Nueva York y Washington. Es omnipresente e incesante el espectáculo político Trump, y para muchos analistas de un amplio abanico ideológico, amenaza nada menos que al propio sistema democrático electoral de Estados Unidos, otra vez más.
“Su persecución no es una cacería de brujas. Es una defensa de nuestra democracia”, resumió estar semanas el reconocido intelectual público, profesor en Berkeley y ex secretario del Trabajo, Robert Reich.
Ningún otro ex presidente ha sido formalmente acusado antes de cometer crímenes, mucho menos sujeto a cuatro acusaciones criminales -dos de las cuales tienen que ver con intentos de descarrilar el proceso electoral e incluso intentar un golpe de Estado- que contienen un total de 91 cargos criminales, al igual que ningún mandatario había sido sujeto al impeachment dos veces durante su estancia en la Casa Blanca, y ningún otro presidente ha sido declarado culpable de violación sexual, de acciones ilegales de contabilidad para encubrir pagos para silenciar a una actriz de porno, ni acusado por varias mujeres de hostigamiento sexual.
Y eso no incluye su récord de mentiras y falsedades documentadas, su apoyo implícito y explicito a organizaciones de ultraderecha incluyendo agrupaciones neonazis, ni su constante esfuerzo para nutrir la violencia racial y antimigrante, sobre todo contra México, cuando estaba en la Casa Blanca hasta ahora como parte central de su mensaje de su campaña electoral.
Con ello, la próxima elección ya no es un concurso político, ni una contienda entre dos partidos y sus candidatos, sino un espectáculo, y eso es justo como lo desea el acusado Donald Trump. Pero no se pueden pronosticar las consecuencias de esta estrategia, y por ahora Trump tiene una cita para entregarse personalmente, una vez más, a las autoridades en el condado de Fulton en Georgia antes del 25 de agosto.
Y su equipo de abogados se mantendrá muy ocupado en los próximos días. Mientras tanto, el proceso judicial federal sobre su intento para descarrilar el proceso electoral procede con una próxima audiencia citada para el 28 de agosto.
El juego ahora para el acusado es cómo utilizar los procesos judiciales que buscan que el ex mandatario rinda cuentas por una serie de delitos ampliamente documentados para fines políticos culminando en un retorno triunfal a la Casa Blanca, donde no descarta un auto-indulto y con ello evitar lo que para cualquier otro acusado de los mismo delitos implicaría años de prisión.