Allí están ya, en el Zócalo, muchos inclusive desde la madrugada o muy temprana hora de este viernes. Son cientos, un puñado de miles de los fans de Rosalía que han aguardado largo tiempo la presentación que la cantante y compositora catalana ofrecerá a partir de las 20 horas. Y son decenas más los que prosiguen llegando y se suman a la emoción y expectativa por verla y escucharla en vivo.

En pareja o en grupo y uno que otro en solitario —los menos—, una multitud sobre todo de adolescentes y jóvenes espera con paciencia estoica el comienzo del concierto de la “Motomami”. Algunos matan el tiempo cotorreando, bromeando, subiendo contenido a sus redes sociales o sólo checándolas; ciertos novios se echan un fajecito, y no pocos son los que se asolean tendidos en el piso cuan larga es su humanidad e, incluso, aprovechan para tomar una siesta.

También hay familias enteras o, al menos, uno de los dos padres que, solidarios y amorosos, acompañan a su o sus hijos, varios de ellos en edad de educación primaria, pero admiradores incondicionales de la estrella pop, de esos de hueso colorado.

La zona más próxima al escenario se encuentra prácticamente llena desde poco después del mediodía. Infinidad de sombrillas o paraguas convierte a ese espacio en un policromático mosaico. De alguna manera hay que defenderse de los rayos solares que descaradamente caen intermitentemente sobre la urbe. Para mitigar el calor, la venta de paletas de hielo y congeladas, así como de gaseosas y botellas de agua purificada frías está en su apogeo.

Desde muy temprano, acaso para ir calentando el ambiente o al menos para que no se aburra la concurrencia, no han dejado de sonar de fondo por el potente equipo de sonido del escenario algunas de las más emblemáticas canciones de Rosalía, alternándose con éxitos de algunos de los principales exponentes del reguetón.

Obvio, esto no ha sido desaprovechado por varios de entre esa variopinta y energética audiencia para cantar y, algunos que otros, para hacer gala de sus mejores y más lascivos pasos de perreo.

Llegada la hora de la comida, para aliviar el hambre o sólo darle gusto al antojo, comienza a extenderse entre aquellos que van llenando la plaza del Zócalo una especie de improvisado picnic citadino, con un nutrido y amplio menú que va desde pizzas, diversidad de tortas y ensaladas hasta tacos de canasta, pastor, suadero y carnitas, e inclusive, por allí, uno que otro pollo rostizado, sin faltar, por supuesto, una extensa gama de frituras y otras botanas.

En el Zócalo se transpira expectación, emoción e ilusión. Principalmente, entre los más jóvenes, que con sus inabarcables sonrisas y, muchos de ellos, pavoneando sus cabellos teñidos y los contornos de sus ojos ornamentados de llamativos trazos y colores, están convencidos de que ésta será una ocasión memorable.

La mayoría de los asistentes proviene de diversos puntos de la capital del país y del área conurbada, aunque hay también quienes han viajado ex profeso de otras entidades, como Guanajuato y Morelos, e incluso puntos más lejanos como Chiapas.

El elemento en común es la voluntad de “disfrutar este concierto”, con el cual, según información de la promotora Ocesa, Rosalía cerrará su gira por el continente americano, hecho que fue agradecido por la jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum en conferencia de prensa, así como que haya accedido a realizar esta presentación sin ningún beneficio económico.