Ciudad de México. En un animado ambiente creado por la multitud de intereses y edades de los asistentes, este domingo concluyó la edición 16 del Gran Remate de Libros y Películas en el Monumento a la Revolución. Paloma Sáiz, coordinadora de la Brigada para Leer en Libertad, calculó que en estos remates se venden medio millón de ejemplares.
La cifra oficial de venta de libros de la anterior edición se estimó en más de 300 mil títulos, pero la promotora cultural dijo a La Jornada que esa cifra parece quedarse corta, porque hay imprecisiones en los datos que reportan algunos expositores.
Sobre la cantidad de asistentes, la organizadora sostuvo que es difícil conocerla porque es un lugar abierto. Destacó la extracción social de los asistentes a esta venta: “Clase media y media baja, porque es la única posibilidad que tienen de comprar libros. En general, hay libros para todo el mundo”.
Desde la mañana de su jornada final, el remate reunió en la Plaza de la República a gran número de personas que buscaban títulos, provocando un entorno casi festivo en el conocido espacio capitalino.
La presente edición de la venta, que se inició el miércoles pasado, contó con 180 estands para más de 300 sellos editoriales, como el Fondo de Cultura Económica (FCE), Ediciones Pentagrama, Penguin Random House, Santillana, Editores Mexicanos Unidos y Sexto Piso, que pusieron a la venta libros, películas, discos y viniles a precios de entre 10 y 150 pesos.
Paco Ignacio Taibo II, director del FCE, comentó a este diario que además de los libros abajo de 150 pesos de las colecciones Popular, Vientos del Pueblo y de divulgación de la ciencia, “teníamos dos ofertas muy especiales: libros de bodega y que sacamos, con los cuales nos ha ido muy bien, y una mesa entera de temas de la Revolución Mexicana”.
Afirmó que “los remates sirven para poner los libros en manos de lectores reales”. El Fondo y Educal, contó el historiador, llevaron entre 8 mil y 10 mil ejemplares cada uno. “Puede ser más porque se han estado reponiendo. En general ha sido un éxito”.
La librería Educal vendió el sábado pasado mil 310 ejemplares. El domingo, hacia el mediodía ya había colocado más de 300 libros.
La atmósfera en el último día de la venta se nota en los sonidos. Si un asistente cerraba los ojos y ponía atención, escuchaba el sonido mecánico de una bicicleta y alguna carriola, la música a retazos desde la lejanía, campanillas, fragmentos de conversaciones sobre libros o el quehacer doméstico, la explicación de algunos títulos, un claxonazo, carcajadas, los pasos de una multitud, la caja registradora, el roce de las lonas en las orillas de la carpa, un niño exclamando: “¡Uf, uf, qué buen libro!”, y más risas.
La visión es tumultosa y llena de estímulos: el movimiento de las personas, los contrastes entre la sombra y la luz, el laberinto de libros explorado por los lectores, la diferencia de los atuendos desde lo más colorido de los ciclistas hasta los oscuros de roqueros y la sobriedad del vestir de los adultos mayores y la frescura de prendas en los jóvenes. Una actitud común es la concentrada, alegre o expectante. La reiterada atención arrobada de los lectores de todos los tipos.
Comprar y revender
Una madre y su hija llevaban casi una treintena de libros. Los revisaron con minuciosidad. Contaron que vienen de Puebla, donde los libros son muy caros, y que aprovecharon esta oportunidad para adquirir obras y llevarlas a su ciudad para revenderlos.
La pequeña, de unos 10 años, relató que los títulos que le gustan a las personas de su edad son los de terror y misterio. También llevan ilustrados, diccionarios y ejemplares para colorear, terció su mamá. Han gastado unos mil 500 pesos este día y vienen desde hace dos años, dijo la madre.
En el espacio de Planeta, uno de los encargados mencionó que aunque no traen lanzamientos, todos sus ejemplares son nuevos y están preciados entre 20 y 149 pesos. En muchas ocasiones, agregó, es una rebaja de 80 por ciento. “Hay gente que sabe a lo que viene y se lleva una maleta de libros”, comentó con cierto orgullo.
Una gesto repetido es el de las personas que llevan ejemplares en las manos: los sujetan con cuidado, los palpan como para cerciorarse de que aún los tienen mientras avanzan entre los pasillos hasta con cuatro títulos, aunque tengan mochilas donde cargarlos. Es hasta que tienen que revisar otros libros, que se deciden a guardarlos.
Paloma Sáiz destacó que en una actividad como esta no hay financiamiento. “Lo único que hay es el apoyo de la Secretaría de Cultura en la publicidad y los baños públicos. Todo lo demás lo pagamos entre todos. Al final sale mil veces más barato que como se hacía antes”.
Recordó que este proyecto comenzó cuando se enteró que se trituraban los libros. Le dijo a las grandes editoriales que iba a dar a conocer ese dato públicamente, ignorado entonces. Les propuso que se realizara una venta de este tipo, primero en el Auditorio Nacional, y adonde realmente llevaran los que iban a ser destruidos.
Criticó que algunos sellos trituran libros tres días antes de empezar el remate. “No se vale, porque no queríamos que se hiciera. Si puedes venderlos, aunque sea a 10 pesos, vas a beneficiarte más que triturándolos.
“Hay cantidad de libros que no han tenido oportunidad porque no han tenido difusión o cuyo autor no es tan conocido, pero su texto es muy valioso. Queremos que saquen esos libros para que la gente los compre”.