Ciudad de México. El frío, la violencia, el abandono, la necesidad de contar con un techo, apoyo para salir de las adicciones y hasta concluir sus estudios universitarios han llevado a decenas de hombres en situación de calle a alojarse
en el albergue transitorio San Miguel, en Iztacalco; otros han preferido que se les entregue una cobija y continuar a la entrada de un negocio, una vivienda o una sucursal bancaria para dormir.
Las ideas falsas de que los vamos a encerrar o a forzar a realizar alguna actividad
ha provocado que varios rechacen la invitación del personal de las brigadas que recorren la ciudad para acudir a alguno de los 11 albergues que tiene la Secretaría de Inclusión y Bienestar Social, afirmó Berenice Leyva.
La subdirectora del albergue destacó que una vez que se deciden y son canalizados a San Miguel, que a 10 meses de su inauguración está al 100 por ciento de su capacidad, con 200 personas, no se quieren ir porque han encontrado aquí la posibilidad de cambiar su vida y no volver a las calles
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Además de atención médica y sicológica, se les apoya con la obtención de sus documentos, a continuar sus estudios y elaborar su currículo, a fin de que puedan reinsertarse al mercado laboral.
Hoy tenemos tres estudiantes de universidad, cinco inscritos en preparatoria y varios en primaria y secundaria, pues tienen muchas ganas de salir adelante
, afirmó.
Para José Antonio, de 71 años, ha representado la posibilidad de contar con un espacio para escribir sus novelas y no pasar frío ni hambre, luego de que su esposa e hijos lo corrieran de su casa junto con su madre hace tres años.
Mientras algunas deciden hacerlo para atender sus adicciones y refugiarse del frío, otras rechazan el apoyo. Foto ‘La Jornada’
Las enfermedades de su madre, de 93 años, y la quiebra de su negocio provocó que fuéramos insoportables y termináramos en la calle. Alguien nos habló de los albergues y fuimos. A mi mamá la colocaron en Atlampa y a mí en Coruña, y luego en San Miguel, pero ella murió en 2020
, relató.
A Tito Baeza, de 51 años y ex policía, las adicciones lo llevaron a refugiarse en las calles de la colonia Morelos, donde vivía con su esposa y sus dos hijos. Los ocho años que pasó en ellas, relató, fueron un infierno porque me quemaban los pies, me golpeaban y me robaban
.
Tras estar en Coruña, donde atendieron sus adicciones, llegó a San Miguel, donde le he echado muchas ganas y este año mi familia me invitó al recalentado y pude conocer a mi nieta de cinco meses
, dijo.
Francisco González, a sus 46 años cursa la carrera de ingeniería de gestión integral del agua, luego de cursar la primaria, secundaria y preparatoria en Coruña, donde llegó con un problema de adicciones, que provocó su separación y terminó en la calle.
Marco Aparicio, de 50 años, estudia la carrera de derecho para ayudar a quienes no tienen dinero para sacar a sus familiares de la cárcel
; mientras, trabaja temporalmente en las brigadas para ayudar a los compañeros en situación de calle.
Para Juan Carlos, de 27 años, estar en San Miguel representa una gran oportunidad para concluir la licenciatura de derecho y no volver a las calles, donde estuvo después de salir del internado a los 18, y seguir trabajando en el restaurante, donde estoy
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