Ciudad de México. El primer luchador con máscara en el país, del que se tiene registro, fue Maravilla Enmascarada, que con nacionalidad estadunidense debutó en México en 1931. Se sabe que el mascarero que elaboró su prenda fue Antonio Martínez, quien en ese entonces hacía calzado para luchadores.
Así lo recuerda uno de los grandes coleccionistas mexicanos de máscaras de lucha libre, José Bernardo Flores Rocha (Ciudad de México, 1980), quien compartió con La Jornada la historia de su acervo.
Posee más de 100 máscaras. La más antigua que tiene es del luchador Villano Primero, “de razo; aproximadamente es de 1969. Tengo otras importantes, como la del Solitario, y, obviamente, la del Santo, que le compré a su hijo mayor”, agregó el también dibujante.
“Esa máscara está rota en el área de la boca; la usó el Santo en una función donde compartió ring, en 1982, con el Huracán Ramírez y el Rayo de Jalisco, en el Palacio de los Deportes. Cada vez que le rompían una máscara al Santo lo hacían en el área de la boca, por respeto, pues como estaba calvo no se la rompían de arriba”, aseguró Flores Rocha.
El entrevistado detalló que esa pieza la usó el Enmascarado de Plata en una función cuando le dio un infarto arriba del ring, “Huracán Ramírez se percató que estaba fuertemente lastimado, lo bajó, lo cargó y se lo llevó a los vestidores, pero su hombro presionó el pecho del Santo lo que supuestamente ayudó para salvar su vida”.
La afición a la lucha libre de Bernardo se inició por su hermano Ramón, fallecido hace 13 años, quien asistía a las funciones en el Toreo de Cuatro Caminos, ubicado en los límites de la alcaldía Miguel Hidalgo y el municipio de Naucalpan de Juárez, estado de México. Ese recinto fue considerado uno de las mejores del país por el cartel que presentaba cada ocho días entre las décadas de los 70 y 80.
El coleccionista considera que las máscaras de lucha libre “nos identifican como mexicanos en todo el mundo; son muy valiosas. Su valor depende del peleador que la usó, del ingenio en el diseño y del fabricante. Son obras de arte, no cualquier persona puede fabricarlas. A lo largo de la historia hubo una evolución en el uso del material. Se empezó a luchar con máscaras de piel de cerdo; los luchadores de ese entonces terminaban muy maltratados de la cara.
En la década de los 50 se empezaron a utilizar telas más cómodas, por ejemplo, el razo satinado, tela rígida pero que no maltrataba la piel; en la actualidad se usa mucho material sintético.
Japón, referente
En su juventud, recuerda el coleccionista, se sentaba con papel y gises afuera de la Arena México para hacer el dibujo de un luchador e intercambiarlo por su máscara, así empezó su colección. El primer luchador con el que hizo trueque fue Doctor X, “a ese luchador lo asesinaron en una fiesta patronal de su pueblo.
Flores Rocha asegura que “los mascareros más talentosos en la historia de la lucha fueron los señores Arnulfo López y Antonio Martínez, sastres y zapateros de profesión. También existió uno peculiar, Pedro Martínez, de Guadalajara; cosía máscaras horribles, pero en esa ciudad era el único artesano. Muchos luchadores como el Solitario, Rayo de Jalisco, Doctor Wagner y los Gemelos Diablo, entre otros, utilizaron prendas de don Pedro. Otro mascarero importante fue Alfredo Hernández La Furia, quien hizo las de Blue Demon”.
Bernardo también posee máscaras de luchadores que no tuvieron fama pero que recorrieron la mayoría de las arenas del país. Su gusto por el dibujo y el de coleccionar máscaras se lo transmite a sus hijos que a su temprana edad van guardando las que su padre les regala.
“Para mí, las mejores máscaras están en Japón. Allá la lucha libre mexicana es venerada; un ejemplo es Mil Máscaras, que allá es muy famoso. También colaboré con Masahiro Hayashi, mascarero y coleccionista que tiene piezas increíbles y que actualmente trabaja para Rey Misterio. En los años 80 muchos luchadores mexicanos hicieron gira por Japón y dejaron muchas en esa región.
“El luchador Clímax es el papá de mi novia. Tengo una máscara de él que conseguí en Japón. Por los materiales, pienso que es de la década de los 80; se la mostré y le dio nostalgia, me preguntó de dónde la saqué. Es satisfactorio ver el rostro de los luchadores cuando te cuentan su historia.”