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Tanalís Padilla: la vigencia de las normales rurales pervive

28 de agosto de 2023 07:32

Ciudad de México. A más de un siglo de su creación, las escuelas normales rurales siguen vigentes, no sólo como instituciones públicas que ofrecen formación profesional a los hijos de campesinos, sino como centros fundamentales de resistencia colectiva en defensa del derecho a la educación y la justicia social, afirma Tanalís Padilla, profesora-investigadora de historia en el Instituto Tecnológico de Massachusetts.

En entrevista con La Jornada, la autora de la obra Lecciones inesperadas de la Revolución: Una historia de las normales rurales, de reciente publicación en la editorial La Cigarra, destaca su relevancia a más de un siglo de su fundación. Promueven la formación de docentes con conciencia social y representan, asegura, uno de los principales diques contra las políticas del neoliberalismo.

Establecidas como proyecto de Estado, tras concluir la Revolución Mexicana, para formar docentes que diseminaran los principios de justicia social del ideario revolucionario en las comunidades, su subsistencia como instituciones herederas de la gesta armada es resultado de la enorme capacidad de resistencia de sus estudiantes, pero también porque las causas que les dieron origen persisten hoy en día: pobreza y desigualdad social.

Otra de las razones, subraya, por la que siguen en el foco de la vida nacional es el caso Ayotzinapa. La desaparición de 43 de estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, Guerrero, el 26 de septiembre de 2014, reconocido hoy por el actual gobierno federal como un crimen de Estado, trajo a la mirada nacional nuevamente a estas instituciones que muchos no sabían que existían o no conocían bien. Fue un hecho que conmovió al mundo y nos obligó como país a examinar a las normales rurales y a sus estudiantes.

–¿Las normales rurales aún son espacios de construcción de resistencias contra el neoliberalismo?

–Son centros importantísimos de resistencias. No se les puede caracterizar, como lo hace la derecha o muchos medios masivos, como centros de guerrilleros o descalificar a sus estudiantes. Son centros de resistencia porque de forma continua se les ha querido desaparecer, se les abandona o abiertamente se les ataca quitando los fondos para su subsistencia.

Y esto hace que los estudiantes que quieren una educación, que dependen de estas instituciones para ello, aprendan a resistir, pero lo hacen de forma colectiva. Son formas de resistencia que reviven y reinventan para seguir protegiendo su derecho a la educación, pero también para vincular ese derecho con otros principios de justicia social, no sólo de los emanados de la Revolución Mexicana o la educación socialista.

Leyenda negra

–¿Qué fomenta la leyenda negra del normalismo rural?

–Cualquier crítica que los vete por estar en las calles, tomando casetas o resistiendo, ignora el contexto del motivo que lleva a los estudiantes a estas prácticas. La pregunta es por qué el Estado los obliga a recurrir a ellas al negarles el financiamiento, incluso de las cosas más básicas, como alimentos y colchones. Y cuestionarnos el porqué estos jóvenes deben volver a salir a las calles.

“Otro factor es que las normales rurales surgen como instituciones para hijos de campesinos con internado, que aunado a su legado socialista en su organización hace de estas instituciones algo único no sólo en México, sino en América Latina y el mundo.

Esa particularidad debe defenderse y servir como modelo de cómo se podría hacer justicia en México. Deberíamos reconocer que, a más de cien años de la Revolución Mexicana, aún hay injusticias de todo tipo. Podemos aprender de las normales rurales para hacer justicia y lidiar con los problemas que siguen muy vigentes en el México de hoy.

Sin embargo, la experta en el estudio del normalismo rural advierte que pese a la toma de conciencia y a una profunda politización de sus estudiantes, no todos los que pasan por sus aulas egresan como líderes sociales.

“Por el contrario, muchos se vuelven institucionales e incluso se integran al charrismo sindical. O se quedan nada más como maestros de aula. En realidad es una minoría los que se vuelven líderes sociales tanto en los espacios urbanos como campesinos, pero los líderes sociales, los revolucionarios, siempre han sido una minoría. Lo importante es que puedan conectar esas inquietudes sociales con otras más amplias y llevarlas hacia el cambio y la movilización”, indica.

Es esa minoría la que en el imaginario de la derecha quisieran que no existiera, que no se interesara por los problemas sociales, e incluso en ciertos sectores de la izquierda, que desearían ver otras formas de lucha.

–¿Qué ha pasado con las normales rurales de mediados del siglo XX a la fecha?

–Una de las formas en que resurgen los intereses de la derecha a mediados del siglo pasado es con el pretexto de la guerra fría, que a diferencia de lo que ocurre en otras latitudes, en América Latina se presenta como contrarrevolución y un ataque directo a las conquistas sociales, lo que permite criminalizar y descalificar la lucha obrera, campesina y, sobre todo, la estudiantil.

En este contexto, explica, se presenta el 2 de octubre y la matanza de Tlatelolco, que fue muy importante en el movimiento estudiantil en la Ciudad de México. En el libro trato de explicar que no sólo en la capital del país, sino también en la periferia había movimientos estudiantiles y los normalistas son uno de ellos.

A los estudiantes de la capital, resalta, se les frenó con el 2 de octubre, pero a los normalistas rurales se les debilitó de una forma muy muy severa, no sólo con el cierre de la mitad de las escuelas en el país, sino también se acortó su formación normalista de seis a cuatro años, lo que limitó el tiempo para su concientización política.

Por décadas, señala Padilla, los normalistas rurales han estado en el centro de las preocupaciones de los gobiernos en turno. Gran parte de la documentación que utilicé para escribir el libro son documentos de inteligencia del Estado. De las secretarías de Gobernación y Seguridad, donde se nota qué tan vigilados los tenían. Hay reportes diarios de qué están haciendo, a qué autobús se subieron, qué asientos ocuparon, cómo iban vestidos. Los tenían permanentemente vigilados, y eso denota la preocupación del Estado.

Frente a la erosión de los principios democráticos y de justicia social plasmados en la Constitución de 1917, sostiene la investigadora, y pese al paso de la guerra fría y su contrarrevolución, de la aplicación de políticas neoliberales, las normales rurales son las instituciones herederas de la Revolución que lograron sobrevivir, lo que fue posible, sin duda, por la lucha de sus estudiantes.

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