París. La Estación Espacial Internacional (EEI), la mayor estructura puesta en órbita, es un modelo de cooperación internacional entre rusos y estadunidenses.
Estas son cinco cosas que deben saberse sobre ese laboratorio espacial, puesto en órbita hace 25 años, tan grande como un terreno de futbol, y hacia donde Rusia prevé enviar una nueva nave para remplazar un vehículo dañado por un impacto de un micrometeorito.
¿Qué es la EEI?
En órbita a una distancia promedio de 420 kilómetros, ese laboratorio espacial sirve para estudiar la Tierra, el Sistema Solar, realizar experiencias en estado de ingravidez, especialmente en medicina, y preparar misiones de exploración espaciales.
Fue construida en órbita, módulo a módulo a partir de 1998 y con un costo de unos 100 mil millones de dolares, asumidos la mayor parte por Estados Unidos.
La EEI mantiene tripulantes en forma ininterrumpida desde el 2 de noviembre de 2000.
Los equipos, cuyas misiones duran de cuatro a seis meses, están compuestos por tripulantes estadunidenses, rusos y de las agencias espaciales europea, japonesa y canadiense, remplazados por mitades. Además otras agencias espaciales o empresas privadas pueden enviar sus propios astronautas en misiones de corta duración.
¿Qué organización?
Esta colaboración internacional involucra a cinco agencias espaciales en las que participan 15 países: la agencia rusa (Roscosmos), japonesa (Jaxa), estadunidense (NASA), europea (ESA) y canadiense (CSA).
La estación tiene 110 metros de largo y 74 metros de ancho (equivalente aproximadamente al tamaño de un terreno de futbol) y una masa de 400 toneladas. Ocho naves pueden atracar de manera simultánea en la EEI.
A bordo, hay siempre al menos un equipo internacional de siete tripulantes, que viven y trabajan en seis módulos presurizados.
Logística
El suministro está garantizado por naves de carga rusa (Progress) y estadunidenses (SpaceX y Cygnus).
En caso de urgencia, el retorno se hace en la nave rusa Soyuz (tres lugares) o la nave estadunidense Crew Dragon (cuatro lugares). Las naves que transportan a los astronautas permanecen ahí el tiempo de su misión.
Tras la espectacular fuga de líquido de enfriamiento de una nave rusa que debía traer de regreso a tres tripulantes, Roscosmos debe enviar una nueva nave el 20 de febrero para traer a dos rusos y un estadunidense al término de su misión.
Una vida en estado de ingravidez
Las jornadas de los astronautas están organizadas minuciosamente y se rigen por la hora del meridiano de Greenwich: se levantan a las 6 horas, apagan las luces a las 22.30. Entre ambos horarios, ocho a diez horas de experiencias científicas, dos horas de actividades físicas obligatorias para evitar el deterioro de los músculos, tres horas de tiempo libre. El sábado, limpieza y mantenimiento. El domingo, descanso.
Unos 200 experimentos científicos son realizados de manera recurrente, especialmente todas las experiencias en ingravidez imposibles de realizar en la Tierra.
Para descansar los tripulantes utilizan sacos de dormir.
El agua escasea a bordo: además de la llevada desde la tierra, el resto se extrae del aire y de la orina. El agua es purificada y luego utilizada para los alimentos liofilizados.
Un futuro incierto
Tanto la NASA como la ESA desearían continuar la aventura hasta 2030, pero los rusos anunciaron en julio que quieren retirarse después de 2024
. Por ahora esto no se ha oficializado.
La situación en Ucrania no es extraña a este anuncio, aunque Moscú ya había sugerido que se retiraría para construir su propia estación orbital.
Una salida de Rusia obligaría a los estadunidenses a asumir la totalidad de los vuelos de suministro y el mantenimiento en órbita de la estación (a cargo hasta ahora del sector ruso) ya que el laboratorio disminuye en forma lenta pero constante su altitud.
Después de 2030, la EEI será precipitada en el océano y debe ser remplazada por estaciones privadas.
La NASA ya invirtió en varios de esos proyectos, que podrían servir a la vez para la investigación científica, tecnológica y para el turismo. Esta vez, sin Rusia.