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Entre turbulencias, Petro cumple su primer año en el gobierno de Colombia

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El “primer gobierno popular en la historia de Colombia”, como le gusta definirlo al presidente Gustavo Petro, cumple hoy un año. En imagen de la semana pasada, durante un encuentro con líderes de la guerrilla del ELN y organizaciones civiles en Bogotá. Foto Afp
07 de agosto de 2023 07:27

Bogotá. El “primer gobierno popular en la historia de Colombia”, como le gusta definirlo al presidente Gustavo Petro, cumple hoy un año en medio de feroces críticas y cerrados aplausos, elogios y diatribas, algo de melodrama y muchos retos de cara al futuro.

A Petro le quedan tres años para lograr que su mandato deje huella en el país medio capitalista y medio feudal que recibió el 7 de agosto de 2022, día en que llenó de simbolismos revolucionarios el acartonado protocolo que suele acompañar la llegada de los presidentes a la Casa de Nariño.

Hace un año ordenó ante una multitud emocionada que la espada de Simón Bolívar presidiera su toma de posesión, y luego pidió a María José Pizarro, hija del inmolado líder de la guerrilla del M-19 Carlos Pizarro, que lo invistiera con la banda presidencial.

Con este mensaje inequívoco de que un ex guerrillero había llegado a la presidencia, Petro dio inicio a un periodo que ha navegado entre turbulencias cada uno de estos 365 días, enfrentando a élites políticas y económicas decididas a impedir que su programa de transformaciones sociales salga adelante.

Es la economía…

La mayoría de analistas locales coincide en que el énfasis de la agenda de este primer año ha sido económico, primero con la aprobación en el Congreso de una ambiciosa reforma tributaria que puso a pagar más impuestos a los grandes capitales y luego con la puesta en marcha de un plan de desarrollo de cuatro años cuyo acento principal es el aumento de inversiones estatales en educación, salud, vivienda social y reforma agraria. Uno de los ejes del plan es el impulso a la “economía popular”, estrategia que busca poner ingentes recursos al alcance de pequeños y medianos empresarios históricamente excluidos del acceso al crédito.

Sin ocultar su asombro, los profetas del apocalipsis que vaticinaban una debacle económica han tenido que reconocer que las principales variables de la economía colombiana han mantenido buen comportamiento, en especial la inflación –que ronda 12 por ciento– y el desempleo, que ha logrado volver a un dígito, situándose en 9 por ciento según cifras oficiales dadas a conocer la semana pasada.

Tampoco se ha producido la pronosticada desbandada de la inversión extranjera del país ni un colapso cambiario. El dólar, que en algún momento se disparó llegando a la temida cifra de 5 mil pesos, volvió a cotizarse a 4 mil.

Apagar el incendio

Petro recibió un país incendiado, inmerso en un tenebroso ciclo de violencia derivado de la falta de voluntad de los gobiernos de Juan Manuel Santos e Iván Duque para ejecutar el acuerdo de paz firmado en 2016 con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

“Después de conseguir que las FARC entregaran hasta su última pistola, Santos se dedicó a hacer lobby para obtener el premio Nobel y se desentendió de la implementación del acuerdo de paz, lo cual generó nuevas expresiones de violencia”, dijo a La Jornada el politólogo Horacio Duque.

Agregó que durante el gobierno de Duque la implementación del acuerdo de paz entró al congelador, lo cual hizo que crecieran exponencialmente nuevas fuerzas guerrilleras, se fortaleciera el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y surgieran por doquier grupos armados vinculados al narcotráfico y a la minería ilegal.

Petro advirtió que para ejecutar la agenda de cambios sociales se hacía indispensable cerrar de una vez y para siempre los círculos sin fin de la violencia y puso en marcha una estrategia denominada “paz total”.

Designó para esta misión a Danilo Rueda, curtido defensor de derechos humanos que se ha pasado media vida en las regiones y territorios afectados por la guerra, a quien se le ve poco por los fríos pasillos de la Casa de Nariño.

“Todavía nos falta llegar a algunos lugares de la Costa Pacífica, así como a regiones fronterizas con Brasil y Panamá, pero ya hemos hecho presencia en todas las demás regiones donde las comunidades son más afectadas por la violencia”, contestó Rueda cuando La Jornada le preguntó cuántos kilómetros había andado detrás de la paz en estos 12 meses.

