Tras permanecer cerrado durante más de cinco años debido a afectaciones por el sismo del 19 de septiembre de 2017, ayer fue reinaugurado el museo de sitio Coyotlatelco, único en su tipo dentro de los institutos nacionales de salud y hospitales de alta especialidad en México.
Ese singular recinto se ubica en el Instituto Nacional de Rehabilitación (INR) Luis Guillermo Ibarra Ibarra, en la calzada México-Xochimilco de la Ciudad de México, donde en 1991, a raíz de la construcción de ese complejo médico de alta especialidad, fueron descubiertos y recuperados diversos vestigios arqueológicos, entre ellos una plataforma ceremonial, que dan cuenta de la ocupación ininterrumpida de esa zona desde el año 700 de nuestra era.
En la ceremonia de reapertura participaron el director del INR, Carlos Javier Pineda Villaseñor; el titular de la Dirección de Salvamento Arqueológico del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Salvador Pulido; y el arqueólogo José Manuel Guerrero Romero, uno de los responsables de los trabajos de rescate arqueológico en el sitio.
Pineda Villaseñor recordó que las excavaciones propiciaron el hallazgo de tepalcates y vasijas, así como instrumentos líticos, entre los que destacan molcajetes, hachas, alisadores, manos de metate y metates.
Emergieron, además, restos humanos, y se analizaron muestras de carbón y suelo. El yacimien-to arqueológico evidenció una extensa línea temporal de ocupación que comenzó a finales del periodo clásico de Teotihuacán, alrededor del año 700 dC; se prolongó a través del epiclásico o Coyotlatelco; prosiguió durante el posclásico temprano (Mazapán o cultura Tolteca), y culminó en el posclásico tardío, con la presencia de la cultura azteca, cerca de 1500.
El galeno afirmó que los restos arquitectónicos de mayor relevancia pertenecen a la cultura Mazapán o Tolteca, y resaltó que se desenterraron vestigios de una zona residencial y un espacio ceremonial, separados por un patio o plaza. Asimismo, se localizó una estructura de menor tamaño, en una sección del yacimiento que hoy ocupa el edificio correspondiente al Cuerpo V, destinado a la rehabilitación
, describió.
Durante las excavaciones se descubrieron dos piezas de interés: una escultura en piedra que representaría a un individuo con parálisis facial y un par de pendientes de obsidiana.
Sostuvo que tres laboratorios del INAH desempeñaron un papel preponderante en ese rescate arqueológico: el de bio-arqueolo-gía, con la contribución de expertos en antropología física dedicados al análisis de los restos humanos recuperados, que identificaron alteraciones patológicas como resultado de enfermedades y malformaciones. Adicionalmente, se detectaron deformaciones intencionales en cráneos y algunas mutilaciones dentarias
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A su vez, el laboratorio de biología identificó diversas especies animales como perros, tortugas y venados. Finalmente, el laboratorio de datación realizó pruebas de carbono 14 a partir de muestras de carbón extraídas de vasijas, sistemas de drenaje, tlecuiles y de una columna estratigráfica. En este proceso, se identificaron diferentes especies vegetales de la región y se logró conjeturar el tipo de clima predominante
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En un recorrido por el museo de sitio Coyotlatelco, el arqueólogo José Manuel Guerrero precisó que en él se exhiben 87 piezas prehispánicas de cerámica y piedra, entre ellas las mencionadas orejeras de obsidiana y una escultura que podría representar a un personaje con parálisis facial, algo que no era infrecuente en ese entonces, aseguró, como lo demuestra un Chac Mool hallado en el Templo Mayor
Destacó que los trabajos arrojaron el hallazgo de huesos de al menos tres individuos, sobre todo craneales: Uno de ellos presenta deformación deliberada, está aplanado, lo cual muestra que sufrió deformación de craneo intencional y a su vez sufrió deformación de piezas dentales. Esto es indicador de que se trataba de individuos de la élite, pues no cualquiera estaba sujeto a tales procesos en su cuerpo
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De igual manera, aclaró, se presupone que esos sujetos debieron estar bajo los influjos de alguna droga, hipótesis que los especialistas respaldan con el hecho de que entre los materiales identificados se encontró flora correspondiente a yerbas, raíces y semillas con propiedades curativas.