San Luis Potosí, SLP. Más de 400 personas asistieron este lunes a una misa-homenaje que se ofició para despedir a la activista potosina Concepción Calvillo Alonso, compañera de lucha de Salvador Nava Martínez.
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La urna con las cenizas de “Conchita Nava”, quien falleció a los 105 años el domingo al mediodía permanecieron algunas horas en la capilla Camino al Cielo, de la casa funeraria Los Hernández.
Al mediodía se llevó a cabo la ceremonia, en memoria de quien fuera una de las mujeres pilares en la lucha por la democracia en México, pionera en la ciudadanización de los órganos electorales y en la inclusión de las mujeres.
Luis Nava Calvillo, Xavier Nava, Alejandro Nava y Manuel Nava, familiares de Calvillo Alonso, recibieron a las personas que asistieron a dar el pésame a la familia.
Previa al inicio de la misa, Alejandro Nava, hijo de Conchita, compartió a La Jornada, algunas de las vivencias más trascendentales que, dijo, los dejó marcados para siempre y que vivieron en su juventud al lado de sus padres, Salvador Nava y Concepción Calvillo.
Una de ellas fue cuando un 7 de diciembre de 1958 se inició la lucha civilista en San Luis Potosí.
Otro acontecimiento que vivieron “en carne propia” fue la represión del Gobierno y del Partido Revolucionario Institucional.
En 1961, el gobierno “represor” del priísta Manuel López Dávila, comenzó, junto con el Ejército, una represión contra el pueblo potosino.
“En ese año la policía y el Ejército se llevan preso a mi padre Salvador Nava; vivimos los estragos de un PRI represivo que abusaba del poder, bajo el gobierno de López Dávila, abusos que no eran bien vistos por la gente del pueblo. El 15 de septiembre de 1961, agregó, el Ejército cercó la casa de mis padres; yo tenia quince años”.
Recordó que la noche de ese día entraron los soldados a la casa y se llevaron detenido sin ninguna orden por escrito al doctor Salvador Nava; de inmediato lo trasladaron a la Ciudad de México y lo ingresan a la cárcel de Lecumberri.
“Enseguida Conchita mi mamá, inicia la lucha junto con la gente para pedir la liberación de don Salvador Nava; fue un gran momento crítico por la violencia del Estado y del PRI en contra nuestra, de mi padre sobre todo”, agregó.
En 1963, Alejandro y su familia vivieron un episodio desagradable cuando nuevamente la Policía Judicial por órdenes del gobernador López Dávila entraron a la casa sin ninguna orden y se llevaron preso nuevamente a Salvador Martínez.
En esa ocasión lo encarcelaron en la penitenciaria del estado que antes se localizaba en la avenida Juárez; en la actualidad es un museo.
Alejandro Nava rememoró que como la gente no quería a López Dávila cuando lo veían en la calle la gente le gritaba Nava, Nava y por eso se enojaba; el gobenador priista decía que mi papá Salvador le mandaba la gente para que le gritaran y eso no era cierto. “Eran mentiras, pero fue el pretexto para reprimir injustamente a mi padre”, reprochó.
En la misa en honor de “Conchita” de Nava, tres músicos cantaron; el recinto se llenó con la asistencia de más de 400 personas, que le rindieron homenaje por mas de una hora; fue una despedida sencilla, pero emotiva en honor de la luchadora social.
Al final de la ceremonia se cantó el Himno Navista.
Durante la homilía, el sacerdote, Rubén Pérez Ortiz dijo a los presentes que Concepción Calvillo, fue una persona amada y respetada que estuvo cerca de los pobres los desvalidos, y los indígenas.
“Fue una señora con una mente brillante y culta, amiga de grandes y honorables personajes de la Cultura. Amaba a Dios y al prójimo”, subrayó.
Pérez Ortiz comentó que Conchita, recomendaba siempre paciencia y prudencia, y que en una ocasión le dijo “si quiere Dios ya me puede llamar, me siento en Paz”.
Recordó la última entrevista que la activista concedió publicada por el semanario británico NewsWeek, en la que Concepción Calvillo dejó sus últimas lecciones de vida:
“Moderación y prudencia para evitar los excesos en todos los sentidos; luchar siempre con paciencia y tolerancia, hasta morir, por mantener la familia unida, a pesar de las diferencias”.
“Al recibir la unción y la Eucaristía me dijo: ya con esto estoy en paz, ya Dios puede llamarme, me siento feliz y amada”. Antes de terminar la misa, la familia entono el Himno Navista, en su honor. Enseguida siguieron los gritos de ¡Viva Conchita¡ ¡Viva¡.