Qué son las inauguraciones mundialistas sino desfiles de lugares comunes de cómo Occidente imagina el mundo, el nosotros y el ellos. El escritor palestino Edward W. Said acuñó la noción de Orientalismos para explicar cómo se construyó todo un imaginario y un discurso reduccionista para contener –y dominar– una representación de Medio Oriente.
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Ayer en la inauguración de la Copa del Mundo de Qatar no podía faltar ese recorrido de lo que se ha representado en Occidente de ese Oriente de tribus exóticas y dromedarios, tiendas y turbantes. Sin una tradición futbolística en el emirato árabe, la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA) echó mano de la nostalgia para recordar la historia de los mundiales con un desfile de las mascotas de cada cita, esas creaciones aparentemente inocentes que no son sino las expresiones más acabadas del cliché sobre toda una cultura.
Estaban desde luego esas caricaturas con las que se representaron las dos Copas en México. El Juanito de 1970, un niño sombrerudo y un poco barrigón, y Pique, de 1986, un chile jalapeño bigotón también con infaltable sombrero gigante. El lugar protagónico de Qatar 2022 es un turbante volador, un personaje que a muchos usuarios de redes sociales les recordó al fantasma Gasparín.
Los lugares centrales en el estadio Al Bayt de Al Khor, a una hora de la capital catarí, donde se realizó la ceremonia de apertura, fueron presididos por el poderío del jeque Tamim ben Hamad Al-Thani y del presidente de la FIFA, Gianni Infantino. Coronaban así una gradería fastuosa y demasiado seria de hombres, sólo hombres, enfundados en trajes sobrios, túnicas y turbantes, y algunos uniformes militares.
A medida que se aproximaba el Mundial arreciaron las críticas contra el emirato por las inocultables violaciones a los derechos humanos, por eso ayer el jeque catarí aprovechó para dar un breve discurso que fue una respuesta velada.
Personas de diferentes razas, nacionalidades, creencias y orientaciones se reunirán aquí, en Qatar, y alrededor de las pantallas en todos los continentes. Qué bonito es que la gente deje apartado lo que les separa para preservar su diversidad y lo que les une al mismo tiempo. Estamos aquí reunidos como una gran tribu. Con tolerancia, respeto, podemos vivir juntos
, dijo el jeque.
El escándalo
La asignación de este Mundial está manchado por el mayor escándalo que ha sufrido una organización deportiva internacional, el FIFAgate, que derivó en detenciones y la suspensión de sus máximos dirigentes, Joseph Blatter, y el presidente de la UEFA, Michel Platini. Pero el mayor señalamiento que persigue a esta Copa es el trato que dan a los trabajadores inmigrantes para desarrollar la infraestructura necesaria para esta cita –algunos reportes indican que hay cerca de 7 mil muertes relacionadas con el torneo– y la discriminación normalizada contra mujeres y la comunidad LGBT+.
La mayoría de estas críticas proviene de ese Occidente donde también maltratan a inmigrantes. De ahí surgió parte del discurso de Infantino el día previo a la inauguración. Las críticas por el Mundial son hipócritas
, arremetió; por todo lo que hemos hecho los europeos durante miles de años deberíamos estar pidiendo perdón los próximos 3 mil años antes de dar lecciones de moral a los otros
.
El espectáculo lo acaparó la figura popular del actor afroestadunidense Morgan Freeman, quien lo mismo encarna a Nelson Mandela que a Dios, mientras conversaba con el youtuber catarí Ghanim Al Muftah, un joven sin piernas. Ambos parecían una representación en vivo, y desde luego exótica, de La creación de Adán, el fresco de Miguel Ángel en la capilla Sixtina.
Para recalcar esa diversidad que flotaba en el discurso de la inauguración, las estrellas pop convocadas no fueron las de siempre, sino Jungkook, un integrante del grupo sudcoreano BTS, y figuras locales como Dana Al-Fardan, la única mujer que protagonizó el espectáculo y apareció con el rostro cubierto.
El Mundial de Qatar empezó de este modo, como un fragmento de un Oriente imaginado desde la mirada de Occidente.