Ciudad de México. A sus 46 años, Mkatozko luce como un jovenzuelo, con los músculos bien puestos en su lugar, fuerte y siempre listo para dar un buen espectáculo en el ring. Tiene el poder de transformarse en un titán que vuela, al grado de que un día fue confundido con un ángel por una niña a la que acabó regalándole la más preciada de sus máscaras.
Desde los 15 años se dedica a la lucha libre, actividad alterna a su oficio de mecánico. Sólo su círculo de amigos y familiares más cercanos saben de su doble vida. Ser luchador es cumplir un sueño infantil que nació en su ánimo cuando veía de niño las películas de Santo, mi ídolo de siempre. Un día entendí que para luchar contra los malos debía tener fortaleza intelectual y física, por eso comencé a practicar este deporte
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En entrevista con La Jornada, Mkatozko, quien se desempeña en la lucha libre de manera independiente, narra que un tiempo tuvo que dejar el pancracio para terminar sus estudios, aunque hice boxeo y practiqué futbol americano, siempre del lado rudo
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Cuando retomó el deporte que es su pasión, no dudó en que una máscara sería su sello y él mismo la diseñó con figuras de cadenas, tornillos, bisagras y sierras, “inspirándome un poco en el traje de Iron Man. Se la encargué a Tonanitla, mascarero de la Ciudad de México. Dependiendo del trabajo que lleve la máscara es el precio; hay unas que llegan a costar hasta 3 mil pesos.
“En el medio hay buenos mascareros, que no sólo hacen bonitos trabajos, sino cómodos, sobre todo por dentro de la máscara. De mi personaje tengo cerca de 30 máscaras, algunas son fusionadas, porque a veces lucho con algún compañero, y otras son para usar, por ejemplo, en temporada septembrina, con los colores patrios, o para Día de Muertos.
“También están las máscaras ‘de gala’, que uso cuando me presento en las actividades de algunas fundaciones cuando regalan juguetes a niños hospitalizados en Día de Reyes. Esa es una de las experiencias más agradables que me ha hecho vivir la lucha libre: ver la emoción de los pequeños al vernos, a quienes les digo que ellos son los auténticos luchadores por estar combatiendo una dura enfermedad.”
Respeto al personaje
Mkatozko no es el único personaje de nuestro entrevistado. También lucha con el nombre de Glotón, el cual le da oportunidad de explorar con mayor profundidad sus dotes histriónicas, porque debe actuar de acuerdo con la reputación de ese animal: de muy mal genio.
Esas son las ventajas y posibilidades infinitas de la máscara, y añade: “Te puedes convertir en quien quieras. Cuando me pongo mi máscara, cambio, me adentro en el personaje, y eso lo he logrado gracias a los buenos profesores de lucha libre que tuve, que me hicieron aprender a respetar en lo que me convierto cuando uso una máscara.
“No es como ponerte unas gafas oscuras y seguir siendo tú. Hay que transformarse, como hacía el muy respetable Perro Aguayo. Cuando soy Mkatozko, soy rudo; con Glotón hay otro tipo de trabajo, porque se trata de un animalito pequeño, solitario, que se enfrenta a luchadores grandes, y se da a respetar.
“Tengo otro que se llama Kit Certero, que hice con una máscara de los años 70 u 80 que me regaló un luchador de antaño. Esa máscara tiene un arco en lo que es el antifaz, y la figura de una planta, el romero. Los ojos no tienen marco, y sólo lleva dos colores.
“La máscara de Glotón se asemeja a un mapache, y lleva una cruz en la frente, la cual decidí poner cuanto sufrí la pérdida de un familiar cercano. Así es como se van transformando también las máscaras de los compañeros, al añadirles las iniciales de sus hijos o algún símbolo de algo que les gusta.
En la lucha libre te casas con un personaje cuando ya hay un contrato de por medio, en el cual muchas veces se estipula que no puedes modificar tu imagen. Hay muchas empresas muy buenas; sin embargo, los luchadores independientes tenemos más libertad para crear y transfigurarnos.
Un día, Mkatozko/Glotón/Kit Certero tuvo una hermosa máscara blanca que le dio varios triunfos. Se prometió que nunca la vendería y cuidaría que en las luchas nadie se la rompiera ni quitara.
“Pero al terminar una función, se me acercó una pequeña a pedirme una foto, y me dijo: ‘de todos los luchadores que se subieron al ring tú eres el mejor porque pareces un ángel; me gustaría tener tu máscara’. Le respondí que me esperara un momento, me metí al camerino para ponerme otra máscara debajo de la blanca, porque de eso se trata respetar al personaje. Fui con ella, me la quité y así fue como mi máscara favorita la tiene una nena”, concluyó el luchador, quien quizás en estos momentos pasa desapercibido en un taller mecánico, esperando el siguiente fin de semana donde será el más valiente, el más feroz, el más osado titán volador.