Buenos Aires. Los argentinos, dolorosamente acostumbrados a décadas de precios en espiral, encuentran igualmente muy difícil subsistir con una inflación que alcanzó 104.3 por ciento anual, un nivel inusual incluso para el país sudamericano.
El gobierno informó este viernes que la inflación de marzo fue de 7.7 por ciento, la mayor cifra en al menos ocho meses y superior a la prevista por los analistas encuestados por Reuters.
El incremento del Índice de Precios al Consumidor (IPC) durante el primer trimestre del año fue del 21.7 por ciento y saltó a 104.3 por ciento en los últimos 12 meses, su nivel más alto en casi 32 años.
Los economistas consultados por el banco central argentino pronosticaron que la inflación anual alcanzará 110 por ciento a fin de 2023.
Pese a los constantes controles de precios que impulsa desde hace tiempo el gobierno, la inflación en la tercera mayor economía latinoamericana se mantiene como un problema que golpea los bolsillos de los habitantes del país, sumado a la devaluación de la moneda y a un elevado índice de pobreza.
“En mi caso, por ejemplo, cero capacidad de ahorro”, dijo a Reuters la empleada de comercio Claudia Hernansaez, en medio de una crisis acentuada por la escasez de divisas internacionales que sumió a casi la mitad de los argentinos en la pobreza.
“Tenemos un país como para poder estar mejor, pero lamentablemente nos administran de una manera muy mala y, bueno, padecemos estas cosas. Pero es terrible, es terrible la inflación que se vive hoy por hoy en la Argentina. Jamás visto”, agregó.
La situación ha golpeado los salarios y melló la popularidad de la coalición gobernante de centroizquierda, que se enfrenta a una probable derrota en las elecciones generales previstas para octubre, según los sondeos de opinión.
“Marzo presentó un dato de inflación sumamente elevado”, dijo el secretario de Política Económica, Gabriel Rubinstein, en un comunicado del Ministerio de Economía, que agregó que el gobierno seguirá intentando bajar el crecimiento de los precios al consumidor.
El país, uno de los mayores exportadores mundiales de granos, también está lidiando con una de las peores sequías de su historia, que ha destruido la cosecha de soya, maíz y trigo, con pérdidas para su economía por decenas de miles de millones de dólares.
Ahora cada viaje al supermercado es un recordatorio de la crisis inflacionaria, la peor desde 1991, cuando Argentina salía de un periodo de hiperinflación. El jubilado Juan Tártara dijo que los precios aumentan en cada visita semanal al mercado.
“Semanalmente me van aumentando las cosas, semanalmente. Es decir, en una proporción a veces en los alimentos de 10 o 15 por ciento. La carne pasó en un año de mil, a mil 200 pesos, a dos mil 800”, aseguró.