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“Las mujeres no sólo cocinamos y cuidamos bebés, también hacemos deporte”

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Detrás de cada presentación hay mucha técnica, práctica y disciplina, afirma una de ellas. Foto tomadas de Twitter
13 de febrero de 2023 10:27

Palo Alto., Cholitas wrestling (lucha de cholitas), así es el título de varios de los folletos distribuidos en todos los hoteles paceños, donde por lo general se hospedan turistas extranjeros. La fila para ingresar al Coliseo de Villa Dolores, en la ciudad de El Alto, es una mezcla de idiomas: francés, italiano, japonés, entre otros.

Sputnik presenció las batallas de las mujeres de pollera en El Alto, urbe de población mayormente aymara, donde a comienzos de 2000 las mujeres empezaron a subirse a los cuadriláteros para dar atractivos espectáculos con piruetas y golpes demoledores que duelen de verdad.

Decenas de alteños también acuden religiosamente cada domingo para ver a las heroínas locales, que enfrentan a sus respectivas némesis. Sin embargo, en esta eterna representación de la batalla entre el bien y el mal, las mujeres de pollera siempre ganan.

La cholita Marisol se presentó ante el cuadrilátero y el público estalló en una ovación. Enfrentó al villano Abraxas, personaje agresivo y con mucho amor propio. La pollera y la enagua de la luchadora flameaban por el ring, mientras levantaba o lanzaba por el aire a su contrincante, quien en su turno le retribuía su cuota de golpes.

La luchadora estrella es Yolanda, la Amorosa, quien desde hace 23 años pasea su orgullo aymara por el cuadrilátero. Contó a Sputnik que nació en este ambiente, porque su padre también era luchador. Actualmente, su hija sigue su legado.

La luchadora puso como ejemplo a la diputada Remedios Loza, quien llegó al Congreso en 1989 y fue la primera mujer de pollera –es la forma políticamente correcta de llamar a las cholitas– en ocupar ese cargo, que desempeñó hasta 2002. Falleció en 2018.

Si la señora Remedios Loza, que en paz descanse, ha llevado la pollera al Parlamento, ¿por qué no una mujer que viste pollera, como yo, una indígena, no va a hacer este deporte?, sostuvo.

Yolanda, la Amorosa, contó qué siente cada vez que sube al cuadrilátero: Es magnífico, es algo que no puedo describir. Llevo sangre de luchadores, porque mi padre, que en paz descanse, también era luchador. Ahora mi hija también es luchadora.

La tradición del coliseo

Las entradas para ingresar al coliseo, situado en la Ceja de El Alto, tienen precio diferenciado. Para los nacionales son 20 pesos bolivianos (unos tres dólares) y 50 para los extranjeros (unos siete dólares). Las luchas del domingo lluvioso que presenció Sputnik reunieron a 100 personas, en su mayoría turistas.

Yolanda comentó que las y los luchadores deben realizar otras actividades para mantenerse. Destacó que su mejor paga está en todo el amor que me brinda la gente boliviana, así como la extranjera que nos viene a visitar para ver si nos golpeamos fuerte o no.

A pesar de que los golpes están coreografiados en su mayoría, es frecuente que se lastimen de verdad. Las roturas de cabeza que tenemos y las lesiones son ciertas. Lo has podido comprobar tú y la gente aquí presente, agregó.

La mujer aymara admitió que le tocan golpes, pero a quien tiene enfrente le llegan aún más, porque doy con más garra.

En diálogo con Sputnik, la cholita Marisol resaltó que las peleas y los golpes son reales. “Entrenamiento tras entrenamiento, las mujeres logramos lo que queremos. Por eso damos alma, corazón y vida en el ring. Piensan que la lucha libre es solamente un show, pero yo me he fracturado un hombro, también tuve una lesión en el pie”, relató.

Comentó que volvió al cuadrilátero luego de un periodo de sanación. La lesión en el pie se había agravado por seguir peleando a pesar del dolor: No podía parar. Sí o sí tenía que terminar la lucha, porque estaba el público presente.

Lo mismo que a Yolanda, la luchadora contó que el cariño de la gente le hace sentir feliz, es lo que me da más agallas y me levanta cuando estoy abajo. Los aplausos me levantan, sobre todo el apoyo de los extranjeros que vienen. Los quiero mucho y me dedico a ellos.

Yolanda, por su parte, todavía no ve en el horizonte su retiro de los cuadriláteros. Voy a seguir mientras el público me lo permita, hasta que se canse de mí. Me debo a la audiencia, porque he crecido y soy gracias a esa gente, también a los que vienen de diferentes países a apoyarme, como ahora lo han hecho. Me siento muy emocionada y muy contenta, porque las mujeres no solamente nos dedicamos a cocinar y a cuidar a los bebés. También podemos hacer deporte un tanto varonil, porque nada es imposible, aseguró.

La luchadora añadió que detrás de cada presentación hay mucha técnica, mucha práctica y disciplina. Por eso hacemos esas caídas, pero es imposible no lastimarnos y no rompernos la cabeza. Mucho más cuando el contrincante nos empieza a dar duro. Pero yo no me puedo quedar atrás, así que también recibe mi contrincante.

La lucha libre no es un trabajo, no es una profesión. Es una pasión que vive dentro de mí, concluyó.

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