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Natalia Toledo presenta hoy en la FILO 'Olga', poemario ilustrado sobre su madre

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En laimagen, Olga de Paz, bordadora juchiteca y madre de la escritora Natalia Toledo, quien sabía contar sueños. Foto Francisco Toledo
28 de octubre de 2022 09:32

Olga es una mamá istmeña que cuando ve a su niña triste, la baña en las madrugadas con flores rojas que deja al sereno para curar su cuerpo de xilase (tristeza, en zapoteco). Olga es bordadora, cocinera, hace hamacas y se tumba en las noches en el suelo, junto a sus hijos, para mirar las estrellas y contarles sus sueños infinitos.

Ella es el personaje del libro para niños que ilustró Fernanda del Rey a partir de un poema de Natalia Toledo (Juchitán, 1967) dedicado a su madre, Olga de Paz, fallecida en 2016. Editado por Almadía, se presenta hoy en la Feria Internacional del Libro de Oaxaca (FILO).

Curiosamente, en zapoteco, lengua materna de la autora, Olga es Jñaa, que significa madre, y aunque en particular la protagonista de este relato es la señora que trajo al mundo a Natalia, con ayuda de la partera doña Edmilia, en una casa de la Séptima Sección de Juchitán, Oaxaca, un 17 de noviembre a las 8 de la mañana, Olga será para todos los lectores esa jñaa amorosa que va hilvanando momentos inolvidables.

“Este libro es un regalo del tiempo, lo que se ha sembrado antes, pues escribí el poema como parte del libro Deche Bitoope / El dorso del cangrejo (2016), que un día leyó la ilustradora Fernanda del Rey, a quien todavía no conozco; quedó tan bonito que la editorial Almadía decidió publicarlo”, contó Toledo en entrevista con La Jornada.

En el Istmo vestimos de muchas manos

La también cuentista añade que esta publicación además es para agradecer esos momentos en los que su mamá cuidó su sangre y espíritu. A Olga, continuó la poeta, “le enseñó a bordar un muxe, Ta Bernardo, y después ella fue maestra de muchos; así es el conocimiento colectivo que existe en los pueblos, lo que sabes lo compartes y lo transmites, no te lo quedas. Las señoras a las que vistió mi mamá decían que sus cualidades eran saber combinar y saber dibujar. Para los trajes istmeños alguien dibuja, alguien borda y alguien lo confecciona y lo deja en tu talla; es decir, vestirte de un traje istmeño es vestirte de muchas manos.

Olga no necesitaba dibujar las flores en el papel, las dibujaba directamente en la tela, es algo que me ha servido ahora que hago mis interpretaciones y mis ideas del traje, reconoció la también diseñadora, quien recuerda que su madre curaba sus heridas “con la casa de las arañas, o asando chiles para ponernos uno en cada dedo del pie cuando se nos abría la piel por estar jugando en el lodo y tener bendayu (lombriz de tierra).

“Como todas las mamás del Istmo, la mía me daba de desayunar huevos de iguana, o huevos tibios, con limón y sal. Una tía tenía una tienda donde tenía los huevos expuestos, yo agarraba uno, le hacía un hoyo y me lo tomaba. En el poema hablo de todo eso y de la memoria que tengo de los metates, que representan mi nariz, porque antes no había licuadora y mi abuela y mi madre todo lo hacían en metate, el mole, la horchata con muchísima canela. Mi mamá me cuidó mucho, al final le digo que las nubes y sus brazos me engendraron.

“Los detalles de todas estas anécdotas no las sabe la ilustradora de mi poema, por eso el libro Olga es un regalo, ya que Fernanda del Rey, quien es alumna de la poeta Tanya Hauntington, captó las imágenes, como la de la portada, donde aparece la sombra de Olga y se le parece muchísimo. En el resto del libro hay un sapo, el huevo, una nariz.”

Me enseñó el humor

Natalia Toledo consideró que por sí solo un poema vale la vida misma, porque no tiene precio. La primera vez que dieron a conocer sus versos dedicados a su madre fue cuando el artista Francisco Monterrosa (1968-2021) le propuso ilustrarlo con un grabado, para su colección de gráfica y poesía.

“Ver impreso el nombre de Olga en este libro me da gran alegría, porque ella fue una excelente narradora. De hecho, mi papá siempre decía que lo que lo enamoró de ella era que sabía hablar, que sabía contar, y contaba sueños.

“Ella representa para mí no sólo el idioma, sino los conocimientos y rituales que hay en mi lengua, el cómo bañarme o vestirme si estoy triste o contenta. Ella también me enseñó el humor, cuando se enfermó siempre estaba riéndose, algo que nunca entendí, porque yo cuando me enfermo soy de las que se tiran al drama.

De ella tengo eso de compartir absolutamente todo, la vida, la muerte, porque en las comunidades de México todo mundo se involucra, porque así es la vida en los pueblos. Es decir, en el fondo no sólo soy hija de Olga, sino de muchas personas que participan en nuestra vida, y ella fue mamá de muchos, puntualizó la poeta.

Natalia prepara otro libro de cuentos para niños en el que rememorará también su infancia, en ese Juchitán de antaño donde los pequeños y los animales formaban parte de un solo entorno, “como una gran comunidad, en igualdad de importancia, lo cual me recuerda mucho un libro de JM Coetzee, en el que uno de sus personajes dice: ‘No sé en qué momento las personas nos creímos por encima de los animales’. Ahí perdimos mucha sensibilidad hacia el entorno y lo otro”, concluyó.

El libro para niños Olga, de la poeta Natalia Toledo, con ilustraciones de Ana Fernanda del Rey, se presenta hoy a las 9 horas en la FILO.

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