En el Pedregal de Santo Domingo íbamos en brigadas a hacer tequios, como en la Rubén Jaramillo, cuando se levantó esa colonia de paracaidistas
, explica Díaz Enciso. Apoyamos la invasión de las tierras vecinas a las de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Yo estudiaba ahí; muchos de mis compañeros acudieron a mi llamado...
–Es que eres convincente.
–Cuando se inició el Pedregal de Santo Domingo, me hiciste un reportaje y dijiste lo mismo.
–Recuerdo al líder Héctor Percástegui; era un ángel caído del cielo.
–Le perdí la pista. Los ángeles desaparecen.
–Era un líder caído del cielo, flaco y huesudo, quien abrazaba a los que nada tienen. Vino a mi casa el día que se cayó el lavadero y lo volvió a poner en su sitio. El apóstol Percástequi sabía hablar a la gente y levantarles su casa. De él siempre pensé: Su capacidad de entrega va a matarlo
. A él nunca le tocó nada...
–Pues desapareció; varias personas lo andan localizando. Fui a buscar a la mamá de su hijo al Pedregal de Santo Domingo y no la encontré. Este 2023, la colonia cumple 52 años de fundada, lo mismo que La Escuelita, que dirijo y amo, ya que la levanté desde sus cimientos.
“Vamos a hacer un magno festival para conmemorar el aniversario de nuestro Pedregal de Santo Domingo e invitar a poetas, artistas, críticos, porque el año pasado no pudimos hacerlo por la pandemia. Ya invitamos a Lila Downs, a Horacio Franco (buenísima persona), a Gabino Palomares, a Atenea Ochoa, a María Inés Ochoa –hija de Amparo Ochoa–, la que entrevistaste. Arrancaremos con un convivio con las fundadoras Amigas por Siempre, y después de Las Mañanitas leeremos con magnavoz las historias del barrio...”
–Seguro van a invitar a María Rojo, su protectora...
–Con su apoyo y el del Instituto de Cultura publicamos un libro, pero quien destacó por su solidaridad con nosotros fue Alejandro Aura. Gracias a él publicamos nuestra memoria, y gracias a él también nuestro Instituto de Cultura pasó a ser Secretaría de Cultura. Durante tres días, viernes, sábado y domingo, festejaremos con baile, canto, música y recuerdos de una toma de tierras que no se ha vuelto a repetir. Hubo muchas balaceras. Corrimos todos los riesgos, y por eso vamos a leer en la vía pública Las mil y un historias del Pedregal de Santo Domingo. Acuérdate, Elena, de los enfrentamientos entre comuneros que se decían dueños de la tierra y nosotros que los sacamos. Durante mucho tiempo vivimos peleados, pero ahora nos vemos como compañeros.
“Yo estaba en la UNAM y salimos en brigada a apoyar la toma de tierras y algunos nos quedamos a construir lo que ahora es La Escuelita. Otros regresaron a la UNAM; yo me quedé a vivir en Santo Domingo, a cargo de La Escuelita, que es un tesoro. Otros cuates más radicales se fueron a la guerrilla en Guerrero, por eso no tuve maestros que dieran talleres, así que hice de todo. Fui a los barrios y busqué a los muchachos de las pandillas con los que me juntaba y los convencí de que dejaran el relajo y vinieran a encerrarse en un aula; logré hacerlos maestros. Ahora todos los colonos nos quieren.
“Los convencí a uno por uno, y luego otros me ayudaron a conseguir tablas y sillas. A esos muchachos antes les decían: ‘buenos para nada’, y de repente los llamé ‘maestros’; los traté con respeto a uno por uno, y cuando sintieron mi aprecio, se transformaron.”
–Fernando, supe que tu ejemplo cundió en otras colonias...
–Pasó lo mismo con chavos y chavas de otros rumbos. Desarrollé La Escuelita, la primera, en el Pedregal de Santo Domingo, y seguí el ejemplo de José Vasconcelos, quien enseñaba a cielo abierto. Recuerdo que los pequeños se sentaban en las piedras. Luego surgieron maestros de la misma comunidad y formamos grupos hasta sexto año de primaria. Muchos siguieron a la secundaria. Logramos construir seis primarias y tres secundarias, y ya se agotaron los terrenos disponibles.
–Fernando, ¿vinieron de la Secretaría de Educación Pública a ver lo que habías logrado por tu solo esfuerzo?
–Sí, y se formalizó la educación, y La Escuelita quedó como un centro cultural, con el nombre de Escuelita Emiliano Zapata. Quienes tomamos las tierras fuimos Manuel Romero, Juan Ramos, el Chino, que en esa época andaba a caballo y así cuidaba las tierras y, poco a poco, al arengar a la gente en la vía pública, me fui haciendo dirigente. Hice asambleas, me convertí en buen orador. Una vez quisieron aprehenderme en La Escuelita, y les dije a mis agresores: Déjenme dejar la tarea a los niños y nos vamos
, y en el pizarrón escribí: Me llevan detenido
. Los niños avisaron en la colonia y a los 10 minutos la gente llegó a la delegación a rescatarme. Los niños resultaron más listos que los policías.
–Pues qué suerte tuviste.
–Una vez me paró uno de los líderes en Los Fuertes; yo llevaba monedas de a 20 en las bolsas de mi chamarra porque repartíamos desayunos. En una camioneta, acarreábamos comida de una colonia a otra para dar huevo cocido, una rebanada de pan, un dulce y, sobre todo, un vaso de leche. Ya existían los desayunos escolares, pero como a nosotros no nos los llevaban, los trajimos de la colonia Ajusco hasta La Escuelita. María Esther Zuno, esposa de Echeverría, empezó la repartición de desayunos escolares. Ahora tenemos desayunador comunitario y comida del DIF para todos por 11 pesos. El alimento es balanceado y muy bueno.
–Ibas a contarme que te asaltaron…
–Como te dije, caminaba con mis manos en las bolsas, pero Manuel Romero y su gente pensaron que iba armado y me llevaron a la delegación, pero mis pequeños alumnos exigieron mi liberación.
“Antes me habían detenido en Tabasco, cuando publiqué la revista El cuarto poder. La repartíamos José Luis Camacho y yo, quienes difundimos todo el movimiento del 68. Nos encarcelaron allá un mes. En Macuspana nos torturaron llevándonos al río o al pantano para que confesáramos ser seguidores de Carlos Madrazo. Nos expulsaron de Tabasco y allá nuestro encarcelamiento fue una experiencia muy terrible. El gobierno persiguió a Carlos Madrazo y a Heberto Castillo y su Frente de Liberación Nacional. Volvieron a aprehenderme en la Ciudad de México por repartir en San Cosme un periodiquito, Girasol, con la Cooperativa de Cine Marginal. También me apresaron el 10 de junio de 1971 y el primero de septiembre con Manuel Romero, Juan Ramos, el Chino y Héctor Percástegui, maestro de secundaria que siempre ayudó en Iztapalapa y era un líder nato, un intelectual, un maestro. Así fue, Elenita.”