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El Museo del Chopo vibró tras el poder sonoro de Descartes a Kant

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Sandrushka Petrova, frontwoman de la banda. Foto Pablo Ramos
27 de marzo de 2023 11:12

Ciudad de México. Los fierros alemanes con los que fue construido el Museo del Chopo quedaron vibrando cual xilófono tras las fuertes andanadas sonoras que dejó el poder de dos guitarras, un bajo, una batería, un sintetizador y una microfonía de ruiditos.

Hablamos de la huella que dejó el performance de punk noise, avant-garde rock y rock experimental de la banda de Guadalajara Descartes a Kant, formada en 2001, que fusionó en el proscenio del Foro Dinosaurio cierta teatralidad con experimentación, pero sobre todo una energía intangible, con disonancias y dulzuras melódicas que se transformaron en poderosos tracks representantes de una eclecticidad armoniosa.

De filosófico origen, Descrates a Kant, una banda imperdible en vivo, ha creado actos de rock puro celebrados en festivales como el Vive Latino o Rock Al Parque (Colombia), pues la noche del sábado entregó una dosis de sus sonidos bipolar-esquizoides para inaugurar el ciclo Viva la Chopa, que reúne el talento de voces femeninas actuales que representan a la escena musical alternativa e independiente en México.

El poder sicotrónico musical de Descartes a Kant fue el indicado para regalar un acto dirigido por dos frontwomen guitarreras, y dos extraordinarios ejecutantes del bajo y batería, los cuales dieron al foro mencionado una noche de sábado de punk pensante y de reflexiones en torno a la música o al sexo.

Descartes a Kant realizó apenas su segunda tocada en cuatro años, la cual marcó un parteaguas, pues vuelve con nueva formación. Ahora son un cuarteto poderoso de ejecutantes que inundó el Chopo con sus atmósferas tonalidades dulces y melódicas con su estridente y feroz punk, provenientes de su discos Paper Dolls, Il Visore Lunatique, Victims of Love Propaganda, así como una probadita de un material que está por dar a luz este año.

Pero en el Chopo la nueva luz de Descartes a Kant estuvo deslumbrando con un sencillo concierto que fue dirigido por una robot, maestra de ceremonias.

Fryturama abrió la noche

Abrió el telón del concierto la agrupación Fryturama, dúo de noise, shoegaze y grunge, de Guadalajara y Ciudad de México, para dejar en vibrato el tímpano de los presentes en el foro. Luego, una voz robótica daba, como en las funciones teatrales, la tercera llamada invitando al ritual de rock punk y, en escena, cuatro figunines ataviados de amarillo cual androides comenzaron la ceremonia con Graceless y Woman Sobbing, y la voz de Sandra Michel, conocida como Sandrushka Petrova, guitarrista, compositora y cantante principal de la banda –diríamos alma emocional del grupo– penetraba cual aguja en la dermis.

Descartes se presentó como un cuarteto, debido a que la pandemia y las decisiones personales hicieron que cambiaran los miembros. “Dos años de pandemia han bastado para transformar al mundo y, con ello, el flujo de la vida nos lleva a enfrentar diversos cambios que abren un nuevo ciclo (...) Esta alineación fue nuestra familia durante 12 años y un comunicado no basta para expresar el enorme respeto y el amor que les tenemos como amistades y entes creativos”, comentaron el año pasado para anunciar que Dafne Carballo (voz, guitarra y violín), Jorge Chávez (batería, percusiones y sampleos), y Andro Muñoz (piano y sintetizador) habían decido no formar parte de la próxima etapa de la banda por motivos personales.

Sin embargo, la noche del sábado, Descartes a Kant se exhibió como una banda luminosa y de fina ejecución que hizo, con rolas como Atascatto, Pedigree y My Sweetest Headache Waltz, que sus fieles seguidores enloquecieran en el estrépido. Al escuchar a este grupo es inevitable recordar a Sonic Youth, Nirvana, Mud Honey o Minor Threat, pero Sandrushka, Ana Cristina y Memo Ibarra rememoraron la esencia de la estética nacional. Y el público, en mood speed, degustó también Suckerphillia, Lovely Lips, The Mess, Raindrops of Poison y After Destruction, así como los riffs y batacazos imponían la ideología del mosh pit (saltar y bailar entre unos y otros) imaginario.

Tras hora y media de beats, la voz robótica despedía a la agrupación para anteceder a un encore con tres rolitas rápidas, a velocidad hardcore, como Motion Pic, Bull All My Drerams y Maniqui Bordello, que dejaron un alborozo sabor en los roqueros capitalinos que le cayeron al Museo del Chopo.

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