Monterrey, NL. El legado del periodista Fernando Benítez (1912-2000) está más vivo que nunca en la capital de Nuevo León, pues su magnífica biblioteca, que resguarda la Fundación Ildefonso Vázquez Santos (FIVS), se ha convertido en un semillero de conocimiento que deslumbra a decenas de niños y jóvenes.
Durante cada ciclo escolar los pequeños de escuelas públicas y privadas que realizan el mejor trabajo de investigación en torno al libro Los indios de México (publicado en 1967), reciben como premio visitar la residencia que desde hace 13 años alberga el acervo del maestro de periodismo. Ahí se encuentra también el archivo personal del fundador y director de los suplementos culturales más emblemáticos del siglo XX en México, conformado por cartas de amigos como Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Carlos Monsiváis y Elena Poniatowska; libretas con sus transcripciones y apuntes de entrevistas; así como las fotografías que captó en las comunidades indígenas que recorrió durante años.
En cada rincón de la casa también se aprecia la magnífica colección de piezas prehispánicas que a lo largo de su vida reunió el historiador y antropólogo, quien siempre se definió con orgullo como un agudo reportero.
El empresario Jorge Vázquez González y su esposa, Leonor Guzmán Martínez, son los artífices de este oasis de cultura que en poco más de una década se ha consolidado como uno de los más importantes centros de investigación del norte del país que se ocupa de la difusión de temas relacionados con la identidad nacional y los pueblos originarios, entre otros.
En entrevista con La Jornada, Vázquez narra que desde chiquillo conoció los suplementos culturales que hacía Benítez, pues su abuelo Jesús los coleccionaba: “Ahí leí por primera vez a Octavio Paz, textos de Alfonso Reyes, poemas de Gabriela Mistral y Pablo Neruda, que dejaron una marca en mí. Por supuesto en ese momento no tenía idea que me quedaría con la biblioteca de Benítez, pero fue la primera vez que él se cruzó en mi camino.
Un día me propuse hacer una fundación para preservar la memoria de mi padre, porque, cuando le pregunté por qué trabajaba tanto, me dijo que lo hacía para que le lleváramos flores a su tumba. Me impactaron sus palabras. Cuando falleció pensé que llevarle flores todos los días iba a estar duro, entonces nació la idea de hacer la fundación con su nombre, para hacerla brillar y que cada vez que mencionen su nombre sea una flor para él.
Fue así que en 2010 una corredora de arte le avisó que había encontrado un acervo para ser adquirido por la FIVS con las características que buscaba: Que fuera insigne y que pusiera a Monterrey en el mapa nacional, e incluso internacional, por la calidad del intelectual que hubiera sido su propietario
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Pero había un problema, la viuda de Benítez, Georgina Conde, había negociado ya la venta de todo ese legado con la Universidad de Texas, en Austin, misma que compró todo el archivo del Nobel colombiano Gabriel García Márquez (1927-2014).
Doce horas de negociación
La negociación no fue fácil, recuerda Vázquez, al resumir aquellas 12 horas que le costó convencer a Conde: Ella decía que seguro lo que nos interesaba eran sólo las piezas arqueológicas para revenderlas fuera del país. Pero la convencí al decirle que más que un comprador sería un custodio de ese legado, que se quedaría en México y que íbamos a hacerle un lugar para honrar la memoria y mantener vivo el espíritu de Fernando Benítez
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Al concretarse la adquisición, tardaron seis meses en trasladar cerca de 10 mil libros de la Ciudad de México a Monterrey, entre los que destacan los dedicados a Benítez por colegas y amigos.
“Me faltan algunos libros muy importantes que sabemos los tiene el ingeniero Carlos Slim, pero no los vamos a pelear… pero si me los quiere dar, estaría muy bien”, añade Vázquez con una gran sonrisa, la misma con la que muestra con orgullo a sus invitados y visitantes cada una de las habitaciones de la residencia que adquirió exclusivamente para alojar el acervo Benítez.
El traslado de las más de 100 piezas prehispánicas, continúa, “fue supervisado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, pues cada una cuenta con su registro. Tardamos otros tres meses en remodelar esta casa para convertirla en lo que es ahora: un centro cultural y de investigación.
“Además, al acervo le hemos agregado obra plástica de autores con los que el periodista interactuó, como Vicente Rojo, y grabados y litografías que le gustaban mucho. Sé que hay muchas personas que tienen material que perteneció a Benítez, y no tengo prisa por obtenerlo; el tiempo es mi mejor aliado, tarde que temprano habrá alguien que dirá: ‘¿Qué hago con esto?’, y sabrá que aquí está la casa de Benítez para recibirlo.
Por ejemplo, en el archivo de Carlos Fuentes hay un montón de cosas; sin embargo, está todo en Cambridge, no lo podemos recuperar, pero habrá muchos tesoros que irán apareciendo y darán más robustez al acervo que aquí tenemos.
Sobre todo, la gran satisfacción de Jorge Vázquez es que en la actualidad “los niños regios saben más de Fernando Benítez que cualquier otro niño del país, lo digo con toda la seguridad del mundo, porque trabajamos mucho en esta responsabilidad de tener un acervo que fue de un hombre con el pensamiento del periodista, que además tuvo la habilidad de juntar puras mentes brillantes.
Si bien el núcleo intelectual de Benítez fue la Ciudad de México, ahora los broncos del norte, en nuestras áreas filantrópicas, estamos en la competencia cultural y podemos decir que el Fernando Benítez regio está más vivo que nunca y en manos de las nuevas generaciones
, concluyó el fundador de la Fundación Ildefonso Vázquez Santos (https://fundacionvazquezsantos.org/).