Cádiz. La novena edición del Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE) se inauguró hoy en Cádiz, en una ceremonia solemne presidida por los Reyes de España, Felipe VI y Letizia, en la que hubo continuas referencias al mestizaje, a su riqueza cultural, y a los grandes retos de futuro, sobre todo por las nuevas tecnologías y la Inteligencia Artificial (AI). El discurso del Premio Cervantes 2017, el nicaragüense Sergio Ramírez, se centró en la eterna obsesión de los “tiranos” por perseguir a la palabra, a la imaginación y al pensamiento. Y advirtió: “La lengua es mi patria”.
La ciudad de Cádiz es la anfitriona de este congreso trianual, que en esta ocasión lleva como título “Lengua española, mestizaje e interculturalidad. Historia y futuro”, en el que se reúnen más de 300 académicos, escritores, periodistas y editores para analizar el pasado, el presente y el futuro de nuestra lengua en común, el español, que hablan en el mundo alrededor de 600 millones de personas.
A la ceremonia inaugural, además de los Reyes de España, acudieron numerosas personalidades públicas, como el presidente de la Junta de Andalucía, José Manuel Moreno Bonilla, el alcalde de Cádiz, José María González Santos, el ministro de Asuntos Exteriores de España, José Manuel Albares, así como representantes de las Academias de todo el mundo de habla española y representantes del mundo diplomático, entre ellos el embajador de México en España, Quirino Ordaz Coppel.
El discurso del escritor nicaragüense Sergio Ramírez fue el más aplaudido, no sólo por su contenido, sino también porque se convirtió en un homenaje improvisado de solidaridad por la persecución política a la que está siendo sometido por el régimen de su país, de Daniel Ortega y Rosario Murillo, que le condenó a la expatriación y a la expulsión de su tierra, donde además le confiscaron todos sus bienes.
De ahí que una buena parte de su discurso versara sobre los escritores que han sufrido la barbarie de la censura y la prohibición. “Cerca del lago Xolotlán, en Nicargaua, pueden verse unas huellas que quedaron impresas en el lodo hace dos mil años; piel de adultos y de niños que atestiguan la huida de una erupción volcánica, ríos de lava, cielos encendidos, la tierra que estremece. Desde entonces, siempre hemos estado huyendo de algo; terremotos y huracanes, guerras civiles, pestes y tiranos”, señaló.
Y recordó al primer gran tirano su tierra, un conquistador de causó muerte y destrucción: “El primero, Pedro Arias Dávila, el furor domine, muerto en el poder a los 91 años y quien se hacía decir cada año una misa de difuntos yacente en un catafalco en el altar mayor de la catedral de León, de Nicaragua, del que se levantaba para ordenar que perrearan a los indios insumisos. Y siglos después, el tirano que envejece en su cama y en su trono, siempre otro y siempre el mismo, desvaría en sus mandamientos y arbitrariedades, sigue imponiendo el silencio, llena las cárceles, condena al destierro… Un rostro superpuesto sobre el viejo rostro de la fantasmagoría de los siglos”.
Ramírez advirtió que “las armas han cobrado siempre su precio a las letras que pugnan por la libertad porque el oficio de escribir es libre por naturaleza y el poder, cuando quiere ser absoluto, mal disimula su inquina contra la imaginación, que es libre y es crítica del poder, y contradictoria y rebelde a las servidumbres por naturaleza. La palabra multiple contraria a la palabra única. Las tiranías castigan las burlas y ficciones de las novelas mandando prohibirlas y quien las escribe debe pagar con el destierro y enfrentar la pretensión de que te quieran quitar tu país, borrar tu fecha y lugar de nacimiento, tu memoria y tu pasado y tus palabras porque en el delirio de las arbitrariedades caprichosas que se adueñan de la cabeza de los tiranos creen suya la facultad de hacerte desaparecer”.
Después de citar a escritores perseguidos por sus ideas, como Ovidio, Stefan Sweig, Joseph Roth, Czeslaw Milos, Joseph Brodsky, Luis Cernuda y Juan Gelman, entre otros, Ramírez recordó su propio caso: “Si yo soy nicaragüense lo soy a la manera de quien no puede ser otra cosa. Nicaragüense de mi lengua, que es la lengua en boca de todos, desde la que no hay exilio posible porque la lengua me lleva a todas partes, me quita cárceles y destierros, y me libera. La mía es una lengua sin fronteras. La lengua que nadie puede quitarme y de la que nadie puede desterrarme. La lengua que es mi patria”.