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Recibe hoy Luis Ortiz Monasterio homenaje por su labor diplomática

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El reconocimiento a Luis Ortiz Monasterio, iniciativa de su 'alma mater', se realiza a las 19 horas en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes. Foto Yazmín Ortega Cortés
03 de noviembre de 2022 11:16

Ciudad de México. Luis Ortiz Monasterio resume su vida como una labor constante de tender puentes, la clave en la vida es no tener adversarios, porque como escribió el poeta Rubén Darío, hasta el lobo tiene sus motivos, dice el ex embajador, quien recibe hoy un homenaje en el Palacio de Bellas Artes por su labor en el servicio exterior mexicano y en defensa de los derechos humanos.

La verdad es que la vida es padrísima. A los 80 años me siento con ganas de vivir otros 20 o 30 años. A ver si se me concede, dice en entrevista el diplomático en retiro. La clave es tomar la vida como una gran épica, una gran aventura. ¡Es preciosa! Nunca me he aburrido. Y no es por ser ejemplar, sencillamente cumplo con mi obligación de sacarle provecho a la vida.

Opinó que las protestas recientes en Irán, donde mujeres se quitan el velo y cortan el cabello, son de un sector modernizante, que quiere grandes cambios. Y, como México, hay otro sector más tradicionalista apegado a la tradición y la religión. En este país fue embajador al final de su carrera.

Irán, estima, en lugar de ser mi último puesto, debió ser mi primero, país del Medio Oriente donde pasó cuatro años y luego comenzó el retiro obligatorio al cumplir 65 años. Aunque hubiera querido continuar, menciona que siempre criticó a quienes postergaron la jubilación y hacían más lento el camino para los jóvenes.

Irán, habla jubiloso, es un pueblo muy culto, donde sus comidas tienen 3 mil años de tradición; además los caracteriza una enorme disciplina, hay gran conocimiento de la medicina y las ciencias exactas. Su estancia le dejó un sabor sensacional. Considera que el libro sagrado del Islam es un manual sanitario, lo que pasa es que estamos llenos de prejuicios contra ellos. Hay un gran desconocimiento mutuo, y no es una lucha de civilizaciones, es una lucha de ignorancia mutua. En ese país encontró que estaban muy interesados por el Tratado de Tlatelolco y los esfuerzos por el desarme nuclear que les gustaría impulsar en el Medio Oriente.

Enseguida de que terminó sus estudios superiores en El Colegio de México (donde fue el primer egresado de esa carrera) comenzó su carrera diplomática, a los 22 años de edad. Desde chico siempre quise representar a mi país. Colombia, Jamaica, República Dominicana, Afganistán y Pakistán son algunos de los países donde ejerció la diplomacia. Realmente el mundo está lleno de sorpresas y cosas bellas. Pude conocer el mundo externo e interno.

Luis Ortiz Monasterio (Ciudad de México, 1942) aprendió a gestionar con los talibanes por las mujeres mexicanas y sus niños que vivían en Medio Oriente, a negociar con miembros de las FARC en Colombia para liberar a un connacional secuestrado y a dialogar con la sabiduría de ayatolas y monjes tibetanos.

Muchos no quieren ir a países pequeños, pero para él fue un gran descubrimiento, pues en su experiencia son los lugares más interesantes, además de no ser uno entre miles de diplomáticos.

Al preguntarle sobre las recomendaciones para los jóvenes que aspiran a la carrera diplomática, apunta: Primero que nada, que conozcan su país. No solamente las ciudades, sino también lo rural, las distintas realidades, como los campamentos de refugiados, las prisiones, nuestro mundo indígena. Hay que conocer al país tal como es, todos sus rostros. Siempre vamos a salir ganando.

En su caso, después de vivir en el exterior, iniciado el camino me di cuenta de que me faltaba la mitad: conocer la vida en México. Entonces pidió licencia y pasó dos décadas aquí, donde participó en la fundación de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) y dirigió la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar).

Rememora que cuando tenía siete años su padre le regaló un telescopio, entonces pensó: ¡Qué maravilla! La Luna. Cuatro meses después, en Día de Reyes, su mamá le regaló un microscopio. Entendí el mensaje. Hay que ver lo pequeñito también.

El homenaje de hoy será a las 19 horas en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, máximo recinto cultural del país, el cual llega unos días antes de cumplir ocho décadas de vida, el 6 de noviembre. Es una iniciativa de su alma mater y del Grupo de Reflexión sobre Economía y Cultura (Grecu). Es un reconocimiento al hecho de que salió bien mi propia mezcla, mitad experiencia interna y mitad externa. Los dos conocimientos me ayudaron para servir en México. Tuve la suerte de crear cosas nuevas por esta visión dual de lo grande y lo chiquito.

Todavía estaba en el Colmex, a punto de graduarse, y pasó lo mismo que vivimos en estos momentos: el planeta amenazado por la guerra nuclear. No tenemos la cultura de la mediación. Si nos vamos a los extremos perdemos el centro. ¿Qué le pasa al ser humano? Sesenta años y estamos en lo mismo. Por eso, siempre he construido puentes y preferido vivir a las orillas, porque es ahí donde hay formas de llegar a otros.

 

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