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AMLO: tiempo de cambiar la narrativa / Carlos Martínez García

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El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, durante su conferencia matutina en Palacio Nacional en la Ciudad de México, el 28 de diciembre de 2022. Foto José Antonio López
28 de diciembre de 2022 10:00

Es necesario mantener el continente, pero cambiar el contenido. La creación comunicativa del Presidente, la conferencia mañanera, está cada vez más enfocada en rotundas adjetivaciones contra los que considera sus adversarios y no tanto en ofrecer datos verificados y verificables.

En un artículo de hace casi tres años observé que al mejor comunicador se le va la liebre, o suelta un gazapo. Lo anterior está sucediendo con más intensidad en tanto el Presidente se refiere a variados asuntos y da su parecer sobre temas nacionales e internacionales con escaso respaldo informativo, en buena medida porque con frecuencia improvisa o toma al vuelo alguna pregunta de los reporteros. Por otra parte, Andrés Manuel López Obrador es un maestro en atraer la atención de la prensa y redes sociales. Es capaz de fijar cotidianamente agenda sobre los temas a ser discutidos públicamente. Es un torbellino que dificulta el seguimiento de sus actividades y declaraciones a periodistas y opinadores. No sólo están atentos a sus declaraciones en el círculo rojo, sino que despierta interés en amplios sectores de la sociedad.

El círculo rojo, que a menudo es confundido con el pulso de la sociedad toda, o la mayoría, “es aquella amalgama de personajes de la política, de negocios, mediática o social que por su liderazgo tiene la capacidad de crear y diseminar entre la sociedad estilos de hacer y de pensar […]. Son las llamadas élites que buscan –a través de los llamados influencers– hacer valer sus visiones por encima del llamado círculo verde, que son las mayorías populares” (https://codigomagenta.com.mx/articulo/que-alguien-me-explique/alerta-en-circulo-rojo).

López Obrador pudo y supo construirse una imagen de outsider del sistema político mexicano. Logró atraer la esperanza de millones de electores comunicando con nitidez una y otra vez que los grandes problemas nacionales tenían responsables: las élites políticas y económicas que depredaron el país. Su estilo directo y capacidad para dejar en sus oyentes frases ingeniosas que apuntalaban el mensaje le fueron dejando crecientes porcentajes de simpatizantes. Sin duda, AMLO fue, y es, el principal personaje que sacó del círculo rojo el debate sobre el futuro nacional, para estimular una conversación más amplia y deseos de incidir en cambiar el ominoso estado del país.

El riesgo mayor en que incurre AMLO, en su afán de ser panóptico (capaz de ver y vigilar todo) y disertar sobre casi cualquier tema, es que no dimensiona los matices existentes en la sociedad y las acciones derivadas de tal diversificación. Es dado a esquematizar, simplificar la realidad y presentarla en polos inamovibles e irreconciliables. El Presidente insiste machaconamente en que la sociedad mexicana tiene solamente dos bandos: el mayoritario, que apoya las transformaciones que impulsa desde la Presidencia de la República, y el de los conservadores, cómplices del antiguo régimen que devastó al país. Frente a su interpretación vale recordarle que durante los gobiernos de un personaje al que dice admirar, Benito Juárez, algunos liberales que dieron heroicas lides junto con el reformador oaxaqueño no estuvieron de acuerdo con él y, desde la izquierda, señalaron otras posibilidades para construir el horizonte nacional.

El componente mayor de las declaraciones cotidianas del Presidente es la crítica y denostación de sus opositores, quienes a su vez responden con creciente belicosidad. En un ambiente así hay escaso margen para el diálogo y la crítica fundamentada en información corroborable. Considero que es perfectamente compatible identificarse con un proyecto político y, al mismo tiempo, no aceptar íntegramente su propuesta. En la izquierda, aunque también sucede en el conservadurismo, se hizo popular la idea de evitar la crítica interna para no dar armas a los enemigos. Así, en diversos proyectos que se definen progresistas, dentro de sus filas se han inhibido argumentaciones disidentes y hasta se les considera peligrosamente cercanas a las posiciones de los adversarios. Desechar la autocrítica es nocivo, en primer lugar, para el propio proyecto con el cual uno se identifica.

El otro componente toral de las conferencias de prensa del Presidente tiene que ver con el contraste ético que hace entre él y los valores de los conservadores, quienes, en su óptica, son todos aquellos que no apoyan decididamente o cuestionan su proyecto de transformación política y social. Invariablemente subraya la superioridad moral tanto de su persona como de las implementaciones llevadas a cabo para consolidar su visión de lo que debe ser México. AMLO sostiene que lo impulsan valores profundos y superiores, mientras del otro lado sólo hay intereses perversos. Al respecto de la autoexaltación concluyo citando un libro muy leído por el Presidente, la Biblia, que dice en Proverbios 27:2, Alábete el extraño, y no tu propia boca; el ajeno, y no los labios tuyos.

 

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