De esa enorme llegada del alga se supo con anticipación gracias a la información de la Administración Nacional de la Aeronáutica y el Espacio (NASA) y la Universidad del Sur de Florida, que la localizaron en el océano Atlántico, entre las costas de Sudamérica y el norte de África. Lo que pasó este año y los anteriores mostró que tantas promesas oficiales de buscar las mejores técnicas para recogerla y utilizarla en actividades económicas, brillaron por su ausencia. El esfuerzo humano por recolectarlo fue impresionante, pero insuficiente. Cabe recordar que en 2015 las instancias gubernamentales reconocieron no tener ninguna estrategia para enfrentar los arribos masivos y así aminorar los problemas que ocasiona. Como tampoco en Cuba, Puerto Rico, Dominicana, Barbados, Antigua, Granada, Santa Lucía, Jamaica y demás países del gran Caribe que padecen su presencia.
Y esto pese a que numerosos especialistas en oceanografía y contaminación marina de la región afectada y de otras partes del mundo, han realizado más de 40 estudios sobre los orígenes y las estrategias más adecuadas para resolver lo mejor posible el problema. Además, se han celebrado reuniones internacionales de los países afectados. Una de ellas en Cancún. En México hasta se estableció un grupo de trabajo del cual hacían parte instituciones académicas de alto nivel que estudian los asuntos marinos, varias dependencias oficiales y los sectores empresarial y técnico.
El alga tiene su hogar en el llamado mar del Sargazo, ubicado en el océano Atlántico. Al desprenderse recorre miles de kilómetros hasta llegar a nuestras costas. La extensión de ese mar es casi el doble del nuestro territorio: 3.5 millones de kilómetros cuadrados. Entre las causas más citadas por los especialistas sobre la cada vez más creciente arribazón mencionan la variación de las corrientes oceánicas y tormentas más intensas por el cambio climático y el incremento de la temperatura del mar.
La realidad demuestra que las actividades económicas y las poblaciones ubicadas en el litoral del gran Caribe, así como los millones de turistas que van en busca de sol y playa, no se habitúan a una presencia nada grata que, además de invadir la franja costera, causa mal olor al descomponerse y afectar la pesca litoral. La otra realidad es que en México y en los demás países afectados no existe la suficiente coordinación entre los sectores público, empresarial, científico, técnico y la población afectada. Y son insuficientes y poco efectivos los métodos que se usan a fin de evitar su arribo o, en su caso, recogerlo en el litoral. Tampoco para utilizarlo en la regeneración de las playas y como insumo para diversas actividades productivas. Ahora se deposita donde no se debe. No está de más señalar que la mitad de las divisas que recibe el país por turismo se genera en la franja litoral y las islas de Quintana Roo.
Las tareas de recolección y manejo del sargazo están bajo el mando de la Secretaría de Marina (Semar). Ese mandato fue ratificado durante el gobierno de Enrique Peña Nieto y el actual. Durante el primero, hubo fondos federales, estatales y municipales para apoyar dichas tareas. Pero según el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI), no existe el desglose de los mismos para 2012-2019. Exigió a la Semar entregarlos. Y en el actual, el presidente López Obrador prometió todos los apoyos necesarios para aminorar la llegada del nada grato visitante. Mas el problema sigue vigente.
Ahora, poca arribazón de sargazo. Pero regresará y en grandes cantidades. Y sin ninguna estrategia efectiva para detenerlo.