El deporte no puede entenderse sin una cuota de sufrimiento. La competencia carece de sentido sin el suplicio al que se entregan los aficionados, nadie va al teatro a desmentir un drama porque se trata de una ficción. En su propio estadio, que fue un infierno de muchas maneras, los fieles escarlatas pasaron de la angustia a la esperanza para despeñarse al final en la frustración: Diablos Rojos fue eliminado de la postemporada por los Pericos de Puebla con pizarra de 4-3 en seis juegos.
Cuando el México gana de manera desesperada y caminando sobre el fuego dicen que es a la diabla. Y ayer parecía que el estupendo trabajo en la loma de Pericos y ese insondable capricho del azar los llevaba a ese camino.
Estos Diablos reaccionaron demasiado tarde. Eso sí, a tiempo para dar un juego digno y morir en la línea, mientras los asistentes, con los pelos de punta, veían a sus queridos Rojos a punto de cambiar la historia, una con casa llena y otra en la jugada final. Pero la victoria a la diabla no sucedió.
Los Rojos llegaron a este sexto juego de la Serie de Zona como el condenado al cadalso. Sólo una victoria les daría vida en esta postemporada. En cambio Pericos sentían el alivio que brinda la ventaja de llegar con el 3-2 a su favor.
Los escarlatas despertaron demasiado tarde, hasta el octavo episodio. Ahí anotaron tres carreras que les dieron la ilusión a los aficionados de que otro mundo era posible. Pero el tiempo no les alcanzó y el último out, que parecía la promesa de un mejor final, se estampó con la realidad llamada Peter O´Brien, el jardinero del Puebla, quien de un manotazo disipó el sueño de los Rojos.