Desde que el pasado lunes 17 una alumna del CCH Sur denunció haber sido víctima de una agresión sexual en los baños de la escuela, la sensación de temor entre la comunidad del plantel se ha intensificado, a lo cual se suma la “falta de empatía” que muestran muchos docentes y funcionarios hacia las inquietudes de los jóvenes.

Así lo afirmaron estudiantes de ese colegio, quienes lamentaron que los directivos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) actúen “sólo para cuidar el nombre” de dicho organismo, por lo que reivindicaron la necesidad de protestar para ser escuchados, en un contexto donde ser alumno de la institución “ya no es motivo de orgullo, sino de vergüenza”.

En entrevista con La Jornada –en la cual solicitaron reservar su identidad--, ocho jóvenes de ambos sexos, adscritos en el CCH Sur, dieron su punto de vista sobre el ambiente que se respira en la escuela tras los hechos ocurridos en las últimas semanas y sobre la forma en que ellos consideran que son vistos por las autoridades.

“Es muy triste lo que pasó, porque estamos en la escuela para estudiar, y que de un día para otro te enteres de este tipo de situaciones, es impactante. Da mucho coraje y tristeza que no podamos hacer nada, que no sepamos si a mi amiga o a mí nos pueda pasar algo así”, comentó una alumna, quien dijo que ahora las chicas procuran ir a los sanitarios en grupo.

Otro joven coincidió en que los alumnos “ya estamos cansados de esto, porque estamos en un rango de 15 a 17 años, y que a esta edad te pase esto, es difícil”. Sin embargo, consideró que “la violencia nunca se va a eliminar; la escuela nos debe enseñar a sobrellevar esto”, para lo cual podrían ayudar medidas como la credencialización o la instalación de filtros de entrada.

Aunque la mayoría coincide en que las protestas de los estudiantes son legítimas, la forma en que dichas movilizaciones ocurren genera algunas opiniones encontradas.

“Las protestas están bien, porque anteriormente se hicieron algunas pacíficas que no solucionaron nada. La gente se molesta mucho cuando se vandaliza la escuela, pero es lo mejor que se puede hacer, porque así las mujeres estamos llamando la atención y haciendo ruido. Estoy totalmente de acuerdo con las protestas con las protestas y la iconoclasia”, enfatizó una estudiante, quien llamó a las personas a no “hablar desde sus privilegios”.

En contraposición, algunos jóvenes admiten que hay razones para manifestarse, pero “se ha llegado al extremo de dañar edificios y al final lo veo como algo innecesario, porque no nos van a tomar en cuenta. (Las autoridades) piensan que esta generación es una broma”. Otros estiman que “hacer pintas y destrozos es el último recurso, porque primero debe ser el diálogo”.

El clima de violencia de género y de miedo, consideró una alumna, ha incluso mermado el “sueño” que tuvo siempre de ingresar a la máxima casa de estudios.

“Cuando yo entré a la UNAM, fue el día más feliz de mi vida, porque toda mi niñez lo soñé, pero ahora, decir que voy a la UNAM más bien me da vergüenza. ¿Cómo ir a una institución donde violaron a una niña dentro del baño y que, peor, lo encubre? No tengo los recursos para ir a una escuela de paga, y si los tuviera, me cambiaría inmediatamente, porque ahora me da miedo y ansiedad estar sola”, contó la chica entre lágrimas.