Los tiempos del presente gobierno entraron en su activa recta final. Falta un solo año completo –2023– y una decena de meses de 2024. En ese lapso se tendrá que consolidar lo incompleto. Ciertamente son muchos proyectos los que aún esperan su concreción. Pero otros muchos, ya en el terreno, han dado pruebas de sus logros y valor, en especial los de carácter social. Sólo los millones de jóvenes, ahora empleados como aprendices, lo testifican. Aunque aún en el campo económico ya asoma el despegue de proyectos y varias acciones emprendidas (cero deuda) materializan sus bondades en un crecimiento del PIB (3.5 por ciento) de mérito innegable. En el ámbito político la lucha por el poder se recrudece entre las dos grandes alianzas que en días pasados salieron a las calles del país. Ahí mostraron de lo que serán capaces de conjuntar en las elecciones que se tienen a la vista. Los dos estados del país donde habrá contiendas serán el preámbulo para la disputa mayor. Ambos bandos dinamizan sus fuerzas para presentarse con las mejores galas posibles.
Frente a este optimista panorama, que dibuja el oficialismo, se va puliendo, desde la oposición, la imagen de un monstruo devorador de instituciones. Uno que, sostienen, no sólo descansa en polarizar la vida nacional. Su razón de fondo la encuentran en la supuesta ambición desmedida para poner todo el armazón institucional del país bajo su control. Una ambición autoritaria que, precisamente por su desmesura, arrastra al caos todo lo conseguido en décadas de trabajos esforzados. Con malsana y repetitiva categorización de desastres a la carta y con alegados propósitos insanos y demagógicos se describe al gobierno moreno. Para matizar mejor los cotidianos pronósticos de males ya ocurridos –y los varios que, dicen, se avecinan– se recurre a toda clase de insultos dirigidos al Presidente.
En estos negativos hechos, diarios y variados en boca de conocidos actores públicos, se recurre, para reforzar alegatos, a toda clase de consagrados autores
citados a la medida de sus propias limitantes conceptuales. Se quiere presentar al líder indiscutible de la alianza oficial como un desaforado destructor de todo lo que toca. Y en ese paquete se mete a lo construido durante todo el pasado periodo que, según sus postulantes, estuvo marcado por la constante negociación. Así se daba lugar a todos, en especial a las minorías. Un creativo periodo que, aunque lento en su formulación y quehacer, le dio materia real a la democracia que se tiene. Y donde, precisamente, es nuestra democracia la que, desde tan curiosa perspectiva opositora, está en grave, inminente peligro. Dicha amenaza no es algo imaginado, intangible, sino tocable, medible, hasta visualmente cierta, se esfuerzan en transmitir como hecho palpable, veraz, consumado.
Lo notable de la postura opositora es que la integridad del INE se iguala con la continuidad o factible quiebre democrático. Tal relación de interdependencia obligada da forma al crucial proceso de su oposición ante cualquier intento –calificado de perverso– de cambio en esa institución.
Sin embargo, el Congreso ha dado cauce a la propuesta presidencial de modificaciones sustantivas a los ordenamientos que norman al INE. Éstos, al llevarse a la práctica, testimoniarán su capacidad para mejorar su actual funcionalidad. La opinión mayoritaria de la ciudadanía en pos de mejorar al INE quedará servida con estos nuevos dictados. La esperanza colectiva por un futuro asequible y de mejor calidad se renueva.
El terreno y la materia están preparados y detallados para la contienda en curso. Por un lado se ha instalado todo un conjunto de nuevas posiciones político-ideológicas que tiran hacia su consolidación.
Por el otro se urgen las definiciones procedentes que den cuerpo a la alianza opositora. Para el gobierno, sus programas y decisiones avanzan y van mostrando las bondades buscadas. En su mera base emerge, con precisa forma, la mejoría en el bienestar de las mayorías y la disminución de las desigualdades. Asunto toral, basado en datos ciertos, de todo el quehacer emprendido. La superación de la pandemia ya es reconocida por el pueblo y de ahí su entusiasta y esperanzado apoyo al Presidente y a su modelo justiciero. En cuanto a lo que se empieza a configurar, ya con la claridad suficiente por parte de la alianza opositora, se apunta hacia reponer el modelo concentrador usado e impuesto durante las décadas pasadas. Lo cierto es que dicha visión y manera de actuar certifica la aceptación de trabajar bajo la égida de la plutocracia local y su interdependencia con los centros de poder foráneo. Se intenta así montar una narrativa que, a partir de la crítica supuestamente demoledora de la actuación oficial, dé cabida a un retorno a los cauces ya conocidos y transitados. En esta tesitura se irá avanzando en los días y meses por venir.