El flujo de migrantes que cruzan de Matamoros, Tamaulipas, a través del río Bravo, hacia, Brownsville, Texas, no cesa. A toda hora se observan contingentes de extranjeros ingresando a las aguas del cauce, sin importarles el riesgo que representan las fuertes corrientes y abundante lirio en que podrían quedar atrapados. Su objetivo es llegar a Estados Unidos y pedir asilo.
Jimmy Muñoz se acaba de entregar a la policía fronteriza de Estados Unidos luego de atravesar el cauce. Su silueta se dibuja a lo lejos, en medio de un llano verde. Ahora camina hacia un punto de control donde decidirán su suerte.
Tengo la esperanza de quedarme en este país
, dice el ecuatoriano de 29 años. Pero estoy con dudas y miedos
, agrega.
Si bien ya se encuentra en suelo estadunidense, tiene al frente un alambrado de púas y, luego, un cerco metálico de unos cuatro metros de alto. Alrededor hay vehículos militares.
Cambio de regulaciones
Como Muñoz, miles de indocumentados se han estado entregando a las autoridades en las últimas semanas, temerosos de que el cambio en las regulaciones de Estados Unidos previsto para la medianoche del jueves, pueda complicar su entrada a ese país.
Gran cantidad de ellos son venezolanos, pero también hay otros latinoamericanos y asiáticos.
En los puntos de control, las autoridades separan a hombres de mujeres y los trasladan a distintos centros de procesamiento.
Cuando nos detienen nos atienden bien. Nos llevan a una celda, nos llevan comida, y empiezan a hacernos preguntas, de las pruebas [muestras] de ADN, un proceso rutinario me imagino para inmigrantes. Luego de eso es que le dan la libertad a uno
, relató Rossi Carrillo, de 26 años, en el centro de Brownsville.
Nos dan un papel para una cita con el juez para que decida si es posible permanecer en el país. A mí me la dieron para dentro de un año
, agrega Rossi, de Venezuela.