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“Vinimos al FIC porque nos dijeron que es un ‘debe’ en esta vida”

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El espacio público albergó la única escenificación de ‘En un lugar de Guanajuato’, de La Fura dels Baus, en la imagen. Foto Mónica Mateos
29 de octubre de 2022 11:03

Guanajuato, Gto. El Festival Internacional Cervantino (FIC) cerrará su edición de oro con casa llena. Según estimaciones de las autoridades de turismo estatales, este fin de semana, cuando concluye el encuentro, se alcanzaría una ocupación hotelera de 100 por ciento.

Los miles de visitantes que llegan a Cuévano son los nuevos públicos que confirman la necesidad vital de este encuentro artístico, el cual, tras dos años de pandemia, refrenda su permanencia en el imaginario colectivo con su valiosa oferta cultural.

Durante los primeros 11 días, los visitantes dejaron una derrama económica de 135 millones de pesos, según reportes del municipio.

La atracción que provoca el arte cervantino se constata en la marea que atraviesa las calles con personas de todas las latitudes, desde los grupos de jóvenes cuya canción resuena en las paredes a mediodía, hasta las familias ataviadas con la camiseta de la imagen oficial del FIC, y los que llegaron solos a la fiesta para sentir el universo cervantino nuevamente en expansión.

La semilla que desde el primer FIC de 1972 se siembra a través del centenar de actividades de danza, teatro, poesía, música y exposiciones, floreció nuevamente y superó las reservas previas de que quizá no se lograría la vitalidad ni la conexión entre artistas y sus públicos como en las ediciones anteriores a la emergencia sanitaria.

Una escena felliniana parece representar este rencuentro renovado: una novia camina la calle con la estridente cauda de su vestido blanco. Sube las escaleras del templo de Nuestra Señora de Guanajuato. Ya en el atrio, un nutrido grupo de turistas le grita de lado a lado de la avenida ¡Felicidades! Ella responde con un sentido y fuerte ¡Gracias!

Es la misma alegría y gratitud que hay en los foros donde se desarrolla el Cervantino. Por ejemplo, la escenificación de la compañía japonesa de butoh Sankai Juku la coloca en el nivel de la interpretación del Ballet Bolshoi en 1984.

El cúmulo de espectáculos pasados en la Alhóndiga de Granaditas enriquecen cada presentación de artistas en este año, como el desbordante Café Tacvba, el emotivo Joan Manuel Serrat en su despedida y la clausura estelarizada por Caifanes mañana.

Diemecke, Dudamel, Mahler

La participación del magnífico director Zubin Mehta en un Cervantino anterior heredó un marco refinado para las brillantes actuaciones de Enrique Diemecke y Gustavo Dudamel, quienes harán patente este fin de semana la perfección de sus orquestas en la conmovedora ejecución de Gustav Mahler. El primero con la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato (OSUG) y el segundo trae a la Filarmónica de Los Ángeles (LA Phil), o la enseñanza y goce producidos por la Jazz at Lincoln Center Orchestra, encabezada por Wynton Marsalis.

El espacio público albergó la única escenificación de En un lugar de Guanajuato, de la sorprendente La Fura dels Bauls, lo mismo que el ritmo de la Sonora Santanera; los conciertos de Gilberto Santa Rosa y Los de Abajo seguidos del monumental espectáculo Carillon, el vuelo del tiempo, de la italiana Kitonb, todas ellas en el espacio al aire libre conocido como Los Pastitos.

En una escena inusual incluso para los conocedores de la vorágine cervantina, a las 4 de la madrugada de ayer, las avenidas centrales de la capital de Guanajuato vivieron la inundación de personas. Cientos de jóvenes transitaban el centro mientras los servicios de limpieza lavaban los empedrados.

Los arroyos de agua y humanos competían por este espacio mientras reían, cantaban, conversaban con desconocidos en un ánimo de camaradería. Era una tribu que se reconocía a la vera de los arroyos. El deseo de Wynton Marsalis de convertir en comunidad a individuos parecía volverse realidad en medio de esos torrentes cálidos.

Al mediodía siguiente, los recién llegados, entre ellos gran cantidad de extranjeros, se evidenciaban por las maletas y la mirada expectante.

Dos jóvenes universitarios de la Ciudad de México relataron a este diario que era su primera vez en el Cervantino. Vinieron porque les dijeron que era un debe en esta vida. Se sintieron atraídos por la música de la OSUG y la fiesta nocturna. También reconocieron que quieren ver las luchas, una oferta muy original traída por la Ciudad de México, invitada especial en la edición 50 de este encuentro artístico.

Este viernes y sábado más de 30 exponentes de ese deporte desarrollan un espectáculo en la Ex Estación del Ferrocarril como parte de la propuesta capitalina. Durante la conferencia de prensa sobre esta actividad, un pequeño de ocho años hizo una pregunta más que inteligente a los luchadores: ¿Qué proteína comen para tener esos músculos? Enternecidos, los famosos exponentes de ese deporte, que ya es patrimonio inmaterial de la capital del país, respondieron: Carne, frutas y verduras. El juicioso niño decidió no comer más pizza.

La presencia de muy nuevos públicos fue clara en cada actividad. Durante el concierto de la Banda de Bodas y Funerales, sin el accidentado Goran Bregovic, una familia que proviene de San Luis Potosí lleva a su bebé de meses, y asisten muchos pequeños, incluso una jovencita feliz, ataviada como gitana.

La noche del jueves pasado, al final del concierto del jazzista Wynton Marsalis y su orquesta, una pequeña espera a los músicos a la salida. No quiere a nadie más, sólo foto con el baterista. Para otra selfi, un niño logra que uno de los más altos saxofonistas de la agrupación se ponga a su altura.

Semejantes infancias aseguran la vida del Festival Internacional Cervantino por, al menos, 50 años más.

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