Ciudad de México. En barrios populares y pueblos de la periferia de la Ciudad de México es cada vez más común observar dentro del paisaje urbano centros de reciclaje como opción laboral y de ingresos adicionales para las familias de escasos recursos.
Unos letreros en cartulinas de colores con los precios de los productos que compran (a seis pesos el kilo de fierro, a ocho el de PET y a 25 las latas de aluminio) dan paso a un almacén de cachivaches a cielo abierto en la calle Cuauhtémoc de Santiago Tepalcatlalpan, en la alcaldía Xochimilco, donde dos recicladoras, una frente a la otra, se disputan los desechos sólidos del poblado y de las comunidades aledañas.
En todo tipo de vehículos, desde camionetas, carretillas o carretones, las familias llegan a vender metales, plástico, cartón y vidrio, que se van acumulando en los patios de los centros de reciclaje hasta integrar montañas de costales con PET, que colman los techos de las casas, y pilas de chácharas, tubos, alambres, llantas, aparatos electrónicos y electrodomésticos, que después son desmantelados.
El material más cotizado y por ende el más difícil de conseguir es el cobre, que se adquiere entre 130 y 140 pesos por kilo –según su calidad–, mientras entre los baratos se encuentran el vidrio, a 50 centavos el kilo, y el cartón, a 60 centavos.
Rosa María Miranda, de la recicladora Xochitepec, que presume ser la de mejor precio y peso de la zona, indicó que las tarifas pueden variar de un día a otro, dependiendo de la oferta y la demanda. En los mejores tiempos el cartón llega a cotizarse hasta en 5 pesos el kilo.
Junto con su hermano Alejandro decidió hace tres años, en el predio de Cuauhtémoc 22, abrir el negocio familiar cuyos secretos han ido aprendiendo poco a poco con el paso del tiempo. Ahora vemos la basura como una oportunidad para tener ingresos
, refiere, al señalar que para todo tipo de desechos hay mercado.
Tenemos ubicados a los compradores: para los fierros hay empresas grandes aquí en la ciudad o en el estado de México, que se dedican a fundir la chatarra, y pasa lo mismo con el cartón, que lo llevamos a una empacadora, y de todo sale un producto nuevo.
Su hermano Alejandro cuenta que el trabajo más laborioso es desmantelar lo que llaman chácharas, aparatos viejos como televisores, licuadoras, ventiladores y bombas de agua hasta celulares, de los cuales extraen mínimas cantidades de oro. Todas las chácharas traen metales como cobre o aluminio, y aprovechamos todo, el enchufe o los motorcitos: a todos les sacamos algo
.
En cuanto al cobre, explicó que se conoce como de primera
al que es de color dorado y sale intacto de un cable; si tiene tonalidad café y está quemado es de segunda, y disminuye su precio. Todo lo que es tubería de cobre y lo que sale de los motores es de segunda
, detalló.
Recordó que entre las chácharas más extrañas que les han ido a vender se encuentran las partes de un avión, que se las ofrecieron como aluminio. Un señor venía en su carretón contentísimo, pero preguntamos a los que nos compran y nos dijeron que esas piezas está prohibido venderlas
, refirió.
Explicó que también está prohibido comprar carrocerías, así como el mobiliario urbano como coladeras, lámparas o cable de alta tensión. Sí hay gente que los trata de vender donde sea, pero aquí no recibimos
, dijo. Nunca les han realizado alguna inspección, agregó, pero para qué meterse en problemas habiendo tantas chácharas
.