Un año después, El incendio Camp Fire afectó más de 70 mil hectáreas y la localidad de Paradise. La cifra de muertos ascendió a 58. Por su parte, Woolsey dejó en el sur de la entidad tres muertos, destruyó más de 500 viviendas y desplazó a unas 200 mil personas en las montañas cerca de la costa de Malibú.
En 2019, uno de los incendios forestales amenazó con llegar a 2 mil 400 edificios de Santa Barbara, al noroeste de Los Ángeles, lo que obligó a desalojar a 6 mil 300 residentes, mientras Goleta y otros vecindarios cercanos fueron declarados en vigilancia permanente. Otro incendio, Cave, afectó el parque forestal nacional Los Padres y áreas pobladas vecinas. Estos dos incendios se sumaron a otros que azotaron California destruyendo numerosas casas, áreas de viñedos y obligando a miles de personas a escapar de sus viviendas.
En 2020, Glass Fire y Zoog Fire afectaron al Valle de Napa y al condado de Shasta. Más de 30 mil hectáreas ardieron destruyendo a su paso viviendas y pueblos enteros. Murieron cuatro personas y los evacuados fueron más de 40 mil. El fuego destruyó todos los viñedos del prestigioso Chateau Boswell en la ciudad de Santa Helena.
El año pasado, el incendio Oak afectó al condado de Mariposa, en las afueras del Parque Nacional Yosemite. Quemó más de 4 mil hectáreas y forzó la evacuación de varias comunidades rurales. Otro incendio, Washburn, al sur del famoso parque natural, arrasó con más de 2 mil hectáreas.
Los incendios anteriores y muchos otros registrados en California se atribuyen a áreas afectadas por la sequía y avivados por vientos muy fuertes. Los expertos señalaron que en realidad son pruebas del cambio climático.
Ahora en California no hay incendios, pero sí inundaciones que han causado numerosos daños en la infraestructura pública y privada. Suman 18 personas las fallecidas, cifra mayor a las de los dos últimos años por los incendios forestales. Todo comenzó con una poderosa tormenta de año nuevo que provocó deslizamientos de tierra, apagones y cierres de carreteras en toda la entidad.
El fuerte viento y el aguacero dejaron a decenas de miles de hogares sin electricidad el 1º de enero, mientras las aguas del río Cosumnes alcanzaron niveles récord y causaron estragos tras romper tres diques e inundar la zona. Decenas de coches quedaron bajo las aguas. Lo peor vino el martes pasado: casas y vehículos quedaron inundados en la población Planada del condado Merced. Millones de residentes fueron puesto bajo alerta, 50 mil personas recibieron órdenes de evacuación y más de 110 mil viviendas y negocios quedaron sin electricidad.
Las intensas lluvias sepultaron las estaciones de esquí en la Sierra Nevada. Los más afectados han sido los residentes en pequeñas comunidades anegadas por el agua y el lodo, aislados porque las lluvias inundaron las vías de comunicación. Las grandes urbes han padecido igualmente aguaceros muy intensos, como toda la zona de Sacramento, en tanto Oakland tuvo su día más lluvioso desde 1970. San Francisco registró los mayores en más de 170 años. En resumen, la mitad de los 58 condados del estado de California fueron declarados como zonas de desastre y reparar los daños costará más de 2 mil 500 millones de dólares.
Todo esto ha pasado los primeros 15 días de 2023, mientras es extrema la sequía, a pesar de que varios de los principales embalses se llenaron, como las presas Folsom y Nimbus y el lago Natoma. Las estaciones de esquí de Mammoth Mountain y Lake Tahoe registran hasta 42 pulgadas de nieve.
Bangladesh, un país paupérrimo, sufre ahora una gran tragedia por las inundaciones. Con California, es ejemplo de cómo el cambio climático afecta igual a zonas ricas que a pobres. Y nos recuerdan que en abril comienza el calor en México. Y en julio, los huracanes. ¿Alguna estrategia oficial para paliar un poco lo que nos espera?