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La Biblia de Lutero: 500 años de impacto editorial y cultural / 'La Semanal'

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Martín Lutero
11 de diciembre de 2022 08:54
La obra de Martín Lutero (1483-1546) fue ampliamente leída gracias al enorme poder de la imprenta moderna inventada en 1440 por Gutemberg. El mismo éxito, o incluso mayor, tuvo su traducción de la Biblia que, entre 1522 y 1546, alcanzó cerca de “cuatrocientas treinta ediciones parciales o completas”. Y no sólo eso: su 'Misiva de Martín Lutero sobre el arte de traducir' marcó un antes y un después en el arte de la traducción en la cultura de su tiempo hasta nuestros días.

 

Como fuente de inspiración lingüística de la literatura religiosa y profana, y como monumento a la lengua alemana, la Biblia de Lutero ha perdurado fuera de los medios eclesiásticos hasta el siglo XXI. La orientación hacia una Biblia en lengua vernácula, cumplida eficazmente con la traducción de Lutero, modificó al cristianismo de Occidente en su totalidad.

Thomas Kaufmann

 

 

A Lutero le favoreció un avance tecnológico que hizo posible la proliferación de sus propuestas por toda Europa: la reproducción masiva de lo que escribía. En The Book in the Renaissence, Andrew Pettegree menciona que, a principios del siglo XVI, Wittenberg rondaba los dos mil habitantes y los materiales impresos llegaban mayormente de Leipzig. Durante el período en que Lutero inició la publicación de sus escritos, en 1517, y el año en que falleció (1546), Wittenberg se transformó en el principal centro de producción de libros en Alemania. Los impresores de la pequeña ciudad alcanzaron inusitado éxito al introducir un formato novedoso, “el flugschrift o folleto religioso y un modelo de negocio totalmente original”.

El monje agustino vio en la imprenta un medio prodigioso; lo tenía por “un regalo divino, el más grande, el último don de Dios”. Entre octubre de 1517 (cuando redacta las 95 tesis contra las indulgencias) y 1520 (cuando publica tres de sus principales escritos: Discurso a la nobleza de la nación alemanaLa libertad del cristiano y La cautividad babilónica de la Iglesia); se venden más de 300 mil ejemplares de treinta obras de Lutero.

El opúsculo Sobre las indulgencias y la gracia (1518) tuvo veintidós reimpresiones en dos años. Del Discurso a la nobleza de la nación alemana (1520) se imprimieron 4 mil ejemplares, que se agotaron en una semana. Otro escrito de 1520, La libertad del cristiano, alcanzó dieciocho ediciones en cinco años. Su Manual de oraciones, de 1522, tuvo por lo menos veinticinco reimpresiones en 1545.

De la excepcionalidad editorial de Lutero dan cuenta dos testimonios: en 1519, un amigo del filósofo alemán Agripa von Nettesheim le escribió desde Basilea para hacer de su conocimiento que, tras haber buscado por toda la ciudad impresos de Lutero, los mismos “no estaban disponibles en ningún lado, porque todos habían sido vendidos”. Spalatino, consejero de Federico el Sabio y quien le recomendó proteger al rebelde, informaba que en la Feria del Libro de Frankfurt de 1520 “nada era comprado con más frecuencia y leído con mayor apetito” que las obras de Lutero.

El 17 y 18 de abril de 1521 compareció Lutero en la Dieta de Worms, frente al emperador Carlos V, los príncipes electores Federico de Sajonia, Joaquín de Brandeburgo, Luis de Rhin y los arzobispos Alberto de Maguncia, Reinhart de Tréveris y Hermann de Colonia. Además abarrotaban la sala del acto mil quinientas personas. No se retractó de sus críticas a la Iglesia católica romana, como le exigían las autoridades políticas y eclesiásticas.

Al emprender el viaje de regreso a Wittenberg, Lutero fue secuestrado por enviados de Federico el Sabio y llevado al castillo de Wartburgo, en el que permaneció del 4 de mayo de 1521 al 6 de marzo de 1522. En tres meses tradujo el Nuevo Testamento (NT) del griego al sajón/alemán, estableciendo precedentes en la expresión literaria de ese idioma. Para su traducción, Lutero se basó en el NT en griego que publicó Erasmo de Rotterdam en 1516.

Sus afanes y deseo por ver completada la obra y, sobre todo, que pudiese circular ampliamente, fueron recompensados “después de ser impreso durante cinco meses en el taller de Melchior Lotter el Joven, en Wittenberg, Das Neue Testament Deutzsch se publicó en la editorial de Lucas Cranach y Chistian Döring para la Feria de Otoño de Leipzig (29 de septiembre a 6 de octubre de 1522) en tamaño folio y con una tirada de 3 mil ejemplares”, apunta Stephan Füssel.

El precio del NT equivalía al salario de dos meses de un maestro de escuela o al costo de un ternero. A la edición septembrina le siguió la de diciembre, que incorporaba centenares de correcciones en términos y sintaxis. El auge en la demanda de la obra hizo que, al año siguiente, impresores de Augsburgo, Basilea, Grimma y Leipzig produjeran en conjunto doce reimpresiones del Nuevo Testamento, sin que necesariamente Lutero hubiese autorizado el trabajo. En sólo dos años (1523-1524) vieron la luz catorce ediciones autorizadas y sesenta y seis reimpresiones.

