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50 años sin Cuca García

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Rostro de Cuca en imagen de óvalo. Ciudad de México [circa 1937]. Fotografía incluida en su expediente como Veterana de la Revolución. Fuente: AHSDN, Sección Documental Veteranos de la Revolución. Expediente María del Refugio García Martínez D/112/M-908, foja 19.
15 de julio de 2023 10:35

La actuación de María del Refugio (Cuca) García Martínez (Taretan, Michoacán, 2 de abril de 1889-Ciudad de México, 16 de julio de 1973) como sujeta política me resultó un observatorio privilegiado para entender las luchas políticas y sociales de la época, a la vez que es ejemplo para quienes siguen manteniendo vivos sus ideales de revolución social por la construcción de una sociedad incluyente y equitativa.

Cuca García puso su grano de arena en la edificación de un mundo con aspiraciones de igualdad y justicia social que pretendía concretar el imaginario comunista por medio de la querella del proletariado, y desde una perspectiva de la lucha de clases. Incluso, algunas de sus banderas y reivindicaciones feministas sostenidas por Refugio García a lo largo de varias décadas en los avatares del México posrevolucionario, todavía, a la luz del siglo XXI, son parte nodal de los compromisos políticos y sociales de las mujeres del México de hoy. Mediante su ideario político y sus reivindicaciones de emancipación femenina, Cuca hizo coincidir su visión personal con la voluntad colectiva de toda una generación de mujeres y hombres como actores claves para enfrentar la conmoción revolucionaria con proyectos alternativos al poder constituido y de carácter social para ofrecer respuestas a las calamidades sociales que afectaban de manera más directa a las mujeres y a la niñez. Refugio nunca se desligó de sus primigenios ideales revolucionarios, pero fue asimilándolos, transmutándolos e insertándolos, con sus acciones y con sus palabras, en el pensamiento y la praxis de la izquierda mexicana de la primera mitad del siglo XX; con una marcada inclinación hacia las mujeres y con un decidido proceder en resistencia, tanto individual como colectiva.

La existencia de Cuca implicó muchas vidas entrelazadas con el objetivo común de relacionarse con el poder masculino y enfrentarlo con distintas estrategias en su calidad de mujer revolucionaria. Fue en esencia una trabajadora de la revolución, pues concentró todos sus esfuerzos vitales en la lucha por el cambio social.

En el fondo de sus acciones y discursos, Refugio replicó, hasta donde le fue posible, las sempiternas construcciones ideológicas y culturales que delimitaban a las mujeres en sus recintos hogareños bajo el peso de su domesticidad y su maternidad, como sus espacios naturales y únicos para sus opresivas existencias. También abrió para las mujeres trabajadoras, y hasta donde le fue posible, las puertas de proyectos de vida comunitarios y colectivos en los campos laborales, de salud, educativos, culturales e intelectuales para romper su extendida marginalidad.

La vitalidad de Refugio fue tan intensa que contiene numerosos alientos empuñados incesantemente como sus armas transformadoras para darse a sí misma el valor y poder transmitir el coraje a miles de mujeres como gestoras de sus propias rutas existenciales. Todas ellas con suficientes arrestos para cuestionar, como estirpe generacional, no sólo la realidad social y el statu quo que solidificó el México posrevolucionario, sino también para controvertir la desigualdad específica de las mujeres, y, por tanto, al sistema de valores y dominación del régimen imperante, así como sus relaciones más cotidianas e íntimas; entre mujeres y varones; entre mujeres, sociedad e instituciones, y entre mujeres y familia. En esta tesitura considero que su feminismo histórico tuvo tonos “subversivos” –a manera de atributos potentes que subvierten y trastocan el orden-, y fue, siguiendo a Mary Nash, parte de los procesos sociales “de renegociación de los términos del contrato social de género”, lo cual significó modificaciones y reajustes “de las bases de dominación de género establecidas en la sociedad”.

