Ciudad de México. Ayer por la mañana se dio a conocer el fallecimiento, a los 83 años, del reconocido arquitecto, escenógrafo y catedrático mexicano Alejandro Luna (1939-2022), entre cuyos reconocimientos se encuentra el Premio de Ciencias y Artes 2001, el Distinguished Artist Award otorgado por la International Society for the Performing Arts en 2004 y el Premio Universidad Nacional, que otorga la máxima casa de estudios, en el área de Creación Artística y Extensión en la Cultura en 2007.
De acuerdo con los especialistas, el maestro Alejandro Luna es el escenógrafo más importante desde la segunda mitad del siglo XX hasta ahora, por su creativa labor escénica, la calidad de sus diseños, incluida la iluminación, y por su trabajo artístico a favor de los movimientos y creadores más relevantes del país, lo que lo convierte en un referente indispensable para comprender el desarrollo del espacio escénico y el teatro mexicano a lo largo de su historia.
Como destacado creador escénico, para el maestro Luna la escenografía es sinónimo de dirección. Es el espacio que delimita y caracteriza la puesta en escena, que define el universo donde la obra sucede; es el territorio, el lugar necesario que contiene y dispara o hace resonar la acción
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Luna definió su formación como en medio de dos corrientes a las que no pude pertenecer: la de los escenógrafos de oficio, en la que destacaban Julio Prieto, Antonio López Mancera y David Antón, y la de los artistas plásticos de la ruptura, que alguna vez llamamos joven pintura mexicana
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Entre sus maestros estaban “Juan O’Gorman y Matías Goeritz, quienes me enseñaron a cuestionar todo en una época en que la palabra del maestro era dogma”.
Luna afirmaba que el mundo globalizado impone los teatros tecnologizados. La tendencia actual en el mundo globalizado es estandarizar los teatros para permitir las giras e intercambios, planearlos para el mayor cupo posible por razones del mercado o para reducir los subsidios y regresar al teatro a la italiana con escenarios tecnologizados
(La Jornada, 19/6/2005).
Hasta 2005, el maestro Luna había realizado la escenografía e iluminación para más de 250 obras de teatro, 25 de ópera y 10 coreografías y, como arquitecto, asesorado en la creación de más de 40 edificios teatrales.
En 1967, fue comisario en la primera cuatrienal y en el primer Simposio Mundial de Escenografía y Arquitectura teatrales, ambos en Praga; fundador y presidente de la Sociedad Autoral de Escenógrafos de 1975 a 1977; de 1981 a 1985 director de la carrera de Diseño Teatral en el Centro Universitario de Teatro de la UNAM, y de 1989 a 1991, titular de la Dirección de Teatro del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura.
En cierta ocasión, comentó sobre sus inicios y su interés por el teatro que “quizá se debió un tanto por el ‘puritanismo’ de la arquitectura de los años 50 y otro por ligar chicas. El caso es que muy pronto me vi cruzando el campus de la UNAM a la Facultad de Filosofía y Letras, donde estudiaban las más guapas y liberales”.
Tradición y vanguardia
Luna, de los más relevantes creadores escénicos mexicanos, supo conjugar en su trabajo tradición y vanguardia, lo que también le valió ser reconocido en Estados Unidos, Asia y Europa.
Meticuloso, perfeccionista y curioso, para el maestro Luna concebir una escenografía convierte al escenógrafo en director de una obra, ya que el director es escenógrafo en tanto modela el espacio con su dirección y el escenógrafo es director, en tanto marca, por ejemplo, entradas y salidas
(La Jornada, 24/1/2002).
El teatro, diría también, es un arte efímero, no autónomo, colectivo y cinético. La escenografía es un movimiento y por eso está más cercana a la música que a la plástica. La escenografía, despojada de su lenguaje por la arquitectura y las artes plásticas, espera la respuesta de las nuevas generaciones
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