Madrid. “¡No voy a dimitir!”, aseguró hasta cinco veces seguidas Luis Rubiales, presidente de la Real Federación Española de Futbol (RFEF), durante su discurso ante la Asambea Extraordinaria que convocó él mismo para explicar sus gestos machistas y vejatorios durante la celebración de la final del Mundial de Sidney, en el que la Selección española femenina se alzó con la victoria. Durante la entrega de las medallas, Rubiales sujetó de la cabeza a la jugadora Jennifer Hermoso, que forma parte de la plantilla del Pachuca, para darle un beso forzado.
A pesar de que todos daban por hecho que Rubiales presentaría su dimisión y se apartaría del cargo, tanto por la presión de los principales estamentos deportivos del país y a nivel internacional, como la FIFA y el Conseje Superior del Deporte (CSD), como por la presión social, el presidente de la RFEF se negó a renunciar. Más aún se dijo “víctima” de una “cacería política y mediática” y hasta anunció querellas por difamación y vulneración de su honor por las palabras vertidas por algunos miembros del gobierno, como la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, y la ministra de Igualdad en funciones, Irene Montero.
En relación al beso que le propinó por la fuerza a Jenni Hermoso, Rubiales aseguró que se trató de “un pico consentido” y que incluso fue la propia jugadora quien se lo propuso. Del único hecho que sí pidió disculpas fue por haber celebrado la victoria del equipo español sujetándose los genitales en el palco y haciendo gritos y aspavientos desaforados.
Rubiales incluso anunció cambios en su equipo cercano y una serie de remodelaciones al interior del organismo, al tiempo que anunció que una vez concluida la Asamblea se iría unos días de vacaciones “para desconectar”.
Ante la negativa de Rubiales a renunciar al cargo, tanto el presidente del CSD como representantes de la Fiscalía General del Estado anunciaron actuaciones inmediatas ante los tribunales, tanto para forzar su inhabilitación como para presentar una denuncia por agresión sexual.