Santiago. Documentado está que en 1970 y años posteriores, durante la presidencia de Richard Nixon, el gobierno de Estados Unidos, en complicidad con la derecha política y empresarial, conspiraron permanentemente contra Salvador Allende, al punto de facilitar dinero y armamento que fue ingresado en valijas diplomáticas a Chile y que se empleó para financiar y cometer atentados.
Entre ellos, el del comandante en jefe del ejército, René Schneider, en octubre de 1970, para impedir que Allende asumiera la presidencia.
Hacia mediados de 1973, la situación política, económica y social del país había alcanzado tal nivel de polarización, que el presidente consideraba plebiscitar la continuidad de su gobierno.
Todos sabemos que Allende el 11 de septiembre de 1973 iba a anunciar que llamaría a un plebiscito y que si él perdía iba a convocar a elecciones. Eso está archiestablecido y por eso adelantaron el golpe, tenían temor que él ganara el plebiscito
, dice el dirigente y ex ministro Jorge Arrate.
Agrega que antes, específicamente después de abril de 1971, cuando Allende llevaba seis meses en la presidencia y la Unidad Popular (UP) acababa de ganar por mayoría absoluta las elecciones municipales, también se consideró realizar una consulta, pero los partidos de la UP no lo acogieron; fue el Partido Socialista (PS) quien hizo esa propuesta
.
–¿En qué consistía de manera específica?
–En plebiscitar un conjunto de materias que le dieran al gobierno más legitimidad para avanzar en la vía institucional. Nadie sostiene que sea sólo la intervención estadunidense, la oposición empresarial y de la derecha oligárquica el único factor que deterioró al gobierno de la UP. Hubo errores, pero para ponerlo más sencillo, ¿qué pasaría Chile hoy si Estados Unidos y los empresarios decidieran derrocarlo. ¿Cómo sería? Yo creo que en la oposición al gobierno actual hay una intención aviesa de triturarlo”.
–Se ha cuestionado la lealtad del PS con Allende.
–Hay mucho mito en eso, actualmente hay socialistas que dicen: que no ocurra ahora lo que hicieron con Allende, que lo abandonaron
. Eso no es así. El PS se constituyó y desarrolló en la heterogeneidad y eso puede ser muy virtuoso, pero también puede no serlo y se convierte en una lucha de corrientes que termina siendo destructiva. Efectivamente, en el PS había corrientes que tenían posturas extremas, pero de ahí a que el PS abandonara a Allende...; la relación entre (el secretario general) Carlos Altamirano y Salvador Allende era de una amistad íntima que nunca se rompió más allá de que tuvieron diferencias políticas. Altamirano tenía que representar ante Allende que había una opinión crítica que él compartía en muchos aspectos, en otros no, pero que debía transmitir. Siempre he pensado a Altamirano más como una correa transmisora entre La Moneda y sectores izquierdistas del PS.
La mayoría de quienes estuvieron con Allende el 11 de septiembre eran socialistas, ese día salieron y las pocas pistolas que había las trataron de usar, lo defendieron e intentaron ir a rescatarlo a La Moneda, el lugar donde él quería estar porque ese era su plan y su decisión...
–Lo anunció un año antes.
–¡Mucho antes!, un día me dijo, recuerdo dos expresiones, porque usaba metáforas: quiero que sepas, joven, a mí no me sacan de aquí sino en pijama de madera
; y otra vez yo no salgo de aquí sino con los pies para adelante
. Creo que los socialistas tuvieron muchos de ellos un comportamiento heroico el 11 de septiembre, es un partido que no tenía la fibra orgánica como para desplegarse y desordenadamente estuvo detrás de Allende.
El país hoy
–Hablemos del Chile actual. Se ha hecho cierto paralelismo entre la UP y el gobierno de Boric. ¿Qué tanta similitud puede haber?
–Ha pasado medio siglo, la UP es un hecho histórico que no admite calco ni copia –como diría (el dirigente socialista peruano José Carlos) Mariátegui–, que corresponde a un mundo determinado, bipolar, donde había condiciones sociales de vida completamente distintas. Están vigentes las preguntas a las que respondía la UP, porque sigue el hambre en el mundo, sigue la desigualdad escandalosa dentro de nuestras sociedades; en el caso de Chile está en el centro de nuestra problemática. Pero son 50 años después, comparar en términos políticos el gobierno de Boric con el de Allende es un sinsentido.
–Boric ha hecho un rescate de los gobiernos de la Concertación.
–La generación que hoy encabeza el gobierno no vivió la UP, la conoce de oídas por sus padres o los libros, pero no tuvo la vivencia, es una generación que probablemente nació en la época de la Concertación cuya mirada está en formación acerca de la UP y de Salvador Allende.
Y en relación con la Concertación, ellos tuvieron, como ocurre con los jóvenes, una mirada despectiva muy exagerada en su contra, los 30 años de la Concertación tienen elementos que son rescatables y valiosos; y lo que ha hecho Boric de comenzar a apreciar eso, lo hace con absoluta sinceridad, sin oportunismo, sino que se da cuenta que lo dijo en algunos momentos fue una mirada extrema.
–Su visión de que la derecha intenta triturar al gobierno de Boric, ¿a qué apunta con ese intento?
–Es evidente la acción de la derecha fundada en el control prácticamente absoluto de los medios de comunicación, hecho que nunca se había dado en Chile a este nivel. En el gobierno de la UP había tres o cuatro diarios que lo defendían, hoy no hay ninguno; había radios, ahora no hay ninguna que se identifique con el gobierno, ni canal de televisión. En la derecha hay quienes intentan consolidarse en una identidad parte de la cual es destruir a la izquierda; al Partido Comunista porque son anticomunistas esenciales y al Frente Amplio porque ven ahí una izquierda del siglo XXI que no se encuentra en la izquierda tradicional, específicamente en el Partido Socialista.
Entonces están destruyendo liderazgos, esa es la postura de los republicanos (extrema derecha), mientras el resto de la derecha está muy confundida porque no es capaz de levantar con dignidad una alternativa de diálogo democrático que los republicanos cierran, un fenómeno que no es propiamente de Chile, sino mundial.
–¿Y eso cómo explica en el caso chileno? ¿Cómo pasamos del Chile del octubrismo de 2019 a un país donde se discute una Constitución aún más conservadora que la de Pinochet?
–Ninguno de nosotros es el más adecuado para resolver esa ecuación, porque el conjunto de la izquierda no fue capaz de entender que podía desatarse este proceso, algo nos cegó y la gran oportunidad que fue la Convención Constitucional en 2021 se perdió; no creo que por errores de los convencionales a los que se ha atacado muy duramente, más bien diría que en Chile hay un quiebre entre los partidos y el mundo social y en la convención hubo mucha representación de ese mundo, de organizaciones que no son partidos, gente que no está en partidos.
Esa falta de sintonía entre los partidos y la organización social es el nudo a examinar para entender lo que ha ocurrido. La clave del desarrollo del allendismo y de la izquierda fueron sus 20 años dorados, entre el inicio de los 50 y comienzo de los 70, cuando siempre lo político y lo social estuvo amarrado; hoy están completamente separados, los partidos no son capaces de establecer una alianza virtuosa con los representantes de las organizaciones sociales, buscaron acuerdos como de trueque, no concordaron ideas comunes y por eso la convención terminó como conocemos.