 

Limpio y claro: la unificación de un idioma

Un efecto no buscado por el traductor se manifestó en el ámbito cultural, ya que dio una expresión literaria al idioma alemán que no había tenido hasta entonces. Bien lo expresa Lyndal Roper, autora de una elogiada biografía sobre el personaje: “En menos de once semanas, tradujo todo el Nuevo Testamento del griego original, no de la Vulgata, la traducción latina que había dominado la Iglesia hasta entonces. Fue la obra de un genio. El Nuevo Testamento de Lutero remodeló el idioma alemán, ya que el alemán de Lutero se volvió dominante, unificando lo que había sido una amplia gama de dialectos locales”.

Mientras estaba bajo impresión la primera edición del NT, Martín Lutero inició la traducción del Antiguo Testamento, sirviéndose para la tarea del texto en hebreo y el de la Vulgata. Doce años de arduo trabajo concluyeron en 1534, cuando se publicó toda la Biblia traducida por él.

La traducción realizada por Lutero fue profusamente leída, recibió múltiples elogios y sirvió de inspiración para que otros trasladaran a distintas lenguas europeas los documentos neotestamentarios; pero fue también severamente cuestionada. En la introducción a la Misiva de Martín Lutero sobre el arte de traducir, Herón Pérez Martínez hace notar que el duque Jorge de Sajonia (1471-1539) “no bien salió a la luz pública la traducción del Nuevo Testamento al alemán hecha por Lutero […] se apresuró a prohibir en sus dominios, mediante decreto fechado en 1522, su compra o venta”.

La prohibición del duque Jorge le dio la oportunidad a Lutero para mofarse de la medida y el personaje, ya que circulaba en los dominios de aquél el NT que se pretendía prohibir, pero con otro traductor, Jerónimo Emser. Lutero evidenció a Emser, “pues se ha apropiado de mi Nuevo Testamento al pie de la letra, ha prescindido de mi prólogo, de mis notas y de mi nombre, ha puesto en su lugar su nombre, sus prólogos y sus glosas, y, bajo su firma, está vendiendo este Nuevo Testamento que es mío”. Concluía sobre la paradoja de vedar su traducción, cuando simultáneamente estaba en manos de la gente y por recomendación del príncipe.

En la Misiva, carta del 12 de septiembre de 1530 a Wenceslao Link que éste hizo pública, Lutero responde a los señalamientos de haber deformado el sentido de algunos pasajes del NT y va directo a defender su traducción de Romanos 3:28, la cual “los papistas recriminan aceradamente”.

La Vulgata decía: “arbitramur hominem iustificari ex fide sine operibus”, traducido por Lutero de la siguiente manera: “sostenemos que el hombre es justificado sin obras de la ley, sólo por la fe”. Afirma que su traducción es un esfuerzo por “ofrecer un alemán limpio y claro”. Confiesa que conocía muy bien la inexistencia de la palabra “sólo” en Romanos 3:28 en los textos latino y griego, lo cual “no me lo tenían que haber enseñado los papistas”, y enfatiza: “sin embargo estos cabezas de borrico las están mirando como mira una vaca a un pórtico nuevo. No se dan cuenta de que, no obstante, la intención del texto las contiene, y que es preciso ponerlas si se quiere traducir claramente y de forma que resulte eficaz. He intentado hablar en alemán, no en griego o latín, ya que mi empresa es la de alemanizar”.

Lutero defiende la inclusión del cuestionado vocablo: “En todas estas expresiones, aunque el griego y el latín no lo hagan, el alemán recurre a la palabra ‘sólo’ para que el ‘no’ o ‘nada’ resulten más completos y claros. Porque incluso aunque yo diga ‘el campesino trae trigo y no dinero’, es evidente que el ‘no traer dinero’ no resulta tan claro y completo como cuando digo: ‘el campesino trae sólo trigo y no dinero’; el ‘sólo’ se encuentra aquí apoyando a la negación, para que el conjunto tenga claridad y sea alemán del todo”.

El personaje desecha la traducción literal para tomar partido, como resalta Herón Pérez Martínez, por la “traducción según el sentido del texto [o] ad sensum”. La Misiva es “uno de los documentos más importantes para la historia occidental de la teoría de la traducción”, y al defender que “para traducir, no basta saber bien ambas lenguas implicadas en el proceso, hay que conocer el tema o asunto que trata el texto”, estaba sentando escuela en las características deseables en un buen traductor, ya que las mejores traducciones no son las que se hacen palabra por palabra, sino idea por idea.

La traducción de Lutero pudo ser comprendida por un público amplio. La lengua de origen y la de destino tienen que conjuntarse para producir un texto fiel a la primera y pertinente a la segunda. En palabras de Lutero: “No hay que solicitar a estas letras latinas cómo hay que hablar en alemán, que es lo que hacen esos borricos: a quienes hay que interrogar es a la madre en la casa, a los niños en las calles, al hombre corriente en el mercado, y deducir su forma de hablar fijándose en su boca. Después de haber hecho esto es cuando se puede traducir: será la única manera de que comprendan y de que se den cuenta de que se está hablando con ellos en alemán.”

En la gesta dada por Lutero para que la Biblia fuese leída por el pueblo alemán en su propio idioma, uno de los resultados fue democratizar el conocimiento mediante la lectura de quienes sabían hacerlo, estimular a hombres y mujeres analfabetas para que dejaran esa condición, fortalecer los centros escolares a través de instruir a la infancia para que aprendiera a leer.

Frente a sus detractores, afirma Thomas Kaufmann, “el clamoroso éxito de la Biblia de Lutero, que entre 1522 y 1546 se difundió en unas cuatrocientas treinta ediciones parciales o completas y en aproximadamente medio millón de ejemplares, vino a darle la razón”. La dimensión cultural, además de religiosa, alcanzada por Martín Lutero al traducir los escritos bíblicos, la sopesó bien Bertolt Brecht al responder cuál era para él la obra más importante en alemán, “usted quizá se ría: la Biblia”.

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