Ciudad de México. Un puñado de empresas extranjeras, específicamente de Estados Unidos y China, dominan el mercado de maíz amarillo en México, principalmente transgénico. Se trata de trasnacionales que adquieren grano de productores estadunidenses, para posteriormente, por medio de sus filiales en México, importarlo y revenderlo al mayoreo a grandes compañías productoras, sobre todo, de los sectores pecuario e industrial.
Las empresas en cuestión, que por medio de legisladores de EU impulsan el uso de los mecanismos del T-MEC para impedir que México vete el maíz transgénico, son las estadunidenses Cargill, Archer Daniels Midland (ADM), Bartlett Grain y Scoular, así como la china Cofco, todas involucradas en la compra, venta, almacenamiento, manejo y procesamiento de granos, con operaciones tanto en México como en Estados Unidos.
Estimaciones del Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GCMA) destacan que este grupo de empresas son las encargadas de importar la mayoría de las 17.5 millones de toneladas de maíz que anualmente ingresan a México desde Estados Unidos. Ya estando en el país, aproximadamente 13.7 millones tienen como destino empresas productoras del sector pecuario y otras 3.1 millones el rubro industrial.
De las importaciones de maíz, alrededor de 650 mil toneladas corresponden a maíz blanco, el cual es destinado a la industria harinera, siendo las principales compradoras Maseca y Minsa, las cuales son las mayores proveedoras del insumo que utilizan las tortillerías y, por tanto, este maíz es de consumo humano directo. No obstante, las importaciones son mínimas, dado que México es autosuficiente en este tipo de grano.
Del total de las 17.5 millones de toneladas que importa México desde EU anualmente, 13.7 millones tienen como destino grandes empresas pecuarias como Bachoco, que produce huevo, pollo, carne y productos lácteos; Keken, dedicada a la producción y comercialización de carne de cerdo; Sukarne, productora de carne de res, cerdo y pollo; Proan, dueña de granjas de cerdos; Pilgrims, una de las productoras de pollo más grandes del mundo y Gusi, productora mexicana de carne de res.
Lo anterior significa que casi 80 por ciento del maíz amarillo importado, genéticamente modificado en su inmensa mayoría, tiene como destino el forraje, es decir, se usa como alimento para pollos, reses, cerdos y demás animales que posteriormente son sacrificados para ser vendidos como carne para consumo humano. Dichas empresas tienen un importante mercado en México, pero también exportan grandes cantidades, al grado que las ventas de proteína a otros países son el quinto rubro que mayores ingresos reporta entre las agroalimentarias, sólo debajo de la cerveza, tequila, aguacate y berries.
Otra parte importante del grano amarillo importado, 3.1 millones de toneladas anuales, es comprado por la industria, específicamente, señaló el GCMA, por las empresas productoras de almidón como la estadunidense Ingredion, que también utiliza el grano para la elaboración de edulcorantes, y Almidones Mexicanos (Almex), compañía fabricante de almidones naturales y modificados, dextrosa, glucosas y alta fructosa.
En otro rubro quedan las trasnacionales agrobiotecnológicas que integran Crop Life International como Bayer, Basf, Corteva, Syngenta, entre otras, que si bien no comercializan maíz, tienen intereses directos, pues desarrollan tecnología que venden a los productores estadunidenses que siembran maíz transgénico.
Atención en sector pecuario
Para Ana de Ita, directora del Centro de Estudios para el Cambio en el Campo Mexicano, un punto importante en las importaciones mexicanas de maíz, es el sector pecuario, pues con la explosión de las importaciones de grano amarillo, trasnacionales como Smithfield, que controla la producción de puercos, instalaron sus plantas en el país; otras fueron Tyson y Pilgrims que controlan la producción intensiva de pollo, o bien, la brasileña JBP que hace lo mismo con el ganado vacuno, lo que representó un duro golpe para la ganadería de pequeña y mediana escalas.
En este sentido, recalcó la especialista, el decreto por el cual el gobierno mexicano pretende prohibir la importación de maíz transgénico es una fuerte amenaza para el mercado de los agricultores de maíz de Estados Unidos, para los distribuidores y comercializadores de ese país, para las productoras de semillas modificadas y para las grandes empresas productoras nacionales y extranjeras que operan en México, pero también para la producción local del país.
De Ita explicó que, aunque Víctor Suárez, subsecretario de Autosuficiencia Alimentaria, ha presentado un plan que pretende aumentar en 7 millones la producción de maíz amarillo en el país en sólo un año para no depender de EU, además de negociar con productores estadunidenses, brasileños y argentinos (países donde casi la totalidad de la producción es transgénica), la realidad es que la posibilidad de que este se pueda concretar es casi nula, por lo cual, no es buen momento para cerrar el paso a este tipo de grano.
En un momento como el actual, no parece buena idea prohibir las importaciones de maíz de las que depende México para la alimentación del ganado mientras no existan alternativas reales para sustituirlas
, apuntó.
Al respecto, coincidió Juan Carlos Anaya, director general del GCMA, quien añadió que el volumen importado de grano amarillo desde EU, representa casi 60 por ciento del consumo pecuario del país, por lo que dejar de importar sin tener garantizada otra fuente de suministro sería catastrófico para la economía nacional y familiar, pues se reflejaría en importantes incrementos en los precios de alimentos básicos como la carne de pollo, cerdo, res, y otros más como la leche, queso y demás derivados.