En su balance de este primer año, el comisionado de paz puede exhibir una consolidada mesa de diálogos con el ELN, guerrilla que acaba de pactar un alto el fuego de seis meses con el gobierno, así como el inminente comienzo de conversaciones formales de paz con una de las disidencias de las FARC aún en armas denominada Estado Mayor Central (EMC). Según informes militares, esta fuerza insurgente opera en 15 departamentos donde se enfrentan a la fuerza pública, pero también a otra de las disidencias farianas, la denominada Segunda Marquetalia que comanda Iván Márquez.

Según Rueda, con esta guerrilla no se han podido empezar los diálogos por obstáculos legales, ya que sus principales líderes son firmantes del acuerdo de paz de 2016.

Giro radical en política exterior

Después de que Duque invirtió cuatro años tratando de sacar al presidente Nicolás Maduro del Palacio de Miraflores, la primera decisión en política exterior que tomó Petro fue reanudar las relaciones diplomáticas y comerciales con Venezuela, país con el que Colombia comparte 2 mil 200 kilómetros de frontera.

Este fue el primer eslabón de un giro radical en la política internacional de un país acostumbrado durante siglos a ser considerado “el principal aliado de Estados Unidos en la región”. Sin confrontar a Washington, donde estuvo en visita oficial invitado por el presidente Joe Biden, Petro ha introducido nuevos temas en la agenda internacional de Colombia, haciendo énfasis en los asuntos ambientales y la urgencia de una transición energética que impida el colapso del planeta.

Reactivó la membresía del país a Mercosur y asumió un liderazgo regional junto con Brasil para detener la destrucción de la amazonia, al tiempo que invitaba, desde la Organización de Naciones Unidas, a poner fin a la llamada “guerra contra las drogas” con un nuevo enfoque que no descarta la despenalización del comercio y uso de las sustancias que hoy están prohibidas.

Acuerdo sin eco

Pese a sus reiterados llamados a lograr un gran acuerdo nacional, Petro ha visto desmoronarse las precarias alianzas que construyó en las primeras semanas de su mandato, lo cual ha dificultado el trámite de sus reformas en la rama legislativa. La reforma al sistema de salud, actualmente en manos de empresarios que ganan fabulosas sumas haciendo de intermediarios entre los usuarios y los hospitales, hace un penoso trámite en el Congreso, donde ha ido perdiendo su esencia. También camina entre tropiezos una reforma pensional que intenta garantizar una vejez menos penosa para millones de hombres y mujeres que trabajan en la economía informal.

“No estoy obsesionado en pasar reformas. Prefiero cambiar la relación entre el Ejecutivo y el Legislativo que actualmente se basa en que el gobierno premia a los congresistas que lo apoyan transfiriendo dinero público a particulares, lo cual siempre termina en corrupción”, comentó Petro en reciente entrevista, asegurando que “el pueblo de todas maneras va a exigir las reformas que el Congreso no apruebe”.

Lo que realmente le preocupa al presidente, según declaró a La Jornada uno de los parlamentarios del Pacto Histórico que asistió la semana pasada a una reunión de emergencia con Petro, es que las fuerzas que lo llevaron a la Casa de Nariño estén desarticuladas.

“El presidente no se ahorró ironías para insinuar que la bancada parlamentaria del Pacto Histórico se está comportando de manera muy parecida a los partidos tradicionales”, comentó la fuente.

Se busca al libretista

El primer año de Petro en la presidencia llegó acompañado de un escándalo mediático derivado del arresto de su hijo mayor, Nicolás, quien declaró la semana pasada ante la Fiscalía General que parte del dinero de origen ilícito que él y su ex esposa recaudaban y se robaban usando el nombre de su padre, sí llego a las arcas de la campaña electoral “Petro Presidente”.

El episodio, de tinte telenovelesco, incluye a una mujer que, después de comprar mansiones y autos lujosos con dineros calientes, descubre que su marido la engaña con su mejor amiga y decide desahogar su despecho en la sala de redacción de una revista abiertamente hostil al presidente.

Agréguese a la trama que el hijo intenta hundir a su padre con el argumento de que “toda mi vida me sentí abandonado” y que el padre sólo atinó a decir “yo no lo crié” cuando descubrió sus andanzas.

Petro ha dicho que nada ni nadie lo detendrán en su empeño reformista, así le toque transitar los próximos años bajo la sombra de un culebrón con toques de tragedia griega que ya debe estar en la mesa de varios libretistas.

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