Desde los 13 años de edad, la señora Agueda es trabajadora del hogar y aunque ella, con anuencia de su padre, decidió emprender el viaje de Hidalgo a la ciudad de México en busca de una oportunidad laboral, “me tragué las lágrimas, lloraba porque a esa edad yo quería jugar, estar con mi mamá y mis hermanos, pero tuve que aguantarme”.
Como ella, la señora Concepción también se emplea en esta actividad; partió a los 17 años de su pueblo en el municipio de Tepeyahualco, en Puebla, ya que “en mi casa hacía falta el dinero y me vi en la necesidad de venirme a trabajar a la capital; me da mucha tristeza pues dejé la escuela”.
Ambas trabajadoras realizan las indispensables tareas de lavar, planchar, cocinar, cuidar niños o adultos mayores, entre otras cosas; sin embargo coinciden en que han trabajado con jornadas excesivas, salarios bajos, sin seguridad social y sin contrato por escrito.
Las condiciones de marginación, vulnerabilidad y pobreza son factores que obligan a la mayoría de las mujeres a emigrar de sus pueblos a las ciudades. Son 2.2 millones de personas trabajadoras del hogar en México, la mayoría mujeres; un tercio de ellas comenzó a laborar siendo niñas, puntualiza Fiorella Mancini, investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM.
Se trata de mujeres que empiezan a laborar desde edades tempranas, “en condiciones muy precarias, de mucha desprotección”, en muchos casos sin recibir un salario, sino trabajan a cambio de techo y comida al vivir en las mismas casas que sus empleadores sin distinción muchas veces entre el horario de trabajo, expone en entrevista.
De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), México se posiciona como el segundo país en Latinoamérica con más personas empleadas en tareas del hogar. Estudios de este organismo señalan que en el país 99.2 por ciento de las personas trabajadoras del hogar no tienen contratos de trabajo escritos y 71.3 por ciento carecen de alguna prestación.
Agueda comenzó a emplearse de planta. Cuenta que su padre le consiguió el puesto con una familia “que me adoptó siendo niña, pues me llevaban con ellos a pasear, a vacacionar y me llegaban juguetes del Día de Reyes”. Se dice afortunada, pues en comparación con sus primas, “me platicaban que hasta a ellas (sus empleadores) les escondían la comida”.
Recuerda que por su labor ganaba 50 “viejos pesos”, mismos que recibía su padre, “a él se los entregaban y entonces la señora (su empleadora) me dijo ‘como tu papá se lleva tu sueldo, yo te voy a dar 10 viejos pesos para ti, pero no le digas’”.
Después de tres años de laborar ahí, la señora –en ese entonces con 16 años de edad- decidió experimentar y “sentirme como una empleada, salir los domingos y regresar el lunes”. Salió a buscar empleo en otra casa; lo encontró pero sufrió acoso sexual.
"Ofreció pagarme, me dijo que pusiera una tienda en mi pueblo y nadie se iba a dar cuenta. No acepté, me asusté y regresé a la casa donde trabajaba”, comentó.
Entrevistada por separado, Concepción, de 41 años de edad, dice que también inició como trabajadora del hogar de planta “sin pagar renta”, pero “está uno prácticamente laborando 24 horas del día para lo que necesiten”.
En ocasiones, continúa, realizan trabajos que no les corresponden, desde cargar garrafones hasta labores de mantenimiento de las instalaciones eléctricas, por lo que –dice- quedan expuestas a distintos riesgos o accidentes.
Explicó que llegó a la Ciudad de México y por recomendación de una conocida consiguió trabajo. Durante tres años laboró de planta y posteriormente pudo desplazarse a otros empleos.
“El proceso de separarme de mi familia fue difícil, porque obviamente llegué aquí muy niña sin saber y sin conocer. Para mí el cambio fue así de que yo me quiero regresar a mi casa, pero bueno era tanta la necesidad de que teníamos en mi casa que no queda más que aguantarse y quedarse a trabajar”, abundó.
Agueda y Concepción esperan que la situación para las personas trabajadoras del hogar cambie y sus empleadores tengan “mayor conciencia”, ofrezcan mejores sueldos y sean apoyadas con seguridad social.
La doctora en sociología Mancini enlistó los avances respecto a la regulación del trabajo en el hogar.
Un primer momento, detalla, fue la histórica sentencia de inconstitucionalidad dictada por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que el 5 de diciembre de 2019 declaró como discriminatorio que las trabajadoras del hogar no estuvieran incluidas dentro del régimen obligatorio de la seguridad social.
En ese mismo año, las trabajadoras del hogar lograron una reforma a la Ley Federal del Trabajo, en donde se reconoció sus derechos laborales básicos como jornada de ocho horas, vacaciones, aguinaldo y seguridad social obligatoria.
Posteriormente el Instituto Mexicano del Seguro Social puso en marcha un programa piloto, que consistió en dos fases, y cuyos recursos fueron entregados al Poder Legislativo para que a partir de ahí pudiera elaborar la reforma a la Ley del Seguro Social.
Dicha modificación que obliga a los empleadores inscribir a las trabajadoras en el IMSS fue aprobada la semana anterior en la Cámara de Diputados y sólo resta que el Ejecutivo la promulgue.
Mancini también destacó la aprobación que en 2019 México ratificó el Convenio 189 de la OIT sobre las trabajadoras del hogar.
El problema principal, sostiene, no es el tipo de trabajo que puedan realizar sino la falta de regulación de este tipo de empleos.