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Vicente Alfonso rescata luchas sociales que de modo sistemático se pretende borrar

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El escritor y periodista Vicente Alfonso presenta ‘La sangre desconocida’ hoy a las 19 horas en la Casa Benito Juárez del Centro Cultural Los Pinos y el domingo a las 17 horas en el Foro Utopía de la Fiesta del Libro y la Rosa. Foto Alfonso Lorenzana
20 de abril de 2023 09:09

La novela La sangre desconocida propone que se ha negado el derecho a la memoria de las personas que lucharon en los años 60, 70 y 80 del siglo XX: fueron eliminadas físicamente y también se excluyó cualquier vestigio simbólico o testimonio sobre su existencia, explicó Vicente Alfonso, autor de esa narración, ganadora del Premio Nacional de Novela Élmer Mendoza 2021.

En entrevista con La Jornada, el escritor dijo que “podemos pensar que los chavos de aquella época estaban en lo correcto o equivocados, pero lo que no debe hacerse es borrar sus luchas, sus búsquedas, lo cual se ha hecho sistemáticamente.

Es aún más grave en el caso de las mujeres. Si uno ve los registros, tenemos los alias de las muchachas y no se sabe ni siquiera de dónde venían, de quién eran hijas. Tenemos miles de familias buscando muchachas o muchachos que desaparecieron. Esa es la sangre desconocida.

La novela, editada por el sello Alfagura, se presenta hoy a las 19 horas en la Casa Benito Juárez del Centro Cultural Los Pinos y el domingo a las 17 horas en el Foro Utopía de la Fiesta del Libro y la Rosa.

Más allá de lo anecdótico, Vicente Alfonso (Torreón, 1977) detalló que en los tres hilos que conforman su novela hay personajes muy ligados, están muy amarradas las historias. Las luchas de los jóvenes en el sur de Estados Unidos o en el sur de México, en Guerrero, o en el norte, en Sinaloa, han sido negadas y sus protagonistas desaparecidos.

El narrador hizo hincapié en que solemos pensar en la frontera como algo que divide a rajatabla y elimina toda posibilidad de conexión pero, en realidad, hay muchas líneas que van de un lado a otro.

El tejido social es una metáfora recurrente y casi un lugar común porque nuestras clases políticas suelen enunciar con frecuencia esa idea y el impacto que tiene la violencia sobre él, añadió el escritor, quien amplió esa alegoría para pensar qué pasa en este entramado cuando se mancha de sangre, cómo se quita –o no– y qué vamos a hacer con eso.

Mencionó que hay prejuicios que pesan sobre la novela policial y la novela negra, donde la violencia es esencial porque, a final de cuentas, es un fenómeno inherente al hombre, pero él revira: Las mejores novelas negras son las que tratan de lo humano.

Sin embargo, a Vicente Alfonso le interesaba encontrar motivos policiales donde no son evidentes. “Una de las tres líneas del libro tiene el tono seco de la novela policial estadunidense, pero en los otros dos hay conflictos que no parecían particulares de ese género literario y quise explorarlos; por ejemplo, el relato de una pareja joven que está desesperada por tener un hijo. Son deseos profundos, emociones muy humanas y, a partir de éstas, se puede construir una novela.

Intereses encontrados

“Hay otra historia que ocurre en los años 70 en Sinaloa. La lucha de unos jóvenes que integran células y pretenden cambiar una realidad con la que están inconformes, que es la aparición de la Liga Comunista 23 de Septiembre. El lugar de esta línea es una universidad, concretamente una clase de un profesor de derecho que le dice a sus alumnos: ‘Si ustedes quieren dedicarse a procurar la legalidad, no pueden apostar al mismo tiempo por el lado opuesto, que es la violencia’. Ahí hay un choque de trenes de dos convicciones muy distintas.

No soy partidario de tener personajes buenos o malos en las novelas, sino de los intereses encontrados, donde cada quien cree tener la razón y que está haciendo lo mejor no sólo para sí mismo, sino para la sociedad en la que vive o para su comunidad. Ahí salen las chispas más grandes.

El también periodista relató que halló las tres vertientes que integran su novela en diferentes momentos de su vida: cuando estuvo haciendo una residencia de creación literaria en la Universidad de Wake Forest, en Carolina del Norte, donde comenzaron varias de las luchas por los derechos civiles en Estados Unidos.

Luego vivió en Guerrero, donde conoció otras situaciones que creyó valía la pena novelar.

Finalmente, la línea que tiene que ver con Sinaloa proviene de mi historia personal. En los años 70 mis padres, que estudiaron derecho, colaboraban con campesinos y colonos de colonias periféricas, y sufrieron un exilio por causas políticas cuando yo era muy pequeño.

Mencionó que se sorprendió cuando las tres historias que yo quería escribir de manera independiente empezaron a conectar de manera natural. Conoció en la Montaña de Guerrero a familias que tenían varios integrantes viviendo en la región donde él había estado años antes.

Fragmentos recolectados

El novelista mencionó que La sangre desconocida se hizo “a partir de pequeños fragmentos de capítulos breves, una especie de collage, un tejido. Uno de los motivos recurrentes es el vestido hecho de retazos, que simboliza la forma en que nos llegan muchas veces las historias: recolectando pequeños fragmentos de aquí y de allá, y no necesariamente ordenados de manera cronológica”.

Sobre sus personajes, sostuvo que tendemos a hacer juicios muy rápidos a partir de muy poca información, quizá porque la vida contemporánea nos tiene acostumbrados a eso, y muchas veces tenemos que relaborarlos. Ese es el efecto que quería crear en la novela: los personajes nos parecen una cosa al principio y, al terminar la lectura, vemos que eran otra muy distinta.

Es el caso de Harriet, una joven heredera de un emporio tabacalero, señaló: Como lectores tendemos a encasillar lo que creemos que debe ser alguien que va a heredar una empresa multimillonaria. También sucede con Rosario y con el profesor Ayala. Uno de los aspectos que más me costó trabajar fue darle tridimensionalidad a los personajes de tal manera que pudieran ser interpretados y reinterpretados.

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