Madrid. A la alpinista española Beatriz Flamini siempre le han atraído los retos extremos, en los que la soledad y la montaña están presentes. Esta escaladora, espeleóloga y deportista de élite permaneció durante 500 días, es decir un año y cinco meses, enclaustrada en una cueva de una montaña de Motril, localidad situada en la provincia de Granada.
No tuvo contacto con el exterior ni tenía ningún tipo de apara-to tecnológico que le informara lo que ocurría afuera, ni siquiera sabía en qué día vivía. Y así estuvo, a 70 metros de profundidad y con la única ayuda de unos compañeros que le hacían llegar comida y agua cada cierto tiempo, desde el 20 de noviembre de 2021 hasta ayer, que finalmente salió a la luz natural, consiguiendo una gesta históri-ca con la que entra en los anales de los récords Guinness.
Flamini tiene 50 años y desde muy joven se dedicó al alpinismo, la escalada y a investigar las profundidades y los vericuetos de las montañas más agrestes gracias a su condición de espeleóloga. Después de la pandemia inició el que sería su reto más extremo, que además forma parte de un experimento de carácter sicológico que verá la luz a través de un documental. Pues ella, aunque estaba sola y con la máxi-ma austeridad, dado lo inhóspito y profundo de la cueva, estuvo monitorizada de forma permanente y todas sus actividades fueron grabadas.
Año y medio en silencio
Al salir, Flamini, originaria de Madrid, explicó: Llevo un año y medio en silencio, sin hablar con nadie, sólo conmigo misma, así que además de no estar acostumbrada a escuchar a nadie, en ocasiones siento como que pierdo el equilibrio
, declaró a los medios de comunicación que esperaban su salida para grabarla en directo. De hecho, como medida de protección, al emerger de la cueva le dieron unos lentes oscuros para protegerse de los rayos del sol y una botella de agua, ante el temor a que su contacto con el exterior le provocara algún tipo de deshidratación.
Explicó que en la cueva he respetado mucho el silencio, no emitir ninguna comunicación. No hablaba sola, únicamente hacía un alarido, ¡no!, porque la cueva estaba llena de agujeros y cuando se me caía algo lo perdía
. Para no interrumpir su experiencia, ella misma pidió que no se le informara de nada, ni siquiera de la muerte de algún familiar, y de no tener ningún contacto con el exterior. Además reconoció que perdió la cuenta de los días que llevaba ahí como en 61
, y a partir de ese momento no sabía cuánto tiem-po había pasado encerrada, de hecho cuando el equipo de asisten-cia la fue a buscar para decirle que era el momento de salir, ella pensaba que le iban a comunicar algo gra-ve que había ocurrido en el exterior.
El reto fue avalado por la Federación Andaluza de Espeleología, que es la institución que servirá de aval para confirmar los días que permaneció encerrada en la cueva y así quedar registrada en los récords Guinness. El proyecto, que llamaron Timecave (que en inglés significa tiempo en la cueva), se traducirá en un documental, en el que se mostrará la vida cotidiana de Flamini a 70 metros bajo tierra, incluidas las comidas que ha hecho durante cerca de un año y medio, los ejercicios, las dificultades, las dudas o los cambios en su cuerpo y en su mente, como puede ser la falta de memoria o concentración. O uno de los momentos más duros que vivió, hasta el punto que le hizo sopesar la posibilidad de abandonar, que fue cuando sufrió un incesante y masivo ataque de una pla-ga de moscas que le llevaron al borde de la desesperación.
Experimento sicológico
El experimento sicológico pretende servir para una investigación de las universidades de Granada y Almería, con el objetivo de estudiar cómo afecta el aislamiento social y la desorien-tación temporal extrema a la percepción del tiempo, así como los cambios neurosicológicos ante la soledad, la ausencia de luz natural y el aislamiento cognitivo y social.
Flamini es una experimentada escaladora y alpinista, por lo que no es la primera vez que pasa tiempo sola, en zonas de montaña, co-mo hizo hace 10 años, cuando decidió abandonar su trabajo y su cuidad para recluirse en una zona montañosa de 2 mil metros de altura, en la que estuvo durante varios meses en total autosuficiencia. También realizó una expedición por Mongolia, al cruzar el país de oeste a este, atravesando la cordillera de Altai y cumbres de hasta 3 mil metros, también con total independencia y autonomía.