
Como cada agosto, el Mundial de Tango que organiza la alcaldía de Buenos Aires revitaliza el ambiente milonguero con los dólares que traen turistas extranjeros.
Muchos contratan taxi-dancers por unos 30 dólares la hora, un mercado que está masculinizado debido a las reglas de las milongas clásicas en las que el hombre invita a bailar a la mujer
, sostuvo Inés Muzzopapa, consagrada bailarina, campeona en el Mundial de 2007.
Laila Rezk, bailarina y dueña del club El Nuevo Gricel declaró que a la crisis, que hay mucha, se suma la incertidumbre de este año electoral
, que tendrá presidenciales el 22 de octubre.
Hoy todos están cuidando su dinero, pero en Gricel no nos podemos quejar, hay otras milongas que la están pasando muy mal.