Ciudad de México. A cien años de su muerte –asesinado de 150 balazos el 20 de julio de 1923 en Parral, Chihuahua–, Pancho Villa sigue siendo un personaje que despierta pasiones: lo mismo admiración que odio.
Una contraposición a flor de piel en la clase política, diversos sectores sociales y los ámbitos de la historiografía y la literatura y que este 2023, con motivo de la declaración en México del Año de Francisco Villa, dará mucho material para reflexionar y discutir.
El villismo y Villa en particular generan una doble mirada, incluso entre sus admiradores, en el mejor de los casos condescendiente. Una combinación de admiración, repulsión, fascinación, miedo, amor, odio. Para el civilizado (algunas escasas veces) lector del siglo XXI, la venganza social, el furor, el desprecio por la vida propia y ajena, la terrible afinidad con la violencia, desconciertan y espantan
, escribe Paco Ignacio Taibo II en el libro Pancho Villa: Una biografía narrativa (Planeta).
Es un personaje muy complejo y polémico
, dice Felipe Ávila, especialista en la Revolución Mexicana y director del Instituto de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, instancia que este año desarrollará un amplio programa de reflexión, crítica y divulgación de lo que ha significado Villa y el villismo en la historia del país.
Entre otras actividades, adelanta a La Jornada, se harán coloquios, conferencias, programas de radio y televisión, así como una intensa campaña de divulgación y difusión en redes sociales, además de publicar una iconografía de Villa y el villismo con imágenes inéditas o poco conocidas y montar una serie de exposiciones en varias partes de México.
A esto se sumará la creación de un micrositio con libros digitales, música, fotografías, testimonios y entrevistas, así como la publicación de una biografía destinada al público infantil, con la idea de que sea traducida a varias lenguas originarias.
Leyenda negra
Uno de los principales problemas con Villa, sostiene Felipe Ávila, “es que cuando se convirtió en un personaje famoso y de los más relevantes de la Revolución Mexicana, sobre todo entre 1914, 1915 y hasta su muerte, fue demonizado y sus enemigos construyeron alrededor de él una leyenda negra que lo presentaba como un ser sanguinario, un carnicero, como alguien que no tenía proyecto político y no sabía realmente por lo que estaba luchando, alguien que era muy manipulable, un ser rencoroso, vengativo.
Esa fue la primera imagen de Villa que se conservó después de su asesinato, construida por sus enemigos encarnizados: los constitucionalistas, por Venustiano Carranza, Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, que lo enfrentaron a vencer o morir, y lo derrotaron.
De acuerdo con el sociólogo e historiador, esa visión adversa prevaleció en la historiografía de la Revolución Mexicana las primeras dos décadas y, a partir del gobierno de Lázaro Cárdenas, algunos de los villistas sobrevivientes, como Federico Cervantes, comenzaron a dar su versión de la historia, que contradecía la imagen negativa construida por el constitucionalismo.
Hasta los años 60, y sobre todo en los 70, se hizo una historia académica por profesionales, que se dedicaron a rastrear documentos, a encontrar fuentes primarias, archivos, fotografías; que comenzaron a recurrir a las entrevistas con algunos de los sobrevivientes, hombres y mujeres que les dieron su versión de lo que había sido su experiencia en la División del Norte.
A decir de Felipe Ávila, el Villa recuperado por la ideología de la Revolución Mexicana y la historia oficial no era el auténtico, sino un personaje pasteurizado
, al igual que Zapata y Flores Magón: Le habían quitado las aristas más radicales y más conflictivas, las que eran más peligrosas para un régimen que basaba su legitimidad en su origen revolucionario y que había construido una ideología mistificadora que cada vez se había alejado más de sus orígenes revolucionarios
.
En contraposición, destaca que a partir de la revuelta estudiantil de 1968 los movimientos sociales han recuperado a las figuras auténticas de esos héroes revolucionarios.
Se las quitaron al Estado mexicano posrevolucionario, que se las había apropiado, deformado y utilizado para legitimarse
, y les dieron un contenido mucho más auténtico que no se limitó a las demandas campesinos o las luchas agrarias, sino que se extendió a otros movimientos (obreros, estudiantiles, magisteriales, de colonos y sindicales).
Para el historiador Pedro Salmerón, especialista en el villismo y quien colaboró en un documental sobre Villa que se estrenará este año en el Canal 11, uno de los factores que han hecho de ese héroe un personaje tan seductor para ciertos sectores es su identificación con el pueblo de México, así como con las corrientes profundas de lucha libertaria, de resistencia en contra del despojo y del autoritarismo.
Esa identificación profunda de Villa con esas corrientes de la lucha permanente de los pueblos de México contra la opresión lo hacen tan cercano. La gente puede no entender exactamente qué estaba pidiendo, qué exigía, cómo actuaba, pero siempre que ven a Villa en las cantinas, los talleres mecánicos, en las casas de todo el país, se identifica con ese espíritu de lucha y resistencia surgido desde abajo. Esas cualidades hacen que sea un símbolo. Otros aspectos quizá menos conocidos, como sus capacidades militares, de liderazgo y trabajo, lo van colocando también en esas condiciones.
Desde su nacimiento, el 5 de junio de 1878, nada estará demasiado claro respecto a la historia de José Doroteo Arango Arámbula, mejor conocido como Pancho Villa, afirma Taibo II en la obra citada.
Una historia dominada por los cuentos, las leyendas, los chismes y las versiones, muchas de ellas contradictorias y enfrentadas
, apunta el escritor, quien recuerda diversas versiones sobre el origen del prócer, como que nació en Colombia o que era originario de Centroamérica, que era un soldado estadunidense llamado Goldsby, de tez clara que podía pasar por mexicano, o que cruzó el río Grande para volverse bandolero en México.