Sea cual sea el desenlace de la guerra entre Rusia y Ucrania, Europa saldrá debilitada frente a Estados Unidos. A un año de su inicio, el balance no puede ser más desolador. Sus instituciones y gobiernos han claudicado, no han sido capaces de forjar una alternativa de paz. Han optado por seguir las directrices de la Casa Blanca y la OTAN, incrementando el riesgo de una confrontación mundial, que de hecho lo es. ¿Si no, a qué viene la visita sorpresa de Biden a Ucrania? ¿Y las declaraciones de la vicepresidenta Kamala Harris? Sobre el terreno, hay tanques alemanes, misiles estadunidenses, obuses españoles, material fabricado en Francia, Italia y Gran Bretaña. En fin, un despliegue de armamento “ made in Europa Occidental” en poder de Ucrania.
La deriva belicista tiene consecuencias para la vida cotidiana: el encarecimiento de la canasta básica. No hay producto –pan, leche, carne, fruta, verduras, café o cerveza– cuyo precio no se haya incrementado. La calefacción, la luz, la gasolina, se han convertido en artículos de lujo. La inflación se dispara y la dependencia hacia los hidrocarburos estadunidenses se consolida. El sabotaje del gasoducto NordStream, como lo demostró Seymour Hersh, se urde entre la OTAN y la armada noruega, siendo un punto de inflexión en la dependencia energética de Europa respecto a Estados Unidos. Para Alemania, implicó importar gas más caro de Estados Unidos. Biden dijo que prefería una Alemania congelada en invierno a ver cómo disminuye su ayuda armamentística a Ucrania.
En enero de este año, la ministra de Defensa alemana, Christine Lambrecht, dimitió. En ella se condensaron las críticas de la OTAN al considerar que ralentizaba el envío de armas a Zelensky. Eliminada de la ecuación, la base estadunidense Ramstein, en territorio alemán, donde se celebran la mayoría de las reuniones de la coalición antirrusa, se convirtió en campo de entrenamiento para soldados ucranios. Allí son adiestrados en el uso de sistemas de armamento sofisticado, tanques y misiles de última generación, para volver a combatir en Kiev. Dichos cursos han contado con la presencia del presidente del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, general Mark Milley.
Europa sólo existe para servir a Estados Unidos. En este contexto, reunidos en Bruselas, los ministros de defensa de la OTAN acordaron incrementar el material de guerra enviado a Ucrania. Bajo esta lógica, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, declaró ante Zelensky: es mejor dar prioridad a las entregas útiles para permitir a los ucranios resistir y llevar a cabo operaciones en lugar de compromisos que llegarán demasiado tarde
. Zelensky se crece. Viaja por Europa, recibiendo parabienes. Joe Biden lo visita en Kiev dejando claro sus planes y cuál es el papel de Europa. Agachar la cabeza y avalar el plan estadunidense. Otra humillación para la Unión Europea. Ucrania es una bomba de tiempo, que Estados Unidos hará estallar cuando estime conveniente y Zelensky sea un juguete roto.
Josep Borrell, el jefe de la diplomacia europea, subraya sin sonrojarse: “ya que los muertos los ponen ellos, ayudémosles (…) Zelensky y los ucranios tienen muchos aplausos, pero no tienen municiones (…) Esa es la paradoja. Tiene que haber menos aplausos y mejores suministros de armas”. Para Borrell, la guerra supone que la Unión Europea ha “llegado a la edad adulta (…) convirtiéndose en un actor creíble y capaz de usar la coerción”. Sin pudor, plantea potenciar la industria militar como polo de desarrollo. Nos hacemos adultos
fue su expresión, para acabar por enunciar los desafíos de la Unión Europea en tiempos de guerra: lograr credibilidad como actor global, asumir la responsabilidad estratégica como suministrador de seguridad y defensa y lograr un compromiso mayor con nuestros socios de todo el mundo
. Europa vive en una economía de guerra.
Ucrania debe resistir, no importa el número de muertos. Mientras, la Unión Europea firma el décimo paquete de sanciones. La presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, cuantifica el costo para Rusia en 11 mil millones de euros. En un año han contemplado negación de visados, inmovilización de cuentas bancarias, imposibilidad de importar artículos de lujo, equipos electrónicos, productos de doble uso. El espacio aéreo, marítimo y terrestre. Sus aeronaves no pueden acceder a los aeropuertos de la Unión Europea. La marina mercante rusa no puede acceder a puertos de la UE. Hay prohibición de acceso al sistema Swift para los bancos. Se han retirado las licencias para actividades de radiodifusión. Sin olvidar la compra de petróleo crudo y gas. Pero como suele ocurrir, las sanciones tienen un efecto búmeran. Son pequeños empresarios, exportadores de tecnología, asesores en materia de ingeniería y comerciantes quienes pagan la factura. Mientras, la industria de guerra se enriquece.
Europa hace mucho perdió su dignidad. Sus dirigentes me recuerdan una escena del filme Los hermanos Marx en el Oeste, donde Groucho, en un tren sin combustible, reclamaba más madera que es la guerra
, para perseguir a los malos en un tren destartalado y sin combustible. Lamentablemente no estamos en una ficción. A un año de la guerra, sólo la muerte se atisba en el horizonte. Ojalá sea posible la paz, para lo cual es necesario un viraje de 180 grados.