El feminismo de Refugio tuvo el gran reto de concretar en la realidad cotidiana de las mujeres su aspiración de igualdad; pero una igualdad militante que abrevó de la revolución. No en balde resume Michel Perrot las contradicciones y las inconsistencias de este feminismo: “En la teoría, que subordina la lucha de sexos a la lucha de clases; en la práctica del poder que se apoya sobre partidos, incluso sobre la dictadura de un proletariado muy masculino. Entre la virilidad del militante y el ama de casa ideal las mujeres comunistas no tienen escapatoria”.

Cuca García fue una mujer de carne y hueso, inconforme, visionaria y sensible. Puedo llamarla figura icónica del feminismo de la primera mitad del siglo XX porque al lado de grandes contingentes de mujeres aspiró a nuevos roles en el ámbito político; cuestionó las prerrogativas masculinas sobre el espacio público, y debatió de diversas maneras el sentido varonil patrimonialista de los distintos órdenes de la sociedad. También delineó el cambio social bajo una estrategia de diálogo y acercamiento con las mujeres trabajadoras del campo y la ciudad, y se mantuvo a ras de la calle y en convivencia directa con su gente en tanto pueblo trabajador. Esta peculiaridad le ofreció a Refugio una ruta alternativa a su praxis revolucionaria frente a la virilidad militante de la que nos habla Perrot.

No podemos dejar de mencionar que, de igual manera, García Martínez integró la generación de mujeres sufragistas en el empuje por el voto femenino y los derechos de las mujeres, en esa larga búsqueda por dejar atrás el ideal y el perfil femeninos impuestos por las estructuras patriarcales, definidos como “débiles de carácter”, “menores de edad” o simplemente como seres humanos de segunda, sin existencia propia. Esa historia de acción colectiva puso las bases para “desmontar la creencia generalizada de que la política no es asunto de las mujeres, de salvar la distancia que había entre el espacio privado con sus tareas domésticas y el quehacer político de la esfera pública en la que se ejerce en plenitud la ciudadanía”.

A la distancia y en retrospectiva se acrecienta el sentido de las luchas de emancipación de Refugio enlazadas “con las reivindicaciones actuales más urgentes, en pro de la igualdad, la libertad y una vida digna”. Cuca, hacedora de batallas femeniles, como muchas otras mujeres “que fatigan el mundo a partir de su propio potencial y logran cosas y –a veces- pierden otras”.

El reportero Ricardo Rangel, de Últimas Noticias de Excélsior, hizo una primera llamada de atención acerca de las condiciones en las cuales se debatía Cuca García en noviembre de 1965. Y mostró la imagen de una mujer septuagenaria que vivía de la caridad. “Su mirada triste y rostro demacrado muestran el dolor de sentirse abandonada por la ‘familia revolucionaria’”, sufriendo hambre y enfermedades. Todavía en ese periodo Refugio tenía la expectativa de que la burocracia atendiera el reconocimiento oficial en su calidad de veterana de la Revolución declarado el 20 de septiembre de 1946, y avalado en ese entonces por el general Francisco L. Urquizo, secretario de la Defensa Nacional. En dicho documento se declaró que:

María del Refugio García trabajó fervientemente en pro del movimiento maderista de 1910-1911, y constitucionalista en 1913, allegando innúmeros revolucionarios al movimiento armado, a los que indujo a incorporarse a las fuerzas del general Escalante, que operaba en la región de Michoacán, en el maderismo.

Al reconocer su lucha contra el régimen contrarrevolucionario de Victoriano Huerta, fue galardonada con dos condecoraciones al “Mérito Revolucionario”. Sin embargo, ya para el periodo de los años sesenta Cuca había sido presa de la infamia porque no recibía su pensión como veterana de la revolución. La respuesta lacónica que obtuvo en febrero de 1966, por parte de la Comisión de Estudios Pro Veteranos de la Revolución, fue: “no existe partida en el presupuesto para concederle el beneficio que solicita”. Por tanto, subsistía “con sus dos piernas fracturadas al ser atropellada por un vehículo”. Y a la par enfrentaba un problema grave porque el dueño del inmueble “le fijó plazo para que desocupe su cuarto de la humilde vecindad de Libertad 116, altos 1”.

