Ciudad de México. Deberemos orientarnos con la agenda de las luchas desde abajo. Habla el Informe MacBride en su capítulo final sobre: “La comunicación futura”. En él enumera recomendaciones de la Comisión Internacional para el Estudio de los Problemas de la Comunicación y deja ver sus preocupaciones en clave de futuro. Ese futuro llegó, empeora y se prolonga, especialmente las amenazas contra la información que ahora también significa big data. Hoy somos 8 mil 21 millones 855 mil 360 personas, según el conteo de worldometers.info, y en tal cálculo cuantitativo se fermentan las necesidades cualitativas nuevas con los desafíos de la expresión libre desagregada por edades, géneros, tensiones sociales y frentes de lucha: “Pero éstas son sólo algunas de las perspectivas ofrecidas por una época que es igualmente capaz de producir lo mejor para el futuro o lo peor. Tales perspectivas se realizarán sólo si se resiste la tentación de poner los medios informativos al servicio de estrechos intereses sectarios y convertirlos en nuevos instrumentos de poder, justificando los ataques a la dignidad humana y agravando las desigualdades que ya existen entre las naciones y dentro de cada una de las propias naciones”. (Informe MacBride, 1980).
Conforme se agudizan las injusticias por hambre, desempleo, insalubridad, falta de vivienda y educación (más la crisis financiera global); mientras unos cuantos multiplican ganancias y la inmensa mayoría se hunde en despojo, desesperanza y humillaciones, incluyendo los despojos relativos al derecho de expresarse e informarse libremente, la concentración monopólica crece como amenaza contra las democracias. Si los mass media siguen secuestrados por los monopolios, sometidos por peleles, no habrá libertad de información y expresión verdaderamente democrática.
Es inaceptable que las luchas democratizadoras sigan siendo tergiversadas y silenciadas bajo el reino de las fake news. Es imprescindible tener esto bien claro. Nadie debe esperar libertad de expresión e información democrática donde campea, impune, el culto a la personalidad de los mediocres, de la publicidad onerosa y degenerada, de la conspiración sistemática contra la memoria, la dignidad, la cultura, la ciencia y la emancipación de los pueblos. El futuro exige que la agenda de las luchas sociales sea el orientador fundamental de la comunicación y la información libres. Lo propone el informe.
Intoxican nuestro futuro las máquinas de guerra ideológica Disney, AOL-Time Warner, Sony, News Corporation, Viacom, Vivendi y Bertelsman… con todos sus imitadores y sucedáneos. Ellos quieren manejar eternamente la agenda; manipularnos con sus noticias, distorsionando la realidad y mintiendo con cinismo naturalizado. Sueñan con eternizar su tarea que degenera e intoxica las relaciones sociales y sus organizaciones para debilitarlas al máximo. Inyectar sin límites su odio camuflado de mil modos. Hacer eterna su ética de mercado.
El Informe MacBride prevé que cada vez será más difícil disponer de espacios y herramientas para la producción informativa no alienada. Advierte que no debemos dejar de analizar, desenmascarar y combatir los estragos históricos de la censura directa o indirecta, impuesta o autoimpuesta, ideológica o económica. Y, por tanto, dispone que no debemos aceptar la censura que no es otra cosa que la actualización cínica del fascismo. Una forma más de guerra ideológica que no sólo pretende manipular conciencias… es, también, una forma de impedir el pensamiento. Asesinato de la verdad en público para seguir saqueando al mundo. Censura para manipular conciencias, privándolas de su libertad de información como resultado, igualmente, de una lucha intermonopólica por los mercados.
El Informe MacBride pone en perspectiva urgente la tarea de modificar el diccionario hegemónico para que la “libertad de expresión” no se reduzca a libertad de mercadeo de engaños para un mundo que a ellos mejor les acomoda, aprovechándose de la inocencia o la ignorancia de pueblos lacerados con “ajustes” en la tarea educativa y cultural. El informe exige, en el futuro inmediato, la intervención de las fuerzas democráticas para evitar que los pueblos sigan siendo rehenes de los “medios”. Aboga por que las sociedades desarrollen acciones concretas para elegir alternativas de lucha contra la hegemonía de los monopolios mediáticos mercantiles. Sabe muy bien el Informe MacBride que impedir la democratización de la información y la comunicación tiene ribetes intolerables; sabe que nadie tiene derecho a cancelar las fuentes, los medios ni las relaciones de información y acción expresiva verdadera y desde las bases.
Pero ha de ser vinculante o no será. Quedó claro en el Informe MacBride que las buenas recomendaciones son inútiles si no existen bases sociales organizadas y activas para hacer valer las mejores ideas contra las peores prácticas. En el informe, que tiene claras las disyuntivas históricas, está a la vista la urgencia de transformar la realidad toda en el corto, muy corto, plazo para que la “libertad de información y comunicación” sean expresión libre que perfeccione y profundice las democracias en su totalidad: “la comunicación puede ser un instrumento de poder, un arma revolucionaria, un producto comercial, o un medio de educación; puede servir para la liberación o la opresión, para el crecimiento de la personalidad individual o la uniformación de los seres humanos…”. Ese es uno de los desafíos más hondos del futuro inmediato. Y el tiempo corre.
La concentración de la prensa ha causado una alarma creciente, ya que puede ser una amenaza grave para la; existencia de prensa libre y plural.
Informe MacBride.
* Director del Instituto de Cultura y Comunicación y Centro Sean MacBride. Universidad Nacional de Lanús
**Tercera de cinco entregas del proyecto conjunto entre La Jornada y el Instituto de Cultura y Comunicación y Centro Sean MacBride de la Universidad Nacional de Lanús, Argentina.