Ciudad de México. Llovía en el estadio Azteca como si nunca fuera a parar. Sobre las calles confluían corrientes de muy diversa procedencia mientras miles de personas quedaban varadas bajo puentes y estacionamientos. Resistir a eso durante tres horas era otra forma de vivir el clásico joven. Y aunque hubo quienes amagaron con irse, más de 36 mil 500 fueron testigo de otro partido en el que el América, con la complicidad de un portero rival cada vez más inseguro, derrotó 3-2 a Cruz Azul en la séptima fecha de la Liga Mx.
Pocos son los enfrentamientos entre ambos equipos que generan bajas emociones. Mucho tiene que ver la pasión y la rivalidad, pero también las burlas que supone un gran marcador al día siguiente. Si decir “¡Vamos, América!” en el mundo de La Máquina es plantar una afrenta, lo mismo ocurre del otro lado. Ninguno es bienvenido en el terreno de su rival. Durante muchos años, el hobbie preferido de los americanistas era recordar las finales perdidas de los celestes como su chiste favorito; ahora, en cambio, todo pasa por los errores de Jurado.
Algo ocurre con el portero mexicano cada vez que tiene en frente a las Águilas, una especie de pánico escénico que no le permite ratificar que está preparado para su puesto. Después del gol del colombiano Julián Quiñones (4), que presagiaba una nueva tormenta sobre su arco, el argentino Rodolfo Rotoni emparejó los cartones para mantenerlo a salvo (23). El empate, en medio de la lluvia, daba para pensar en un final abierto para cualquier equipo. Pero la expulsión de Carlos Rodríguez por un codazo le resolvió el camino a los locales.
Dos malas salidas de Jurado significaron los tantos de Richard Sánchez (45+5) y Brian Rodríguez (45+8) antes de irse al descanso. “Tenemos un portero sin manos”, gritaban desde las gradas cientos aficionados celestes. Nervioso y castigado por abucheos, el veracruzano trató de deshacerse de la pelota cada vez que ésta llegaba a él. Mucho más cuando Uriel Antuna (80), dejando en el suelo a Jonathan Dos Santos, hizo el 3-2 y ratificó que con 10 hombres no eran menos que su rival. El tiempo, sin embargo, fue insuficiente para cambiar la historia.