Ciudad de México. Las aves modernas capaces de volar poseen una estructura en las alas llamada propatagio que les permite elevarse por el aire. El origen evolucionario de este sistema había permanecido como misterio, pero nuevas investigaciones sugieren que podría proceder de los dinosaurios no aviarios. Los hallazgos provienen del análisis estadístico de las conexiones de brazo preservadas en fósiles.
Para el Departamento de Ciencias Terrestres y Planetarias de la Universidad de Tokio, encargado del estudio publicado en la revista Zoological Letters, existe algo especial en términos de evolución. “En la punta superior del ala de una ave hay una estructura llamada propatagio que contiene un músculo que conecta el hombro y lo tuerce, lo que facilita el aleteo y hace que el vuelo del pájaro sea posible”, explicó Tatsuya Hirasawa, profesor asociado de esa casa de estudios.
“No se encuentra en otros vertebrados, y se ha descubierto que sus funciones han desaparecido o se han perdido en las aves no voladoras. Así que para entender la evoluciónn del vuelo en las aves debemos saber cómo lo hizo el propatagio. Esto fue lo que nos impulsó a explorar algunos ancestros distantes de las aves modernas, los dinosaurios terópodos”, indicó el investigador.
Este tipo de dinosaurios, entre los que están el Tyrannosaurus rex y el velociraptor, tenían brazos en lugar de alas. Si los científicos lograran encontrar evidencia de un ejemplo temprano de propatagio en esos animales ayudaría a explicar cómo la rama aviar moderna del árbol de la vida pasó de los brazos a las alas. Sin embargo, los tejidos que conforman esa estructura son suaves, por lo que restos fósiles adecuados no sería posible encontrar.
En lugar de estudiar fósiles, los investigadores tuvieron que hallar una manera indirecta de identificar la presencia o la falta de un propatagio en los especímenes. “La solución que se nos ocurrió para determinar la presencia de esa estructura fue recopilar datos sobre los ángulos de las articulaciones a lo largo del brazo, o las alas, de un ave o dinosaurio”, señaló Yurika Uno, graduado del laboratorio de Hirasawa.
“En las aves modernas las alas no se pueden extender totalmente debido al propatagio, que bloquea el rango de ángulos posible entre las secciones conectadas. Si pudiéramos encontrar un conjunto de ángulos igual de específico entre las articulaciones en las muestras de dinosaurios, podríamos estar bastante seguros de que también poseían esa estructura, y a través de análisis cuantitativos de las posturas fosilizadas de aves y no-dinosaurios, descubrimos los rangos reveladores de los ángulos articulares que esperábamos”, agregó.
Basado en sus hallazgos, el equipo apunta a que el propatagio probablemente evolucionó en un grupo de dinosaurios conocido como terópodos manirraptores, incluido el famoso velocirraptor. La teoría está respaldada por la identificación de la estructura en fósiles de tejido suave preservados, con todas las muestras analizadas anteriores a la evolución del vuelo en dicho linaje.