No obstante, su deplorable situación todavía tenía vivo en su memoria el imaginario revolucionario que la había guiado toda su vida, expresando “con energía al reportero, en tanto su voz y ojos se encienden”: “La Revolución no ha acabado. Nuestros campesinos se mueren de hambre, en tanto que funcionarios corrompidos se roban las tierras y explotan a los trabajadores del campo”.

El reportero Ricardo Rangel allegó información a los lectores mencionando que la hija de Cuca, además de sus hermanas Raquel y Glafira García, y algunos vecinos condolidos, “y de vez en cuando algún personaje encumbrado, le proporcionan algún dinero para subsistir”. Visiblemente conmovido, el periodista Rangel cerró la entrevista subrayando que: “La pensión a que tiene derecho, no llega. Tal vez algún día se le reconocerán sus méritos. Ahora que los necesita, imposible”. Cuca le confió al periodista que en diferentes momentos “pidió ayuda para comer, para obtener atención médica, nadie le dio nada, así, desprotegida, abandonada en una cama, espera la muerte, tal vez”, en un estado de cierto disturbio mental, pues “no puede coordinar sus pensamientos, saltan de un pasaje a otro”.

Incluso, el 28 de diciembre de 1966 se aprobó el dictamen de la 1ª Comisión de Defensa Nacional de la Cámara de Diputados que: “concede pensión de gracia, de cuatrocientos cincuenta pesos mensuales, a la C. María del Refugio García Martínez, en mérito a los servicios que prestó a la Revolución Mexicana”. Pero inexplicablemente nunca recibió dicha ayuda. Aunque ella no había dejado de insistir ante las autoridades de la Secretaría de la Defensa Nacional sobre el reconocimiento a sus méritos revolucionarios con la intención de conseguir la pensión, “más nunca me dieron nada. También fui ante la Cámara de Diputados, me atendió el oficial mayor. Le di mis papeles, pero dijeron que los perdieron y otra vez no me ayudaron”.

Muy pocos días antes de su fallecimiento, fue visitada por el periodista Adolfo Montiel. Es posible que éste recibiera informes de parte de Soledad de Orozco Ávila, quien descubrió a Cuca moribunda. En su visita, Montiel encontró a la michoacana muy delicada de salud, pero todavía logró conseguir su postrer testimonio en su última morada de la calle del Estanquillo número 8, en donde ocupaba un cuarto en el quinto piso. En ese mísero cuartucho, y “postrada en una cama, los vecinos acuden, de vez en cuando, a darle agua u ofrecerle un ‘taco’”, debido a que nuevamente había sido atropellada por un camión en diciembre de 1972, “desde entonces no volvió a caminar […], tiene rotas las piernas, pues las llantas le pasaron encima, y una cadera también está destrozada. Fue internada en el Hospital Juárez. Ahí estuvo hasta mayo, sólo en observación y luego la retiraron”, según le confió una vecina al reportero, quien además aseguró que en el transcurso de la entrevista: “Por momentos daba señales de desvariar”.

Refugio García murió a la edad de 84 años el lunes 16 de julio de 1973. El parte médico estableció que el fallecimiento fue causado por “una fuerte bronconeumonía, desnutrición en tercer grado e insuficiencia cardiorespiratoria”. Su muerte sobrevino “literalmente de consunción, rodeada de miseria, aislada en su amargura, olvido y desilusión”.

Así, el odio, la indiferencia, la incomprensión, pero sobre todo el abandono y la ingratitud, han sido las auténticas lápidas que han segado la memoria de una vida de mujer por las causas de las mujeres y la revolución.

El periodista Adolfo Montiel, de manera premonitoria, asentó: “será recordada algún día. Entonces reconocerán su lucha y la nombrarán la mujer mexicana que verdaderamente luchó por la mujer y por su país”. Y tenía razón, la muerte nunca es el fin de una historia, si acaso un puerto de arribo.

 

 

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