Madrid. En un discurso dirigido a la nación de 15 minutos, que se emitió desde la residencia oficial del Elíseo, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, ratificó su plan de reforma del sistema público de pensiones, que defendió al sostener que “estos cambios eran necesarios para garantizar las jubilaciones en el futuro” a pesar de la “cólera” que ha provocado.
El mandatario no tuvo ninguna concesión ni con la oposición política, que sigue reclamando un referendo, ni con los sindicatos, que siguen en pie de guerra en las calles. El discurso de Macron coincidió con caceroladas y protestas en todo el país para repudiar precisamente sus palabras.
Durante el fin de semana, Macron validó el plan de reformas, una vez que el pasado viernes, en una sesión crucial para el futuro del proyecto, el Consejo Constitucional validó la mayor parte del texto presentado. Con este aval, que incluyó la ratificación del proceso legislativo adoptado, en el que no se contó con la votación final en la Asamblea Nacional tras la invocación por parte del gobierno francés del artículo 49,3, convirtiendo la aprobación en un decreto, Macron yo no tiene ninguna objeción legal o institucional a su plan.
El propio Macron reconoció que su reforma ha provocado “cólera social” y “no ha sido aceptada” por la mayoría de la ciudadanía francesa, no sólo por las numerosas y masivas protestas de los últimos meses -doce movilizaciones nacionales, huelgas generales y paros laborales permanentes en los últimos cuatro meses-, sino también por lo que dicen los sondeos de opinión, que advierten que más de un 68 por ciento está en contra. “La reforma era necesaria. ¿Ha sido aceptada? Es evidente que no”, dijo Macron en su mensaje televisado, con gesto serio y con una escenografía de jefe de Estado. “Nadie puede permanecer sordo a esta reivindicación de justicia social, pero es necesario negociar un nuevo pacto social para abordar las condiciones en el trabajo”, aseguró.
Y añadió que había “ propuesto recibir el martes a los sindicatos y la puerta estará abierta, para abrir sin ningún tabú una serie de negociaciones sobre los temas esenciales: mejorar la remuneración, el reparto de la riqueza y la mejora de las condiciones de trabajo”. Pero los principales sindicatos ya le advirtieron en los días previos que no piensan volverse a sentar a negociar ni con él ni con su gobierno hasta que no se retire el plan de reforma. En caso contrario, continuarán con sus movilizaciones, de hecho la próxima gran protesta está fechada para el próximo 1 de mayo.
Después de hacer un balance triunfalista de su gestión, Macron hizo un llamamiento a las fuerzas políticas de oposición y a los sindicatos para dialogar y tejer “alianzas” para la “construcción del futuro de Francia”. Y anunció que a partir de ahora se abren “100 días de calma” hasta el próximo 14 de julio, en el que anunció un nuevo “balance” de la situación.
Las palabras de Macron fueron recibidas con repulsa por una parte de la ciudadanía, ya sea por las caceroladas y protestas que se registraron en las principales ciudades del país, como desde los sindicatos. Por ejemplo, el secretario general del principal sindicato, la Confederación Francesa Democrática del Trabajo (CFDT), Laurent Berger, valoró en directo para la televisión BFM-TV las palabras de Macron, que a su juicio se quedaron “en una especie de vacío, sin nada concreto, con poca empatía y mostrando que no ha comprendido el estado del país”. La líder de la Confederación General del Trabajo (CGT), Sophie Binet, advirtió que sin marcha atrás en las pensiones “no habrá retorno a la normalidad y las movilizaciones continuarán”.
En términos políticos, desde la formación de izquierda la Francia Insumisa se está sopesando presentar una moción de censura . El fundador de este partido, Jean-Luc Mélenchon, acusó a Macron de estar “fuera de la realidad. Asume el robo de dos años de libertades. Las cacerolas suenan más certeras”, dijo desde sus redes sociales. Del lado del Partido Socialista, su secretario general, Olivier Fauré, acusó a Macron desde su cuenta de Twitter de ser un “presidente incendiario” y que “desde el palacio de los empantanados, el presidente pirómano promete 100 días para apagar el fuego que alimenta a diario”.
La líder del partido opositor Agrupación Nacional, la ultraderechista Marine Le Pen, acusó a Macron de en lugar de “restablecer el vínculo con la ciudadanía, ha vuelto a darles la espalda e ignorar su sufrimiento”. Y añadió que “esta práctica de ejercer el poder de forma desconectada, solitaria y obtusa marca la continuación de un quinquenio de desprecio, indiferencia y brutalidad que tendrá que salir tras (acudir a) las urnas”. Mientras que el presidente del grupo parlamentario Los Republicanos, Eric Ciotti, también criticó el mensaje, al sostener que no dijo “nada nuevo” y que “el método (de Gobierno) no cambia con objetivos loables si no hay el menor cuestionamiento (a las decisiones tomadas)”, afirmó.